Vistas de página en total

miércoles, 8 de marzo de 2023

Rebelión Púrpura



Cuentan las historias que en las ciudades existe un horrible rito de paso para las doncellas con el don de la adivinación. Aquellas bendecidas con el don de ver el futuro, son cegadas al llegar a la mayoría de edad y convertirse en parte del oráculo. Con esto quieren que no puedan salir jamás del templo, que jamás dejen de servir a la diosa correspondiente y que dediquen su vida a adivinar los diversos futuros de todas aquellas personas que tengan suficiente dinero o favores para pagarlo. No me imagino lo que debe de ser que tu propia gente sea capaz de dejarte ciega para poder explotarte como bola de cristal. Cualquier niña escondería su don con tal de conservar los ojos...
Pero es que esa es la peor parte de todo, no lo ocultan porque desde pequeñas las enseñan que es un gran honor servir a los dioses y ser agredidas por tus propios familiares para que no puedas escapar. Es algo que jamás entenderé, pero es que los reptiles no entendemos los códigos de conducta humana. Las gorgonas vivimos en los bosques, en akelarres de gorgonas que cuidamos unas de otras y hacemos todo por nuestras hermanas. Ninguna de nosotras haría daño a otra, ni siquiera por el bien más preciado que podamos imaginar. Aunque supongo que para nosotras lo más preciado es el akelarre, es difícil que nos puedan ofrecer algo mejor que esto. No tenemos que rendir cuentas a nadie, solo hacemos aquello que necesitamos para sobrevivir y aquello que nos apetece. Hay algunas que sintetizan ungüentos a partir del veneno de sus serpientes o de la piel que estas mudan junto con algunas plantas que encontramos en los bosques. Otras preparan la comida para toda la comunidad, salen a recolectar y cocinan las verduras. Otras cuidamos de las más pequeñas, les enseñamos todo lo que deben saber sobre historia, medicina, literatura... Nos mantenemos ocupadas y permitimos que nuestros akelarres sigan prosperando.

De vez en cuando, algún humano se pierde en el bosque y le guiamos de vuelta. Otros vienen a darnos caza y esa es la única carne que comemos. Vivimos en armonía con la naturaleza y con nuestras iguales, sin molestar a los humanos que siguen con sus guerras... Siguen matándose entre ellos sin que tenga ningún sentido hacerlo. Y nosotras no somos más que expectadoras de su macabra obra de guerra. Vemos como se matan y no hacemos nada porque no hay nada que podamos hacer. No somos suficientes para cambiar las cosas... Supongo.

Aunque también supongo que eso es algo que nos hemos repetido nosotras mismas para no tener cargo de conciencia. Pienso a menudo en aquellas doncellas del oráculo, brujas capaces de ver el futuro que son encerradas para siempre en los templos de las diosas de la adivinación. Siempre he sentido la curiosidad de ir a comprobar si realmente son ciegas o solo son historias que se cuentan como forma de hacer más misteriosa su labor. De una forma macabra, violenta y capacitista. Supongo que nada me impide ir a comprobarlo yo misma... Pero tengo que avisar al akelarre para que otra pueda hacerse cargo de mis labores y que ninguna se preocupe. ¿Habrá algún motivo para que me lo impidan?

-¿Qué piensas? Llevas bastante rato mirando al horizonte ensimismada mientras tus serpientes se mecen con la brisa...-Oigo tras de mí la voz de Medusa, que se sienta a mi lado en la ladera y me mira con sus ojos verdes como una esmeralda atravesados por la pupila rasgada de una de las gorgonas más conocidas.

-Nada, ya lo sabes. Me parece tan imposible hacer daño a otra solo para doblegarla... No comprendo el dolor a cambio de la sumisión.-Respondo sin apartar mi mirada del horizonte. Mis ojos se clavan en la ciudad de Pompeya, que se encuentra a penas a un día de distancia en línea recta.

-Es algo que jamás comprenderemos porque no somos esos sucios humanos...-Responde Medusa con ese tono de odio que suele tener por los humanos. Es normal, le han causado mucho daño.

-¿Y si voy a averiguarlo? Me refiero, saben que existimos, no somos un secreto. ¿Por qué no voy a Pompeya a conocer a alguna de las sacerdotisas y le pregunto? De verdad que lo veo muy sencillo.-Digo convencida de mis palabras, por mucho que ellos sean agresivos, nosotras tenemos nuestro poder de nuestra parte. No me imagino a ningún humano pudiendo con una sola de nosotras. Son como cucarachas en comparación.

-Si te vas, no creo que puedas volver, Eris. Parecerán débiles, pero son una especie capaz de todo a través del miedo. Son capaces de quemar aldeas con mujeres y niños con tal de poder plantar en esa tierra. No los infravalores.-Me dice Medusa con una voz seria y firme. No los tiene miedo, pero sabe de lo que son capaces. Y yo lo desconozco por completo.

-Lo tendré en cuenta, pero necesito averiguarlo. Creo que no podré quedarme aquí si no sé por qué hacen eso. ¿Y si pudiéramos salvar tan solo a una de ellas?-Lo digo y en ese momento soy consciente de que lo que habla es mi síndrome de salvadora. Que lo que quiero es cambiar el mundo aunque sea solamente para una persona. Y que con eso quizá pueda hacer desaparecer esta sensación de vacío e inutilidad que me taladra el cerebro.

-No tienes que demostrarle nada a nadie, Eris. Ya eres útil para la comunidad, las niñas te adoran y aprenden contigo mejor que con cualquiera de las profesoras. Eres una de las druidas que mejores ungüentos elabora y nadie es capaz de hablar como tú. No necesitas nada de los humanos, solo te traerán dolor.-Dice ella mientras me coge de la mano con suavidad. Nos miramos a los ojos y siento como me atraviesan los suyos. Es increíble lo mucho que puedes llegar a perderte en la mirada de Medusa si no tienes cuidado, es capaz de dejarte petrificada durante horas solo explorando su pupila. Me sonrojo por pensar en eso y aparto la mirada. Sé que ella lo nota, agarra mi barbilla y vuelve a dirigir mi mirada a sus ojos, fundiendonos en un beso. No es la primera vez, pero sigue siendo mágico. Nos separamos y me vuelvo a mirar al horizonte.

-No es una cuestión de sentirme útil, es una cuestión de justicia. No pueden hacerle eso a mujeres y quedarse tan anchos. No me parece justo.-Digo aunque sé que es una mentira piadosa que me repito a mí misma. Quiero salvarlas por mi propio ego de sentirme útil para alguien más que mi comunidad. Quiero salvarlas para saber si esa mirada que me dedica Medusa existe en otros ojos que estén fuera de estos bosques.-Partiré en tres días, para que dé tiempo a organizar las clases y para que no falte de nada. Y prometo volver antes de la próxima luna llena. Dame solamente un ciclo lunar completo para intentar averiguar qué ocurre en esos templos.-

-Ya sabes que yo jamás te impediría que fueras, mi amor. Eres libre igual que lo somos todas. Solo quiero que estés segura de lo que vas a hacer y que no vas a hacerte daño intentando algo que tal vez no sirva.-Nos quedamos en silencio la próxima hora, antes de irnos a ayudar con la cena, sin hablar más del tema. He tomado mi decisión y ella lo sabe. Estoy segura de que podré volver la próxima luna al akelarre sabiendo que algunas mujeres más son libres.

Salgo con la primera luz del amanecer besando la frente de Medusa que descansa en la cama. Tengo el petate preparado aunque no es mucho, ya que la ciudad está cerca. Llevo mis serpientes ocultas bajo un turbante de color verde intenso, saben que existimos pero es mejor no levantar las alarmas desde el principio. Mi piel marrón oscuro decorada de escamas no será tan evidente, y hay muchos otros seres con la piel escamosa. ¿Dónde iré primero al llegar a la ciudad? ¿Quizá es bueno que pase por el mercado a ver si alguna chiquilla comienza a dar signos de poder, para preguntarle si quiere servir a la diosa? Quizá eso me ayude a entender a partir de qué edad comienzan a adoctrinarlas. Aunque mi instinto me dice que es desde la cuna.

Llego a la ciudad dos días después, al caer la noche. Hay algunos guardias apostados en la entrada, así que espero al cambio de guardia y me cuelo sigilosamente. La ciudad duerme, así que busco una posada y pido una habitación para pasar la noche, tengo algo de dinero de algunas ventas que hemos hecho con forasteros perdidos o de aquellos que hemos matado. Me aseo y me acuesto en la cama.
A la mañana siguiente me despierta las primeras luces del alba, me asomo por la ventana de la habitación para comprobar si el mercado ya ha empezado, cojo mis cosas y bajo en cuanto veo que es así. Todo está lleno de color, de niñes correteando de un lado para otro y mucha comida de diferentes estilos. Todo tiene mucho color y huele a muchas cosas al mismo tiempo, lo que hace que mis serpientes se resuelvan un poco en el turbante, aún no hemos desayunado. Busco un puesto en el que vendan fruta fresca y me improviso un pequeño desayuno para aguantar la mañana, aprovecho mi intercambio con la tendera para preguntarle por el templo del oráculo y ella me guía amablemente. Me pierdo por el mercado, compro una túnica que me llama particularmente la atención, y me encamino hacia el templo. Supongo que en los alrededores del mismo se apostaran las jóvenes promesas para ser vistas. Al llegar veo algunos puestos de inciensos y hierbas que prometen ayudar con la adivinación, algunas de ellas no son de estas tierras y me tienta a llevarme algunas de ellas al akelarre. Resisto la tentación para tratar de no acabar con mis ahorros antes de tiempo, y de repente oigo una voz masculina gritar:

-¡Acérquense! ¡Vean a la adivina más joven de la ciudad! ¡Acérquense! ¡Las Moiras nos ha bendecido con otra adivina en la familia!- Me acerco quedándome entre el gentio, parece que en esta ciudad el templo estará dedicado a las tres Moiras, al menos son bastante lógicos y no caen en pedirle a dioses que no saben adivinar el futuro, que les adivinen nada. Porque muchos dioses suelen usar el engaño con futuros idílicos para que la gente pague por sus augurios. La niña no debe tener más de 14 años, es delgada y pequeña. Tiene el pelo negro como el azabache y la piel tostada, propia de estas tierras. Sus ojos son de un color verde intenso, me recuerdan a los de Medusa, parece que puedas perderte en ellos. Señala a alguien al azar entre el gentío y le pide que se siente, parece haber visto algo. Coge a la señora de las manos y vemos como entra en trance entre suspiros ahogados del público. Es un buen truco, pone los ojos en blanco y echa la cabeza hacia atrás mirando al cielo. Comienza a decir algunas palabras sin sentido, entre ellas un nombre que la señora parece conocer. Y vuelve en sí, para contarle a la señora que ha elegido que su hijo volverá de la guerra pronto, como le ha dicho en su carta, pero que esté preparada para lo que trae consigo. Que no será bueno. La señora paga religiosamente al que supongo que es el padre de la niña y se va sollozando, ha conseguido meterle el miedo en el cuerpo, eso hará que vuelva a pedir que sea más precisa en su augurio. Está bastante bien pensado el negocio.

Pregunto a algunas personas del público si hay más niñas como ella en la ciudad.

-La mayoría están en el templo, a veces salen algunas como ella, pero al poco acaban entre los muros con las demás sacerdotisas. No suelen dejar que haya competencia aquí fuera... Por eso aprovechamos el tiempo que podamos pagar el precio.-Me dice una mujer joven que parece preocupada por algo.

-Bueno, es que además esta niña es raro que la hayan dejado si quiera quedarse con su familia después de lo de su hermana...-Interviene otra mujer del mercado que solo está observando el espectáculo.

-¿El qué de su hermana?-Las dos mujeres me miran con cara de incredulidad por no saberlo- Es que soy nueva en la ciudad...-Ambas ponen cara de entenderlo todo y comienzan a contarme.

-Pues verás, la hermana mayor, que debe tener como 6-7 años más, empezó hace unos años como ella, e hizo lo mismo con la colaboración de su padre.-Empieza la primera

-Además es que era muy buena adivinando. ¿Te acuerdas? Adivinó el embarazo de mi sobrina antes si quiera de que tuviera la primera falta. Y también adivinó que no llegaría a término.-Me cuenta la segunda con cierto aura de tristeza.

-¿Entonces su hermana ya es una sacerdotisa? Si no me fallan las cuentas ya sería mayor de edad, ¿No?-Pregunto

-Uy, y tanto, es una de las mejores. Por eso me extraña que el resto dejase a su hermana libre en lugar de enseñarla incluso antes de manifestar los dones.-Me responde la segunda. Me quedo pensativa ante la respuesta, tiene razón en que es raro que la hayan dejado libre.

-¿Estáis seguras de que son hermanas de sangre? Quizá eso fuese lo que impidió que se la llevasen en primer lugar...-Digo más como un pensamiento en voz alta que como una verdadera pregunta. Me doy cuenta de que tiene sentido pensar que quizá no sean hermanas. Quizá solo sean primas que se han criado como hermanas o que la mayor sea de distinta madre que muriera en el parto o cualquier cosa similar. No sería la primera vez que una familia tiene varias madres o varios padres, eso también es una posibilidad. Le doy las gracias a las señoras y me encamino hacia el templo, no sin antes fijarme en que la niña repite constantemente el mismo teatrillo, los mismos gestos, prácticamente las mismas palabras en un idioma "extraño" y nombres que parecen aleatorios pero que no sería difícil que conociese cuando su público forma parte de su comunidad. Entro en el jardín del templo y me quedo maravillada con lo bonito que está todo, en contraste con el exterior que, aunque hermoso, se nota pobre. Árboles plagados de flores, un pequeño riachuelo que nace de una cascada en la entrada del tempo y muchos setos de diferentes especies aromáticas que le dan al jardín un olor riquísimo a naturaleza. El edificio no es muy diferente al resto de templos que he visto en otros viajes a otras ciudades acompañando a forasteros. Un edificio inmenso de caliza dorada decorado con estatuas y diferentes escenas talladas en piedra de las tres Moiras. El pórtico es inmenso y está abierto de par en par como una invitación a que todas podamos entrar, lo que choca frontalmente con la sensación que tienen todos los habitantes de que esto es una fortaleza impenetrable. Por dentro es aún más impresionante, los techos son altísimos y están coronados con frescos que representan escenas protagonizadas por diversas deidades. En el centro del gran salón, hay una especie de fuente con piscina de la que brotan diversas plantas acuáticas y donde nadan peces de colores. La fuente está decorada por una escultura imponente de las Moiras, que vierten el agua desde 3 botijos de diferentes colores, el que sostiene la Moira del pasado es de un color bronce oxidado; la del presente, en el centro, sujeta un botijo plateado; y la de la derecha que representa el futuro, porta un botijo de color dorado intenso. En el borde de la fuente, podemos leer la inscripción "Από πού έρχεσαι, πού είσαι και πού πας, πάντα δυνατός" lo que vendría a significar aproximadamente "De dónde vienes, donde estás y hacia donde vayas, siempre poderosa". Lo cual me parece una forma muy buena de insinuar que las que no sean poderosas no son bienvenidas. Después de quedarme maravillada con todo a mí al rededor me doy cuenta de que algunas sacerdotisas me miran inquisitivas, aunque ya deberían saber a qué vengo, ¿No? Para algo son adivinas. De pronto una señora de aspecto bastante autoritario se me acerca y se planta a mi lado con las manos frente a ella entrelazadas.

-¿Te puedo ayudar en algo? ¿Buscas aclarar tu futuro?-Me pregunta con un tono suave pero firme.

-Solo estaba visitando el templo, me parece una absoluta maravilla arquitectónica. Solo estoy de paso y me ha llamado la atención. No tienen templos así en otras ciudades que he visitado...-Miento tratando de tentar a su orgullo.

-Sí, la verdad es que nuestro templo es uno de los más hermosos de toda Grecia. Pero lo que es más importante, tenemos a las adivinas más precisas de todo el imperio.

-Pero... No sois ciegas.-Digo sin pensar para a continuación darme cuenta de que no es la mejor de las frases con las que empezar un interrogatorio. Ella se ríe.

-Solo las sacerdotisas del oráculo ofrecen sus ojos a las Moiras como favor para poder ver más allá del mundo humano. Las que no tenemos el mismo poder, conservamos la vista y hacemos adivinaciones menos precisas.-

-¿Y a partir de qué edad ingresan las sacerdotisas? Porque he visto una niña en el mercado que no...-Me interrumpe antes de que pueda terminar.

-Esa niña no es más que una farsante. Lo sabemos de buena tinta.-Sentencia.

-Ah... ¿Cómo distinguís a aquellas que merecen el favor de las Moiras de las que no? A mí esa niña me parecía bastante real.-Pregunto inocentemente.

-Las propias Moiras se lo susurran al oráculo y son ellas las que nos dicen a quiénes aceptar entre nuestros muros. ¿Solo has venido a preguntar o quieres que adivinemos tu futuro?-Me dice inquieta, parece que he tocado alguna fibra sensible. Creo que me reservaré el resto de mis cartas para otro momento. Irrumpen en la sala tres mujeres cubiertas por completo con una túnica roja y una venda blanca ensangrentada en los ojos, su cuerpo parece cubierto de glifos arcanos de color negro.

-Ella.- Me señala una de las túnicas rojas- Ella me está buscando. Trae consigo sabiduría de otras tierras y poder.- Me hago la sorprendida, aunque supongo que es un poco absurdo si no puede verme.

-¿Y quién se supone que eres? ¿Por qué iba a buscarte a ti personalmente si no te conozco?- Pregunto.

-Mi hermana te ha traído hasta aquí. Aunque también te han guiado las diosas para que decidieras emprender tu viaje.- Dice mientras la señora que estaba hablando conmigo inicialmente se acerca a otra aún más mayor. 

-¿Eso quiere decir que tengo una audiencia contigo? ¿O que vais a echarme como hacéis con las niñas que no son lo suficientemente poderosas?- Pregunto con cierta rabia en la voz pero sin ser demasiado beligerante, no quiero que me echen todavía.

-Tienes valor hablando así al oráculo... Sí, tienes una audiencia con nosotras, queremos saber por qué estás aquí y qué estás buscando. A parte de a mí.- Dice y se gira a la vez que el resto de sus hermanas para empezar a andar hacia la sala de la que venían. Asumo que debería seguirlas, así que aprovecho la confusión para hacerlo. No pierdo nada por darles una audiencia al oráculo.

Llegamos a una sala más privada, pero aún más lujosa que la anterior. Está coronada de un gran dosel de sábanas suaves y doradas, bordadas de color rojo. Grandes ventanales en una de las paredes arrojan luz a toda la estancia, a los lados hay varias puertas incluida la puerta de la que venimos. Y en la pared frente a los ventanales, un gran mural representa una escena grotesca de las Moiras en lo que parece un rito de adivinación en un dosel similar al del cuarto. Las mujeres se separan y se sientan en el suelo al rededor del dosel, donde la hermana de la niña se sienta dirigiendo su mirada hacia mí. Hace que me sienta diminuta ante la escena que estoy presenciando y me doy cuenta que estoy en clara desventaja. Me he metido yo solita en la boca de la loba.

-Habla, ¿Qué quieres de mí? ¿Qué estás buscando?-

-¿Cuánto me va a costar que lo adivines?- Me burlo de la situación, tratado de mostrarme mucho menos vulnerable de lo que en verdad soy. Ella se ríe y parece que su risa revuelve a mis serpientes.

-Puedes quitarte el turbante, tus serpientes deben estar hartas de estar ahí encerradas desde hace días.-Dice y como una autómata comienzo a quitarme el turbante, parece que sí se les da bien adivinar cosas.

-¿Cómo has sabido...? Déjalo, es una pregunta absurda. Sí, la verdad es que tanto mis serpientes como yo misma estábamos bastante hartas del turbante, pero los humanos se asustan de lo que no conocen. Y soléis ser bastante violentas cuando os asustáis.-

-Bueno, entonces que suerte la tuya que no me asusta una gorgona que no puede petrificarme si no la puedo ver, ¿No?- Me reta y sonríe con una expresión pícara que me resulta irritante.

-No funciona exactamente así. Igual que las historias sobre el oráculo no son perfectas, las historias sobre gorgonas tampoco lo son. Podría petrificarte pero entonces no me dirías lo que quiero saber.-

-¿Y qué quieres saber? Te escuchamos.-

-La verdad es que me sentiría más cómoda si no hubiera tantos ¿Ojos? Observándome mientras hablo contigo. ¿Es necesario que esté todo el oráculo aquí si solo quiero hablar contigo?- Pruebo a ver si puedo quedarme a solas con ella.

-Las Moiras dicen que la respuesta a tu pregunta será más completa si estamos todas. Que necesitas oírla entera. Además, somos parte de un todo, lo sabrían de todas formas-

-Está bien... ¿Por qué le habéis ofrecido vuestros ojos y vuestra vida a las diosas de la adivinación? ¿Acaso no queréis ser libres?- Pregunto sin rodeos, no parece que vayan a matarme.

-No.- Dicen todas al unísono, como un todo.

-No, ¿A qué?-

-No queremos ser libres, queremos ser poderosas.- Dice otra de las sacerdotisas.

-Queremos servir a las diosas.- Añade otra diferente.

-Nos gusta ser parte del oráculo, lo decidimos nosotras porque nos hace felices.- Sentencia la hermana de la pequeña adivina del mercado.

-Pero... No sois libres... ¿Tenéis nombre si quiera fuera del oráculo?- Pregunto.

-Sí, yo soy Minerva.- Responde una.

-Yo son Adelfa- Responde la otra.

-Y yo soy Ertiana- Finaliza quién realmente quería escuchar.- ¿Acaso tú no quieres estar con tus hermanas?-

-Pero con mis hermanas yo no le debo nada a nadie, no tengo que quedarme si no quiero, puedo hacer lo que quiera siempre que no dañe al akelarre.- Defiendo ante esa comparativa tan sesgada.

-Sí, e igualmente no eres feliz.-Sentencia Adelfa

-Igualmente te sientes sola. A pesar de tenerlo todo, te sientes sola.-Añade Ertiana mientras yo comienzo a sentirme incómoda con el juicio de valor que están haciendo a mi vida.-¿Quieres verlo por ti misma? Las Moiras te ofrecen pasar aquí un par de noches como invitada para que puedas comprobar tú misma que aquí ninguna estamos prisioneras.-Me dice Ertiana haciendo que me planteé por qué querrían las Moiras que me quedase cuando deberían saber mis intenciones.

Acepto la invitación y una de las puertas se abre para dar paso a la señora que me recibió abajo, que me guía por los pasillos hacia una de las habitaciones vacías que hay en el templo. Me aposento en mi habitación, observando todas las comodidades con las que viven estas muchachas. Sin duda esta habitación es mucho mejor que la de la posada... ¡La posada! Menos mal que no pagué más de una noche y traje conmigo mis pertenencias, si no iba a ser incómodo. Al caer la noche, Ertiana llama a mi puerta para acompañarme al comedor. Me indica que puedo visitar el templo con ella al día siguiente, si lo deseo. Acepto su invitación para conocer más sobre ella, me resulta particularmente atrayente. Tiene un aura de misterio y bondad que hace que confíes en ella.

A la mañana siguiente me levanto con el alba y me visto con la túnica que ellas me han dado, por supuesto de color rojo con bordados dorados al igual que la de la mayoría por aquí. Me he dado cuenta que solo las más jóvenes llevan túnicas blancas con bordados dorados, supongo que aquellas que todavía están aprendiendo sobre sus dones. Ertiana me lleva a la biblioteca donde me enseña algunos libros sobre mitología y otros sobre brujería muy interesantes. Veo uno sobre hierbas medicinales y le pido si puedo llevármelo a mi habitación para ojearlo, acepta. Me enseña todo el templo por dentro y me doy cuenta de que son una gran comunidad, parecida a mi akelarre. Me cuenta historias del oráculo y nos pasamos horas hablando entre esos pasillos. Siempre alerta porque cualquiera que pasa a nuestro lado hace que ella se ponga tensa y cambia el aura por completo. Lo cual me resulta extraño, pero entiendo que si le hace sentir incómoda, es mejor no hablarlo con ellas delante. Terminamos la visita en la azotea, comienza a ponerse el sol y hay unas vistas impresionantes de la ciudad desde aquí. Nos sentamos juntas a contemplar la puesta de sol en silencio hasta que decido preguntarle lo que llevo pensando desde la comida.

-¿Por qué no has dejado que tu hermana forme parte del templo? Está claro que tienes todo el poder para decidirlo y podría vivir mejor de lo que vive ahora. Se la notaba desnutrida-

-No tengo otra opción, ella no es apta para entrar en el templo, no tiene el don aunque pueda fingir que sí. Si la meto entre estos muros sin ser suficientemente poderosa... No sé qué serían capaces de hacerle. No tengo tanto poder como parece, solo soy una marioneta.- Dice con la voz temblorosa. Es curioso como su actitud ha cambiado al subir a la azotea, ya no es la misma devota feliz que cuando caminábamos por los pasillos rodeadas por el resto.

-¿No decías que eras feliz? ¿Que sois una comunidad?-

-Si no te digo eso, las demás son capaces de matarme con tal de ocultar la realidad. Esto es una secta. Sí, vivimos bien y tenemos todo lo que podamos desear, pero no tenemos libertad.- Me mira con expresión de terror.

-Pero, no entiendo nada, pareces una persona distinta. ¿No decías que tus hermanas sabían lo mismo que tú?-

-No exactamente, a lo que me refería es a que estoy obligada a contarles todo. No tengo opción. Saben cuándo miento o si oculto algo. Además, las paredes tienen ojos y oídos. Este es el único lugar seguro.-

-Vente conmigo. Podemos irnos al mercado y desviarnos ligeramente al bosque. En mi akelarre te cuidaríamos.- Digo y me doy cuenta de que hablo de mí misma, otra vez el síndrome de la salvadora.

-No puedo, mi hermana estaría en peligro si me voy. Podrían intentar averiguar dónde he ido. Además no me gustaría dejarla sola, ahora al menos podemos vernos de vez en cuando.- Me responde con un hilo de voz. Oigo que solloza y la rodeo con mis brazos. Prácticamente el sol ya se ha escondido y las primeras estrellas se ven brillando en el cielo. La luna comienza a menguar, debo tener cuidado con el tiempo o mis hermanas se preocuparán. Pienso en que podemos llevarnos a su hermana también, es solo una niña. Parece que eso sosiega ligeramente su llanto y le da cierta esperanza. Pero también hace que mi cabeza piense un millón de cosas que no sé bien expresar. No puedo quedarme solo en salvarlas a ellas. Me acaba de confesar que aproximadamente un centenar o dos de mujeres son presas de una secta que las utiliza y controla. Una secta que dicta, con sus augurios, las acciones de toda la sociedad que nos rodea. Que educa a las jóvenes que tienen dones, que adoctrina a las demás en que jamás serán suficientemente buenas. No puedo salvar a Ertiana y dejar a las demás aquí, en peligro y sustentando un sistema podrido con su sufrimiento. ¿Pero cómo voy a poder yo sola con todo esto? Aunque quizá no tenga que hacerlo sola.

-¿Alguna de tus hermanas piensa como tú?- Pregunto con un hilo de esperanza en la voz.

-Sí, algunas más hemos subido aquí a hablar de las cosas que no nos gustan. Pero somos una minoría. La mayoría son serviles al sistema porque es el mismo el que las mantiene vivas. No tienen nada más allá de estos muros.- Sentencia Ertiana y entiendo por qué no han armado la rebelión todavía. Hay mucha pobreza en la ciudad, cualquiera de las chicas de ahí afuera soñaría con tener una cama caliente, comida y ropa limpia. Cualquiera vendería su alma por poder vivir con estas comodidades y probablemente sacrificaría en el camino a quién fuera necesario. Fuera de estos muros se palpa la indefensión de las mujeres, la violencia y la pobreza.

-Debemos reunirnos con mi akelarre para poder plantear una escapatoria. No sirve con destruir el templo hasta las cenizas, el templo solo es un engranaje de algo más grande. Solo sustenta una sociedad corrupta que mata de hambre a su pueblo y expolia las riquezas de las mujeres para su beneficio.- Digo con cierto aura propagandística y me recuerdo a las filósofas que hablaban en Alejandría sobre otras formas de vivir en comunidad. Formas similares a las que usamos en el akelarre, pues algunas de esas filósofas habían visitado nuestro pueblo como forma de investigar otras formas de vivir.

-¿Cómo pretendes salir de aquí, llegar al bosque y perdernos en el akelarre sin levantar sospechas? Además no me iría sin mi hermana.- Me pregunta ella, como es obvio y desde la realidad de que lo que pido es muy complicado. No sé responderle, no en ese momento, así que nos encaminamos al comedor para cenar, cambiando nuestra conversación a ese libro de plantas medicinales que cogí de la biblioteca. Lo que me hace recordar que vi una planta en el libro que me resultó familiar.

Tras cenar, me aseo y vuelvo a mi dormitorio para poder ojear el libro en cuestión. Cuando llego, el libro, no está en el lugar donde yo lo dejé. Juraría no haberlo dejado ahí. Reviso todas mis posesiones por si me faltase algo, pero todo está en su lugar. Simplemente ese libro estaba en la mesa del escritorio cuando me he ido y ahora estaba en la cama. ¿Alguien a parte de mí quería leerlo y decidió coger y leerlo aquí? Un poco ridículo, pero no sé si aquí eso es normal. Quizá no exista la privacidad, teniendo en cuenta lo que me ha contado Ertiana, me parecería normal. Me siento en la cama con el libro y veo que efectivamente hay una planta que está en el jardín del templo. La cual induce visiones más potentes a quiénes ya tienen el don de la adivinación. Es como un catalizador de su conexión con las Moiras. Sigo ojeando las páginas y veo una planta que también se parece a una que hay en el jardín, pero esta no es tan buena... Es una planta del sueño, es muy potente y es capaz de producir no solo un estado de sueño, si no un control a través del mismo. Anula por completo la voluntad de quién la toma, dejándole sumido en un estado de inconsciencia semiconsciente. ¿Por qué tendrán esa planta en el jardín? No es que sea especialmente bonita y no tiene flores. No creo que sea casualidad.

Paso algunos días vigilando más de cerca los movimientos de las que parecen las cabecillas, pero me doy cuenta en seguida de que todos los días tienen reuniones con los altos mandos de la ciudad. Que todos los días se deciden cosas a puerta cerrada sin contar en absoluto con el oráculo. ¿Qué poder tienen unas mujeres que ni siquiera saben lo que van a decidir por ellas? Ertiana se pasa los mismos días acompañándome cuando no está adivinando algún futuro de algún ricachón de la ciudad. Nos pasamos largas horas en la biblioteca, entre libros y risas ahogadas para no molestar al resto de lectoras. Nos devoramos muchos libros en búsca de alguna forma de derrocar el sistema del templo como primer peldaño para derrocar todo lo demás. Buscamos la historia del templo, tratando de encontrar en ella alguna salida oculta que no sea la puerta principal. Parece haber algunos túneles por los que se tiran los desperdicios, pero no sabemos muy bien dónde están ubicados. Ninguna ha conseguido verlos, pero esta misiçon imposible nos acerca cada vez más. Poco a poco nos volvemos cómplices y nos sentimos seguras la una con la otra. Lo cual será muy útil si conseguimos escapar de aquí con vida. No puedo llevar al akelarre a alguien en quién no confío.

Buscamos durante días hasta que creemos encontrarlos y trazamos un plan en nuestra azotea. La noche de cuarto menguante, saldremos ambas a media noche y nos reuniremos en el jardín, junto a la planta que no es bonita pero que tiene un potencial importante para poder someter a las aprendices. En el libro la llaman púrpura por sus hojas de un color morado oscuro. Recogemos unas cuantas que metemos en nuestras bolsas y salimos por los túneles sin ser vistas. Sabemos que al día siguiente saldrán a buscarnos en cuanto Ertiana no aparezca a primera hora por el oráculo. Pero esperamos estar lo suficiente lejos para poder huir. Pasamos por casa de la hermana de Ertiana y la recogemos, no tiene muy claro nada de lo que está pasando, pero sí una fe ciega en su hermana. Nos acompaña y, cuando estamos suficientemente lejos de la ciudad comenzamos a contarle todo lo que podemos contarle. La pequeña Hera se asusta al ver mis serpientes, nunca había oído hablar de las gorgonas, lo cual me sorprende porque su hermana parecía conocernos muy bien. Supongo que esa es la brecha educativa entre las mujeres aptas para el oráculo y aquellas que se ven obligadas a mentir y manipular a sus vecines para subsistir. Nos desviamos ligeramente del camino rápido para evitar ser interceptadas si deciden salir a caballo a buscarnos. Pasamos la noche en una cueva, tardaremos aún dos días y medio en llegar a mi akelarre. Esa noche encendemos un pequeño fuego en la cueva, donde nos resguardamos y decido hacer la primera guardia. Hera, como es lógico porque es una niña, dormirá toda la noche y nosotras nos repartiremos las guardias. A mitad de la primera guardia, oigo unos pasos tras de mí, Ertiana se ha despertado y se dirige al puesto de vigilancia que hemos montado en la entrada. Se sienta en silencia a mi lado, ninguna parece tener energía para hablar de todo lo que está pasando. No sabemos si ya nos estarán buscando. De pronto noto como la mano de Ertiana se acerca a la mía y la coge con suavidad.

-Gracias. Probablemente nunca hubiera tenido el valor de huir si tú no me hubieras animado a ello.- Me dice mirándome desde detrás de la venda de sus ojos.

-Es un placer, pero ya sabes que no hemos terminado, esto solo es una retirada para volver más fuertes. Tenemos la púrpura para investigar cómo hacer ungüentos que utilizar contra los gobernantes de la ciudad. Y les he robado el libro de herbología que tanto me gustó. Tiene cosas muy interesantes que nunca había visto.- Intento mostrarme positiva, pero creo que ella nota el miedo en mi voz. Alza su otra mano hacia mi rostro y acaricia mi mejilla.

-Nunca había tocado una piel como la tuya... ¿Qué es esto duro que tienes?- Me pregunta sacándome un poco de mi monólogo caótico interno.

-Escamas, mi piel está repleta de escamas. No había pensado que no sabes cómo soy.- Digo siendo realmente consciente ahora de que es ciega, pues hasta este momento nada nos había hecho notar diferencias entre nosotras. El templo es un espacio completamente accesible a las sacerdotisas ciegas y la mayoría de los libros tienen una especie de relieve en sus letras que permiten que puedan ser leídos por ellas. Es impresionante lo mucho que cambian las circunstancias cuando afuera de esos muros nos espera un mundo que no está preparado para ella. Ya nos ha ocurrido a la hora de huir, pero entre el frenesí no nos hemos detenido demasiado, simplemente la he cogido de la mano y la he guiado por las calles hasta que hemos llegado a dónde solía apostarse su hermana como adivina, desde dónde ella ha podido recorrer las calles de su infancia hasta encontrar su casa.

-¿Y cómo eres? Me gustaría saberlo. Conozco los colores, la luz, todo. Pero ahora veo de otra manera. No te veo a ti como tal, veo lo que supongo que es tu aura y tu silueta. No somos ciegas por completo, tenemos un rastro visual que es conferido por las Moiras al entregarles nuestros ojos. Por eso he podido encontrar mi casa. Pero no puedo ver los detalles de tu rostro, el color de tu piel o el de tus serpientes. Me gustaría saberlo.

-Pues mi piel es negra, como el azabache, ¿alguna vez has visto una víbora o una serpiente negra? Mi piel se asemeja a la suya aunque tengo algunas zonas sin escamas. Mis ojos son azules intenso con la pupila rasgada como cualquier serpiente venenosa. Y mis serpientes son de color azul turquesa intenso con los ojos amarillos. No sé que más contarte, la verdad, no me gusta hablar mucho de mi aspecto.- Digo encogiéndome de hombros.

-Creo que eres muy hermosa, Eris.- Me dice y vuelve a acariciar mi mejilla. Me quedo quieta, mirando donde estarían sus ojos sin moverme unos segundos, hasta que me decido a acercarme y acariciar su brazo suavemente. Ella se sobresalta al no esperarse que la tocase, por lo que decido informarle de mi próximo movimiento.

-¿Puedo besarte?- Pregunto en el silencio de su caricia, ella asiente y me acerco despacio, procurando no asustarla. Poso mis labios sobre los suyos y nos fundimos en un beso. En el mismo instante en el que nos besamos, una imagen invade mi mente: El templo en llamas mientras nosotras ayudamos a salir a todas las mujeres de esas paredes antes de que se derrumben. Cuando nos separamos, sé que ella ha visto lo mismo que yo y parece que eso nos hace tomar la decisión aún más contundente de no quedarnos solamente en salvarnos nosotras. Hay que quemarlo todo hasta los cimientos y construir sobre las cenizas una sociedad que no explote a las mujeres.

Cuando llegamos a la zona de mi akelarre, nos reciben en las afueras las recolectoras que me reconocen en seguida. No hay discusión respecto a dar alojamiento a las humanas, no son enemigas, nunca lo han sido. Pero lo que no parece ser tan claro es cómo rescatar al resto de la ciudad. Todas estamos de acuerdo en que esto no podemos dejarlo pasar, sin embargo nosotras no somos especialmente violentas y sabemos que para tomar la ciudad, hay que hacerlo por la fuerza. Ninguna rebelión se hizo en silencio o pidiendo por favor que se liberara a quienes se tenía presas. Hemos plantado el germen liberando a dos mujeres, hemos saltado las alarmas de la ciudad y sabemos que nos estarán buscando. Pero no es fácil encontrar el akelarre si no queremos ser encontradas. Decidimos replegarnos y entrenar nuestras habilidades para volver cuando seamos más fuertes y tomar la ciudad y devolvérsela al pueblo. Somos muchas y estamos cansadas de que nos digan lo que podemos o no podemos hacer. Esta rebelión se inicia con dos vidas salvadas, pero no termina con ellas.


(CONTINUARÁ)