Vistas de página en total

sábado, 7 de septiembre de 2019

Me duele.

Y me duele. No sé,
simplemente duele.
Es esa puñetera sensación de siempre
apuntalando mi espalda doliente.
Pero también son esos pensamientos
horribles, pensamientos de que no soy
suficiente.
Que afectan directamente en mi cuerpo,
me desgastan las cucharas,
y me hacen perder el tiempo.

No estoy bien, es una realidad.
Cada vez me duele más, más me hundo.
Pero cada vez intento salir,
porque no me quiero volver a hundir.
Y me apoyo en lo bueno, en tu sonrisa,
en sus ojos, en vuestro cariño
y en todo lo que he conseguido.

Pero a veces no es suficiente, a veces
simplemente me hundo, toco fondo,
y luego floto hasta la superficie
dejándome llevar.
A veces me quedo un poco allí,
en ese fondo oscuro de mi mar.
Y esos momentos son los peores,
porque ni siquiera me dejo llevar.

¿Cuándo dejarás de dolerme?
¿Cuándo dejaré de tener pesadillas?
¿Cuándo tendré una relación normal
conmigo misma,
sin odiarme? Me parece imposible.
Y al final, simplemente me quedo quieta.
Otra vez quieta, esperando mi tempestad.
Otra vez quieta, esperando a que vuelva a flotar.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Proserpina de Bernini.

Salgo de la ducha empapada, me enfundo en mi albornoz y entro en la habitación. Allí estás tú, con tu melena medio blanca despeinada, tumbada mirando por la ventana, mientras la luz anaranjada del atardecer empaña tu piel color porcelana cara. Eres como una de esas esculturas de venus tapadas solo con una fina sabana, como una dulce Proserpina esculpida de las manos de Bernini con tu mármol duro y a la vez turgente a los ojos. Todo tu cuerpo en una expresión de paz absoluta mientras observas el paisaje.
De repente dejo de embobarme mirándote y me doy cuenta de que me observas, con esa sonrisa pícara desde la cama. Me gustaría que el metro y medio de habitación desapareciera pero me encamino a la cama sin prisa, dejando que me mires caminar, como si hace dos segundos no te hubiera comido con los ojos. Me siento de espaldas a ti en mi lado de la cama y comienzo a secarme con el albornoz, noto aún tu mirada felina clavada en mí. Y siento como te mueves hacia mi.
De pronto me rodeas por la espalda y me besas el cuello. Esos labios... Madre mía que pecado esconden esos labios y que no daría por rozar los de nuevo, y lo sabes, por mucho que me haga la dura sabes que me muero por morderlos. Me inclino hacia atrás sobre la cama y me besas, y te beso, y te sientas a horcajadas sobre mi cadera, mientras nos fundimos en nuestros labios sin que haya nada más que importe. Ni la habitación, ni el atardecer, ni la noche que nos encontrará en la cama sin ninguna luz mientras me devoras y te devoro.
De pronto no queda ropa, no sé en qué momento te has quitado la fina braga que era tu única cobertura, aunque no la viera antes con la sabana. Y yo ya no tengo nada, ni prisa ni freno, ni miedo, ni nada. Solo tengo un ardiente deseo que emana de mi bajo vientre y te encuentra, te tumbo sobre tu espalda en la cama, desciendo por todo tu cuerpo llenándolo de besos, lametones y mordiscos; hasta que llego a tu vulva. Húmeda, deseosa, salvaje y nativa al mismo tiempo. Ya la conozco, no mucho, pero lo suficiente y me enciende aún más, recorro con mi lengua cada pliegue despertando primero el deseo para luego acercarme a tu clitoris y lamerlo primero suave y luego más rápido, hasta que noto como tu cuerpo se encorba de placer y agarras la sabana y mi pelo. Mientras gimes y gritas y te proclamas diosa en mi boca.

Nuria

Otra vez tengo el corazón a mil.
Te miro a los ojos,
Y no sé qué hago aquí.
Me muero de ganas de lanzarme
De besarte cada cicatriz,
Me muero de ganas de comerte
Y de hacerte un poco más feliz.

Quizá no sirva de nada,
Quizá sea otra historia inacabada.
Quizá nos encontremos en la cama,
Y juntas nos volvamos calma.
Esa calma que no tenemos ninguna,
Que nos arrebataron desde la penumbra.
Esa calma que hace tanta falta y que
Se encuentra en ti, desnuda.

Y me pierdo en tus lunares,
En esas constelaciones interestelares,
De tu piel color porcelana y
De esa clara mirada.
No puedo evitar morirme de las ganas.
Y a la vez me da miedo cagarla.

Me da miedo apresurarme de nuevo,
Sentir mucho y que se quede todo en miedo.
Ser una gota más de lluvia que empañe
Tu cara, tu melena, tu casa asturiana.

¿Y qué me importa el miedo?
No puedo seguir parando,
No quiero quedarme quiera ahí en medio.
Quiero lanzarme a la aventura y...
Cagarla o que la disfrutemos juntas.