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sábado, 27 de octubre de 2012

Soy.

Soy siempre esa chica que te mira a los ojos fijamente para que sepas todo lo que está pensando, si aparto la mirada es porque no quiero que sepas lo que pienso, que me da miedo lo que puedas pensar de esta boba que solo piensa en besarte una y otra vez, en abrazarte y no dejar que te marches nunca más de mi lado. Quiero tenerte a mi lado cuando me falten las fuerzas y por eso sonrío, por que sé que estás ahí y que te quedarás, pase lo que pase, con este corazón resistente que has quebrado para hacerte un huequito dentro. Soy esa muchacha que mira como llueve desde la ventana de su cuarto, que espera a que desaparezca la oscuridad para salir a mojarse a la calle, que no le da miedo que los demás piensen que está loca, está loca por ti. Soy todo lo que he deseado en todo este tiempo lejos de tu lado y, gracias a ti, ahora soy todo eso y más. Soy una princesa que no quiere demostrar todo su potencial por si se le rompen las ilusiones, pero contigo siempre hace un excepción, porque tú eres realmente importante para mi sangre azul. Soy una pequeña mancha rosada en un mundo lleno de manchas rosadas, una persona entre un millón, distinta e igual al mismo instante. Soy distinta a los demás porque no juzgo, yo espero. " Demuéstrame como eres y te quedarás con mi corazón." Eso es lo que yo digo. No quiero que nadie finja ser como no es para caerme bien, quiero tener a mi lado personas auténticas que siempre sepan que son como son porque son así y nada más. Quiero estar rodeada de gente alocada que tape un poco mi locura, pero que siempre me acepten como soy. Soy yo, una niña/chica/moza/mujer, que sabe lo que quiere, cuando lo quiere y como lo quiere, que no se rinde ante la contradicción de la vida, que sabe que todo lo vivido es un camino por andar hacia la integración de nuestra propia personalidad, que dará como resultado nuestra propia felicidad infinita al lado de las personas que nos necesitan. Soy rara, soy una chica muy rara, y me enorgullezco de que cada vez que alguien me conoce piensa que estoy loca, que no sé comportarme como debería, que no tengo ni idea de lo que es la vida... Por que después, cuando me conocen, su cara de asombro cura un poco cada célula de mi cuerpo dañada, por que realmente sé lo cruel que puede ser la vida, lo cabronas que pueden ser las personas y lo duro que es decirle a alguien adiós cuando no sabes porqué lo dices.
Soy una mujer encerrada en el cuerpo de una niña, la vida me ha hecho madurar rápido para soportar todo lo que me quería hacer pasar, que no tienen ni idea de todas las noches en las que esta chica sentía una punzada en su corazón. No, no sabéis nada de mi. Pero yo tampoco sé nada de vosotros. Las únicas personas que realmente me conocen son aquellas que siempre han estado a mi lado apoyando a este corazón alocado. Aquellas que saben como hacerme sonreír aunque esté llorando. Aquellas que secan las lágrimas de este corazón solo porque quieren aportar su felicidad a mi tristeza.
Soy yo: Fuerte pero débil, grande pero pequeña, entera pero rota, amorosa y furiosa. Cabezota y servicial, resistente a la naturaleza que llora cuando lo necesita. No me avergüenza admitir cuando quiero a alguien, pero no me atrevo a hacerlo. Soy yo. Todo lo que conocerás de mi es real.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Hasta el Infinito.

Caminar por la calle encerrada en tu abrigo,
 por culpa de ese maldito frío que, el invierno,
 deberá llevarse cuando despunte la primavera.
Caminar pensando en que deberías quedarte,
así tus lágrimas dejarán de estar llenas.
Llegas a casa, posas las cosas sobre tu cama,
te lavas el rostro con agua fría y te pones una coleta
dejando que la soledad te mire, apartando el pelo de la cara.
Caminar como alma en pena por los pasillos de la casa
buscando que la soledad te acompañe en tu paseo,
intentando no hacer demasiado ruido, que no se oigan tus latidos.
Caminar encogida, pensando, luchando por escapar de tus labios.
Querer llamarte, saber que no puedes contestarme, aunque quieras.
Lamer todas mis heridas, en completa soledad, y saber que cicatrizan,
gracias a que algún día vas a estar aquí y tu me las curarás.
Dejar correr el agua por mis espaldas, quema, pero no la aparto.
No quiero que vea que no soy fuerte, quiero demostrar que puedo,
con todo, incluido con todo esto, que no temo por nadie.
Pero en realidad si tengo miedo, si temo por alguien...
Y ese alguien eres tú, no quiero perderte nunca, quiero prometerte:
Un pasado, un futuro y todos mis presentes.
Quiero que estés cuando el miedo atenace mi corazón,
te acerques por mi espalda y me abraces diciéndome que me quieres.
Quiero que vivas todos mis momentos felices porque también son los tuyos,
que cures mis problemas y cierres las cicatrices que me queden en la piel.
Que te quedes despierto hasta tarde hablándome y que tus besos dibujen
un "Te quiero" sincero en mi vientre, en mi cuello, en mi espalda, en mi pelo...
Que me dé miedo prometerte los para siempre y que tú me demuestres que
eres de esos hombres que absolutamente todo lo que prometen lo cumplen.
Que me dejes tu vida, quiero llenarla de amor correspondido, cariño y
largos y tiernos abrazos por la espalda mientras te susurro un "Te quiero."

domingo, 14 de octubre de 2012

El Puente.

Angy despierta en la cama, dolorida y esperanzada, se levanta despacio, sin hacer ruido. Se puso su camiseta nueva de las calaveras, la que había comprado la tarde anterior, gris y perfecta. Le encantaba, a su padre no tanto. Cogió la chaqueta negra de cuero y bajó las escaleras de su portal. Llegó abajo, llovía y la calle estaba fría, porque la vida mojada es mucho mejor. Ese olor a asfalto húmedo... Le encantaba. llevaba un paraguas en el bolso, pero no iba a sacarlo, prefiere sentir las gotitas en el rostro pálido que llora detrás de aquel pelo oscuro y precioso. Llega al campo del al lado del río, donde Garold la había besado por primera vez, siguió caminando, con la cabeza alta para empapar su rostro y que las aguas no se notaran. Llegó al puente donde estaba aquel candado que sellaba un para siempre que no habían cumplido. Llevaba la llave que lo desataba pero no quería quitarlo, no quería admitir que ese para siempre había acabado. Así que se sentó sobre el asfalto húmedo del puente, justo enfrente de ese candado. Justo enfrente del para siempre fingido.
Unos pasos a su espalda, un escalofrío al notar una mano en su hombro, un espasmo en su corazón al  girarse y ver a Garold...
-Pero... Tú... ¿No estabas en otro país?.-Dijo Angy con la piel aún más pálida que el papel.
-No pude coger ese avión sabiendo que no te volvería a ver.- Dice Garold con los ojos llenos de agua salada que no puede, bueno, que no debe dejar salir. Todavía no, todavía sigue enamorado de aquellos ojos de color marrón oscuro que brillan por las lágrimas que ella si se atreve a derramar, todavía siente miedo de buscar el amor que antes había y que tal vez él hubiera transmutado con dolor.
-¿Qué haces aquí? Quiero una respuesta clara.-  Dice ella con los ojos fijos en los de él, aquellos fantásticos ojos azules, queriendo vislumbrar sus pensamientos, pero sin lograr el resultado deseado.
-Volver a casa.- Dice él con la mirada puesta en el curso del río.
-No, dime la verdad. ¿Qué quieres?- Dice Angy con la mirada puesta en las mejillas de aquel chiquillo que no aparta la mirada del río. Él no quiere que le vea, no quiere que se dé cuenta de que ha empezado a llorar, aunque se aguantará las lágrimas si es necesario mirarla.
- ¿Qué quiero? ¿De verdad quieres que te lo diga?- Dice él girándose a mirar a la chiquilla de pelo oscuro a la vez que se seca las lágrimas de aquel rostro.
-Sí, lo necesito.- Dice ella con las lágrimas en los ojos.-Lo necesito para saber si debo quitar ese candado de ahí.- Dice señalando aquel candado en el que pone sus iniciales.
- Quiero vivir contigo, morir contigo, quiero ser feliz a tu lado y hacerte feliz a ti. Quiero todos esos besos que me hacían sentir que el tiempo se paraba, quiero esos abrazos que nunca me engañan, que me dicen siempre que me amas. Quiero despertarme a tu lado y que me digas "Buenos días mi amor, ¿Te levantas a hacer el desayuno conmigo?", que sea cierto que estamos más unidos que nunca, quiero darte todos los besos que me pidas. Quiero entrar en nuestra cocina, acercarme por detrás, cogerte por la cintura y besar tus preciosas mejillas dulcemente, que tú cierres los ojos y luego te gires para besarme en los labios. Quiero que llores sobre mi hombro cuando no tengas un buen día, quiero hacerte llorar de felicidad todos los días de nuestras vidas, quiero compartir todas las alegrías de mi vida contigo. Quiero ser el padre de tus hijos, quiero ser el apoyo que te sujete cuando te falten las fuerzas, quiero hacerte cosquillas mientras me abrazas y me dices, con voz juguetona, "¡Para!" Y no parar hasta que la sonrisa se quede aunque deje de hacerte cosquillas, quiero besarte las heridas, quiero besarte antes y después de ir a trabajar, todas las veces que me dé tiempo. Quiero ser todo lo que deseas y más. Eso es lo único que quiero, te quiero a ti.- Dice él mientras las lágrimas surcan sus mejillas. No puede evitar admitir que la quiere muchísimo más de lo que se aventurará a admitir nunca, bueno, tal vez ella haga que merezca la pena esas lágrimas que no puede dejar de derramar aquel precioso muchacho.
Ella se levanta de su asiento sobre el puente, se acerca al candado y pone una fecha más en él, la de ese día. Bajo la mirada atenta de su compañero de vida.
-Quiero que quede constancia de lo que acabas de decir, es un para siempre y espero que tengas intención de cumplirlo. Yo también te quiero, he llorado mucho desde que te vi marcharte de este puente después de haberme dicho que no ibas a volver. He estado todas las noches desde esa despierta en la oscuridad, queriendo que tú fueras mi abrigo y ahora me prometes tantas cosas que solo tengo ganas de lanzarme a tus brazos y decirte que te quiero una y mil veces, mientras te beso. Eso es lo que quiero yo, a ti. ¿Me dejas cumplir mi deseo?- Dice Angy a media voz, el tono que le permiten aquella lágrimas.
-Sí, quiero.- Dice él y la besa dulcemente en los labios mientras ambos sonríen, mientras ambos son felices.
Fueron felices el resto de sus vidas y cumplieron todos los para siempre que se nombraron aquel día y el resto de los días. Fueron absolutamente felices y todo gracias a la realidad que se dijeron y al amor que compartían.

jueves, 11 de octubre de 2012

No Quiero que Veas mi Miedo.

Camino por la sala con las manos temblorosas y el corazón a punto de sobre salir del pecho. Camino entre la gente buscando que no me miren, que no se extrañen y que me dejen seguir el camino de la salita hacia el mostrador sin pararme a dejarles pasar para que la muerte no me encuentre. No quiero mirar esos ojos que han visto la muerte de más cerca que muchos seres humanos, por suerte para la humanidad. No quiero mirar aquellos ojos que sé que tienen la inocencia a flor de piel y no sienten el temor de sus padres, no sienten mi propio temor y mi propia condescendencia ante el temor de la persona que me acompaña. Odio ser la fuerte, odio no poder saltar a llorar como una niña desvalida, odio mucho que tú te esté conteniendo las lágrimas para que yo no sepa que eres débil, ya lo sé, no me importa. Soy fuerte por las dos y deberías darte cuenta.
Llego a la sala, me siento en las escaleras y comienzo a ver aquellos rostros enfermos, aquellos niños que no sienten todo el miedo que se respira en la sala maquillado con sonrisas y buenas palabras. Miro los rostros de los más pequeños, sus grades ojos angelicales y sus sonrisas inesperadas detrás de tanta amargura a las espaldas. Después de tantos años sin poder ser niños propiamente dichos, después de pasarse media vida tumbados en una camilla esperando a que se tirara ese dado del destino y decidiera si seguían siendo niños. Un número afortunado en la sala... Bueno, quizá hay más, pero yo me considero de los afortunados de verdad. De esos que por la noche no se acuestan pensando que igual no vuelven a ver el sol. Oigo mi nombre en el altavoz, me levanto, miro la niñita de ojos claros y sonrisa constante que juega con su hermana y veo como corre al encuentro de esta riendo, ajena al miedo de su madre que lo noto en sus ojos. Ajena a que puede que no salga algo bueno de aquel día. Ojalá yo también estuviera ajena a la verdad... Todo sería más fácil, menos duro.
Camino y noto que me tiemblan las piernas, noto que se me hace un nudo en la garganta y tengo que retroceder despacio esperando a que la huella del miedo se borre de mi rostro, no quiero que ella se de cuenta de que no soy tan fuerte, de que tengo miedo de lo que me puedan decir. No quiero que pueda traducir de mi rostro que en realidad enmascaro todo mi dolor detrás de una sonrisa dulce y falsa que hace que no sepa nunca lo que me pasa. Me da miedo que se derrumbe porque yo no pueda sujetarnos, me da miedo que el miedo nos consuma a ambas. Por fin me atrevo a entrar, solo me he permitido un segundo de tranquilidad antes de entrar a conocer mi camino, lo retorcido y maquiavélico que quiera ser el destino conmigo, no me importa. Solo quiero no ver lágrimas en esos ojos que me acarician la espalada en signo de cariño.
Me siento en la silla y no escucho nada de lo que dicen , dejo que pase el tiempo mientras pienso en todos los que me esperan en casa, en todas esas personas que siempre están ahí y que, el día anterior, me habían hecho sentir genial y querida. Había acabado llorando de felicidad por teneros conmigo simplemente, por saber que tenía a tanta gente fantástica que me abraza. Gracias por esos momentos y perdón por mis rayadas.

lunes, 8 de octubre de 2012

Para Siempre.

Las pisadas de la pequeña Yolanda se perdían frágilmente sobre la arena de aquella playa, sobre las olas que se traspapelaban entre las rocas y se perdían para siempre. La chiquilla se sienta en la roca más próxima al agua que encuentra y comienza a deshojar aquella margarita que ha recogido tantos recuerdos y ahora trae tanto... dolor, tantas lágrimas y tantas horas despreocupadas perdidas en la máxima oscuridad de aquel mágico acantilado. Escucha tras de sí una suave brisa, la ignora creyendo que no es nada.
Despierta acurrucada en el suelo de la roca, llena de arena y mojada suavemente por la humedad del terreno. Despierta asustada, sin saber donde se encuentra, sigue sus pisadas y vuelve a casa. Mira por la ventana de su cuarto y observa lo que hay escrito sobre el mismísimo asfalto: Te quiero mi ranita. Seguido de una fecha que jamás se borrará de su alma.
Las lágrimas rebosan sus ojos de nuevo, en un intento por aplacar ese miedo que la envuelve cada noche y cada mañana en la misma ventana, con las mismas lágrimas y ese mismo sentimiento de añoranza. Baja la mirada donde, aquella noche de verano, le prometieron un para siempre que luego fue anulado por el destino. Le prohibió que volviera a prometerla nada, le prohibió que volviera a jurar que la amaba, le prohibió que derramara más lágrimas que no fueran ciertas, que la mintiera una vez más y que la hiciera sentirse tan mal. Paseó la vista por las callejuelas y vislumbró cada recoveco de la calle de enfrente en el que había sido tan feliz, hacía tan poco tiempo y que ahora solo era recuerdo, doloroso recuerdo.
Decidió esconderse del pasado acurrucándose en el suelo que le evitaba posar la vista en la calle, posar la vista en lo que no quería mirar porque le traía solamente dolor. No podía seguir ignorando que le echaba de menos, que no podía vivir sin su olor, que sabía que estaba tan lejos... Y a la vez seguía con ella, dentro de su corazón. Que lo quería mucho, que lo añoraba más y que no podía vivir sin sus besos. La naturaleza del destino había hecho que él se fuera y perdieran la oportunidad que se les había brindado.
Bajó por las escaleras de su casa, bajó a la calle con el vestido de aquella tarde, caminó entre las callejuelas y los recuerdos. Vio de lejos una sombra, no se lo podía creer, era la sombra del pasado que ahora se aproximaba a la muchacha con la mirada puesta en sus ojos verdes.
-Hola cielo, cuanto hacía que no te veía...-Dice la voz del dolor con un suave retintín de amabilidad condescendiente.
-¿De verdad piensas que eso arreglará algo?- Dice Yolanda con el corazón en la mano.
-sí, aún tengo confianza en que algún me perdonarás. Algún día...-Dice el muchacho con lágrimas en los ojos.
-No, aquello ya no tiene arreglo.-Dice ella y trata de marcharse. Él le agarra del brazo, la acerca a sí mismo y se queda a dos centímetros de su boca mirándola a los ojos.
-Yo solo quiero estar contigo.-Dice él dejando que una lágrima venza esta batalla. Dejando que ella lo vea y tal vez crea que no es mentira lo que dice.
Yolanda seca la lágrima que baja por su mejilla y pregunta:
-¿Me estás prometiendo un para siempre?-Dice ella y él afirma con la cabeza aunque sabe que eso le puede traer un millón de problemas.
-Lo acepto.-Dice Yolanda sellando ese pequeño trato que les traerá felicidad.
Vivieron la vida como se les permitió y esta vez él cumplió ese "Para siempre" haciéndola feliz.

sábado, 6 de octubre de 2012

Sonrío.

Caí mil veces, pero siempre
me levanto del suelo, ¿Como?
SONRIENDO.
Me derrumbé en un millón
de ocasiones y siempre
encontré la forma de
levantarme, fuerte y
sonriendo.
Tú te convertiste en mi
respaldo, en lo que me daba
ganas de respirar, en lo que
me hacía siempre sonreír.
En aquello que yo más quiero,
en lo que me da aquellos besos,
en los brazos que me abrazan,
en lo que me hace ser feliz,
sin más, tú eres mi felicidad.
Ya no tengo que buscar nada,
a tu lado tengo todo lo que más
he deseado y desearé.
Porque tú consigues iluminarme
el camino que debo seguir,
que tú me sientas en el suelo
y me demuestras cada momento
todo lo que me quieres y todo
lo que yo te quiero a ti.
Por fin soy realmente feliz,
por fin he encontrado aquello
que no me haga llorar, al contrario,
que me seque las pocas lágrimas
que pueda llegar a derramar.
Gracias por estar ahí, gracias
por quererme siempre así,
gracias por ser tú y
por demostrarme todo
tu amor en un solo instante.

martes, 2 de octubre de 2012

Alex

Me gusta que me abraces cuando tirito de frío, me gusta que me beses cuando te apetece porque sabes que es lo que más deseo en este mundo, me gusta que me llames con motes absurdos que, de tu boca, suenan a pura poesía, que tenga la libertad para decirte lo que necesite porque sé que tú me escucharás y me dejarás llorar si es necesario, porque me abrazas cuando ves que necesito que me demuestres que estás ahí y porque me dices que me protegerás, porque eres la persona que más me está demostrando que no estoy sola, aunque haya un montón de gente a la que quiero y sé que está ahí, tú haces lo imposible por hacerme feliz y siempre lo consigues. Que nadie ha conseguido sacarme tantas sonrisas como tú, que nadie es capaz de hacerme llorar de felicidad, solo tú. Que no sé como diablos te has incrustado tan profundo en mi corazón, que te quiero más que ayer pero menos que mañana. Que cada día que pasa es una aventura si estoy a tu lado y sé que no tengo que tener miedo, que tú me sacarás de donde sea que no esté a gusto, que me secarás las lágrimas que resbalen por mis mejillas, que te he visto sonreírme cuando no tenías ganas solo para demostrar que estás ahí. Que no sé demostrarte lo suficiente lo muchísimo que te quiero.
El tres de septiembre de dos mil doce, se suponía que tenía que lanzarme yo, que te tenía que decir que me gustabas o simplemente besarte. Pero no me atreví, suerte que nuestros amigos están como putas cabras, suerte que nos quieren un montón, suerte que María cuando saca su vena sádica es peor que yo y si te dice que te quedes ahí, te quedas ahí, suerte que Rocío es la mejor y es capaz de decir las palabras que a mi no me salen. Suerte, por que si no igual nunca hubiera podido decirte todo lo que siento y nunca podría haberte besado, abrazado, demostrado que te quería, andado un montón por verte y abrazarte, merece la pena andar en el mismísimo desierto si, al final del camino, eres tú el que está esperando a que llegue, deshidratada, acalorada y sola. Sé que estás ahí, que si te necesito me tratarás de ayudar y eso era lo que llevo buscando mucho tiempo, alguien capaz de decirme que me quiere cuando lo siente, alguien capaz de hacerme llorar de felicidad cuando lo veo llegar, alguien que sea capaz de darme aquellos besos que detienen el tiempo y parecen que nunca se van a acabar, adoro mirarte a los ojazos verdes que tienes y saber que siempre me dicen lo que estás pensando, que no me ocultas nada, que puedo estar tranquila entre tus brazos. Me encanta tener un día horrible y que, con tu sonrisa, se me pasen todos lo cabreos, que seas capaz de impedir que salga mi vena sádica, que puedas sentir que yo estoy a tu lado porque realmente es así, que tu mirada me indique el camino correcto y que no me importe tomar decisiones alocadas, sé que tú me apoyarás y, sí caigo, me levantarás del suelo con tu mejor sonrisa, de esas que sabes que me encantan.
Y es que me quedo embobada mirándote, porque para mi eres absolutamente perfecto, no veo nada que no me guste cuando te miro. Porque me haces feliz simplemente con solo achucharme, así, fuerte. Solamente como tú sabes. Por esa razón, cada vez que alguien me pregunta cual fue la vez que más feliz fue diré: La primera vez que Alex me dijo "Te quiero" Y yo le respondí: " Yo también te quiero."