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domingo, 14 de octubre de 2012

El Puente.

Angy despierta en la cama, dolorida y esperanzada, se levanta despacio, sin hacer ruido. Se puso su camiseta nueva de las calaveras, la que había comprado la tarde anterior, gris y perfecta. Le encantaba, a su padre no tanto. Cogió la chaqueta negra de cuero y bajó las escaleras de su portal. Llegó abajo, llovía y la calle estaba fría, porque la vida mojada es mucho mejor. Ese olor a asfalto húmedo... Le encantaba. llevaba un paraguas en el bolso, pero no iba a sacarlo, prefiere sentir las gotitas en el rostro pálido que llora detrás de aquel pelo oscuro y precioso. Llega al campo del al lado del río, donde Garold la había besado por primera vez, siguió caminando, con la cabeza alta para empapar su rostro y que las aguas no se notaran. Llegó al puente donde estaba aquel candado que sellaba un para siempre que no habían cumplido. Llevaba la llave que lo desataba pero no quería quitarlo, no quería admitir que ese para siempre había acabado. Así que se sentó sobre el asfalto húmedo del puente, justo enfrente de ese candado. Justo enfrente del para siempre fingido.
Unos pasos a su espalda, un escalofrío al notar una mano en su hombro, un espasmo en su corazón al  girarse y ver a Garold...
-Pero... Tú... ¿No estabas en otro país?.-Dijo Angy con la piel aún más pálida que el papel.
-No pude coger ese avión sabiendo que no te volvería a ver.- Dice Garold con los ojos llenos de agua salada que no puede, bueno, que no debe dejar salir. Todavía no, todavía sigue enamorado de aquellos ojos de color marrón oscuro que brillan por las lágrimas que ella si se atreve a derramar, todavía siente miedo de buscar el amor que antes había y que tal vez él hubiera transmutado con dolor.
-¿Qué haces aquí? Quiero una respuesta clara.-  Dice ella con los ojos fijos en los de él, aquellos fantásticos ojos azules, queriendo vislumbrar sus pensamientos, pero sin lograr el resultado deseado.
-Volver a casa.- Dice él con la mirada puesta en el curso del río.
-No, dime la verdad. ¿Qué quieres?- Dice Angy con la mirada puesta en las mejillas de aquel chiquillo que no aparta la mirada del río. Él no quiere que le vea, no quiere que se dé cuenta de que ha empezado a llorar, aunque se aguantará las lágrimas si es necesario mirarla.
- ¿Qué quiero? ¿De verdad quieres que te lo diga?- Dice él girándose a mirar a la chiquilla de pelo oscuro a la vez que se seca las lágrimas de aquel rostro.
-Sí, lo necesito.- Dice ella con las lágrimas en los ojos.-Lo necesito para saber si debo quitar ese candado de ahí.- Dice señalando aquel candado en el que pone sus iniciales.
- Quiero vivir contigo, morir contigo, quiero ser feliz a tu lado y hacerte feliz a ti. Quiero todos esos besos que me hacían sentir que el tiempo se paraba, quiero esos abrazos que nunca me engañan, que me dicen siempre que me amas. Quiero despertarme a tu lado y que me digas "Buenos días mi amor, ¿Te levantas a hacer el desayuno conmigo?", que sea cierto que estamos más unidos que nunca, quiero darte todos los besos que me pidas. Quiero entrar en nuestra cocina, acercarme por detrás, cogerte por la cintura y besar tus preciosas mejillas dulcemente, que tú cierres los ojos y luego te gires para besarme en los labios. Quiero que llores sobre mi hombro cuando no tengas un buen día, quiero hacerte llorar de felicidad todos los días de nuestras vidas, quiero compartir todas las alegrías de mi vida contigo. Quiero ser el padre de tus hijos, quiero ser el apoyo que te sujete cuando te falten las fuerzas, quiero hacerte cosquillas mientras me abrazas y me dices, con voz juguetona, "¡Para!" Y no parar hasta que la sonrisa se quede aunque deje de hacerte cosquillas, quiero besarte las heridas, quiero besarte antes y después de ir a trabajar, todas las veces que me dé tiempo. Quiero ser todo lo que deseas y más. Eso es lo único que quiero, te quiero a ti.- Dice él mientras las lágrimas surcan sus mejillas. No puede evitar admitir que la quiere muchísimo más de lo que se aventurará a admitir nunca, bueno, tal vez ella haga que merezca la pena esas lágrimas que no puede dejar de derramar aquel precioso muchacho.
Ella se levanta de su asiento sobre el puente, se acerca al candado y pone una fecha más en él, la de ese día. Bajo la mirada atenta de su compañero de vida.
-Quiero que quede constancia de lo que acabas de decir, es un para siempre y espero que tengas intención de cumplirlo. Yo también te quiero, he llorado mucho desde que te vi marcharte de este puente después de haberme dicho que no ibas a volver. He estado todas las noches desde esa despierta en la oscuridad, queriendo que tú fueras mi abrigo y ahora me prometes tantas cosas que solo tengo ganas de lanzarme a tus brazos y decirte que te quiero una y mil veces, mientras te beso. Eso es lo que quiero yo, a ti. ¿Me dejas cumplir mi deseo?- Dice Angy a media voz, el tono que le permiten aquella lágrimas.
-Sí, quiero.- Dice él y la besa dulcemente en los labios mientras ambos sonríen, mientras ambos son felices.
Fueron felices el resto de sus vidas y cumplieron todos los para siempre que se nombraron aquel día y el resto de los días. Fueron absolutamente felices y todo gracias a la realidad que se dijeron y al amor que compartían.

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