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martes, 23 de diciembre de 2014

Purgatorio.

Cojo con determinación el pomo de la puerta, es hora de acabar con esto, de salir de aquí. Siento mucho frío en alguna parte de mi pecho, creo que algunos llaman a esto soledad, yo creo que es parte de tener la sangre helada por el horror. Abro la puerta y salgo de allí, alejándome lo antes posible de aquella horrible escena, sangre por todas partes de las paredes del salón, trozos de lo que parece algo humano en el sofá... Tengo la boca seca y me encuentro, al salir, un coche patrulla; recuerdo por fin que he sido yo quién los ha llamado, junto a ellos una ambulancia desembarca la camilla y entra atropelladamente en el portal, todo ocurre tan despacio a mi al rededor... Uno de los agentes se acerca y me ofrece llevarme a casa, yo ya no estoy ahí. He huido de toda esa sangre derramada, huyo de ese cuerpecito inmóvil tirado en el suelo, sin nada de vida. Huyo lejos, muy lejos; pero algo realmente consigue despertarme de mi huida: La camilla pasando a mi lado, con ese cuerpo tapado con una sábana blanca que se empapa por momentos de sangre. Despierto de pronto de todo esto, escucho con claridad todas esas voces que antes parecían embotelladas, ya no puedo huir. Todo a mi al rededor cobra de pronto de una rapidez asombrosa que me aterra.
Me subo al coche patrulla y me dejan en casa. Entro en mi cuarto, poso mi jersey verde encima de la camilla blanca, junto al gran ventanal, me dirijo al baño y allí me despojo de toda mi ropa. Al quitarme una bota un fuerte ruido metálico me hace saltar en el sitio, vaya, aquí está en cuchillo. Había olvidado dónde lo había metido y ahora mancha las baldosas blanquecinas de mi cuarto. Lo dejo allí, en el suelo, mientras lavo de mi cuerpo todas las manchas de sangre, opto por darme un baño, será mucho más rápido que tratar de lavarme en el bidé.
Cuando introduzco mi cuerpo en la bañera siento un fuerte escozor en varias partes de mi cuerpo que, al eliminar los restos de sangre, descubren grandes pero superficiales cortes, "No moriré de esto" me digo a mi misma. Cojo el cuchillo del suelo, rajo mis muñecas y las introduzco en el agua.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Escamas de Recuerdos

Solo queda una
cosa por contarte,
encerrada en aquella urna,
pasando mil siglos, sola,
sin poder huir de mí.
Agarrada al miedo
y a la nostalgia de salir.

Cazada; cazándote,
perdida; buscándote,
moribunda; viviéndote...
Aferrada a millones
de imágenes perdidas
en algún lugar de aquellas
visitas que olvidas.

Solo me queda un recuerdo
que nunca, jamás, olvido,
que no he sacado aún a la luz,
que marca lo que soy y seré.
Una única cosa
que, por las noches,
te busca y me sonroja.
Me pierdo de nuevo
y ya no estás
para quizá encontrarme.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Invierno.

Entra por mi ventana ese tenue brillo azulado de la calma del campo al anochecer, me tiro a la cama y dejo que pasen las horas en completo silencio, despierto pero sin querer despertarme.
El día despunta entre las cortinas como un fuego ardiendo entre la niebla, ha llegado la hora de armarse de valor y levantarse de la cama, enfrentarse a la puta vida real y perder un día más, como cada día. Odio esto, odio no saber qué me espera mañana, odio no saber ni si quiera quién soy o quién es la persona a la que le confío mi vida, odio esta inseguridad y a la vez me reconforta, me alegra no tener la certeza que todo lo que estoy pasando será siempre así, la esperanza me mantiene cuerda. Sigo respirando un día más, sigo luchando sin saber qué hacer. Me siento perdida en el vacío, me siento perdida en la oscuridad de tu voz. Quiero salir corriendo, quiero olvidar que me duele lo mismo que un día ya me dolió. Me siento sola. No sé quién soy, tampoco sé dónde puedo llegar a ser, no se mi potencial y.. A veces siento que valdría más... Muerta. No me queda demasiada fuerza, me dan ganas de rendirme a diario, de dejarlo todo... Pero no quiero que todo por lo que he pasado sea inservible, quiero que la vida que me he ganado, me la haya ganado yo. Quiero que mi felicidad dure un poco más que el tiempo que estoy con él.
Me aventuro a mi día a día, paso las horas ensimismada en mis problemas y fingiendo que tengo otras cosas en mente, luchando por mentir a aquellos que no comprenderían por qué me siento así. Por qué le doy tanta importancia a alguien a quien perdí hace tiempo. Me pierdo y no sé cuando me encontraré.

Rock and Roll

Sale el sol sobre los gélidos edificios de la ciudad, tiñendo el cielo de un tono rosado que se refleja en su guitarra blanca de edición coleccionista. Yo estoy tumbada sobre el colchón desvencijado del hotel, o al menos me parece un hotel, mi cuerpo se contrae y relaja mientras los escalofríos me recorren ferozmente. Oigo pasos a mi espalda que se aproximan suavemente a la cama, se sientan y recorren dulcemente el contorno de mi columna con la yema de su dedo. Me giro y me encuentro con sus ojos color avellana observándome... Me siente tan pequeña...
Bajo la mirada y veo que trae el desayuno, ¿Será para mí? Mi corazón pega un vuelco de solo pensarlo.  Él... simplemente me sonríe dulcemente y posa la bandeja sobre mis rodillas mientras me incorporo en la cama, me da un dulce beso en la frente y me susurra al oído: Buenos días, nena.
Con su melodiosa voz de cantante que enciende una chispa en lo profundo de mí.
Por fin miro la bandeja: un zumo, un café, unas tostadas con mi mermelada favorita (¿se lo dije en algún punto de la noche?) y bollería variada. Por primera vez me percato de que tengo hambre, ya que mi estómago emite un quejido que me sonroja.
-Espero que sea de tu agrado, Rose no sabía lo que te gustaba, así que optó por la variedad.- Dice en un tono de voz suave y alegre. ¿Quién es Rose?- Es mi cocinera, lleva en esta casa desde que la compré, es casi como mi segunda madre.- Dice él adelantándose a mis pensamientos, supongo que por la cara de incredulidad que he debido de poner. Comienzo a tomar mi café, escuchando otro quejido de mi estómago, agarro la taza entre mis manos notando el reconfortante calor y le pego un gran sorbo, está delicioso.
-Luego me gustaría darle las gracias a Rose, el café está delicioso.- Susurro con la taza sobre los labios oliendo el suave contraste del café avellanado de mi taza.
-Podrás agradecérselo las veces que desees.- Una luz ilumina su sonrisa confiriéndole un aspecto un tanto tétrico. Pero extrañamente eso enciende una fuerte llamarada de deseo en mi interior.
Devoro mi desayuno con rapidez bajo su atenta mirada, Eso me incomoda de sobremanera, pero no digo nada. Después de desayunar decido darme un baño para eliminar de mi cuerpo toda la purpurina y relajar mis músculos. Cuando salgo del baño él ya no está en la habitación, su guitarra tampoco, y comienzo a escuchar en algún punto de la gran casa unos acordes que me resultan familiares, así que, sin pensarlo salgo en busca de esa deliciosa melodía. Entro en la sala y él está allí, me oye llegar y me mira. Sonríe y un ardor me prende desde dentro, pero no comprendo su reacción.
-Has venido en toalla hasta aquí, nena, así no voy a poder concentrarme.- Dice mientras me miro y, efectivamente, he venido sin nada más que una toalla, me sonrojo y él sonríe.- Valió por hoy, acompañaré a mi invitada a la habitación y le arrancaré esa toalla para poder contemplar ese magnífico cuerpo, desnudo para mí.- Se dice a sí mismo lo suficientemente alto para que yo lo escuche.