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sábado, 20 de septiembre de 2014

Camino.

Veo sombras reflejadas en los cristales de las casas que me encuentro a ambos lados de mi, noto el frío y el calor que choca contra él al salir de la casa, yo camino cuesta arriba. Voy lejos. No sé dónde, ni cuánto voy a tardar, no sé si llegaré a mi destino indescifrable, tampoco si viviré una noche más. No sé absolutamente nada del futuro, no quiero nada del pasado y me duele caminar por este presente. No tengo sitio en este mundo, pero tampoco tengo valor para quitarme del medio, no tengo valor así que dejo que sea el tiempo el que hable en mi nombre para hacer aquello que tanto deseo. La oscuridad me rodea por todos lados, llego a un punto del mundo en el que no sé dónde estoy, dónde puedo ir, ni de dónde vengo; aunque mi lugar de procedencia prefiero dejarlo lejos de todo esto, lejos de todo lo que está ocurriendo ahora mismo, lejos de mi vida terrenal, mis últimos días como humana, como parte de este juego infernal que llaman vida aquellos que tienen las piezas para vivirla.
Camino en la oscuridad de las partes más escondidas de mi mente, se tambalea mi realidad entre recuerdos que debería olvidar, me pierdo en el camino laberíntico de pasadizos y recobecos que me guardo en mi atormentado cerebro, en mis cansados pensamientos que solo buscan dormir para siempre, que solo buscan la paz que nunca consiguen encontrar, la felicidad que tantas veces nos ha sido arrebatada de un solo plumazo.
Cada vez noto más oscuridad a mi al rededor, cada vez más frío, cada vez más miedo atenazando mis músculos, los cuales se contraen y tiemblan tratando de mantenerse sanos. Tengo miedo, no sé dónde ir, no sé qué hacer... Quiero salir de aquí, llevo caminando mucho tiempo, me he cansado de tanto luchar, de tanto perder, de pensar que podía y acabar fracasando como de costumbre. Me he cansado de ser inútil para el mundo en el que me ha tocado vivir, me he cansado y ya no queda nada que decidir. Me siento a un lado del camino, ha comenzado a amanecer y ya estoy muy lejos de mi punto de partida, estoy cansada, no siento el calor de mis células. De repente me percato de una sombra a mi lado que me sigue, algo que creo que lleva ahí toda la noche. Le exijo que se muestre y de entre los arbustos sale él, preparado para acompañarme en mi viaje, como tantas otras veces prometió que haría.
-No te vayas, por favor. Te necesito cerca de mi.-
-En ese caso vente conmigo, podemos ir dónde queramos, vivir dónde queramos, ser felices juntos.- Digo eso y a continuación le extiendo mi mano para que la coja. él duda un momento y mi corazón da un vuelco, no debo de ser tan importante, como de costumbre. Voy a retirar la mano, pero él la coge con fuerza y me atrae hacia él, me besa, por fin vuelvo a sentir calor.
-Tenía muchas ganas de hacer eso.- Dice con su boca todavía pegada a la mía.- No te vuelvas a separar de mí, nunca.-
-Lo prometo.-Digo abriendo los ojos y mirando a los suyos.