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viernes, 5 de diciembre de 2014

Invierno.

Entra por mi ventana ese tenue brillo azulado de la calma del campo al anochecer, me tiro a la cama y dejo que pasen las horas en completo silencio, despierto pero sin querer despertarme.
El día despunta entre las cortinas como un fuego ardiendo entre la niebla, ha llegado la hora de armarse de valor y levantarse de la cama, enfrentarse a la puta vida real y perder un día más, como cada día. Odio esto, odio no saber qué me espera mañana, odio no saber ni si quiera quién soy o quién es la persona a la que le confío mi vida, odio esta inseguridad y a la vez me reconforta, me alegra no tener la certeza que todo lo que estoy pasando será siempre así, la esperanza me mantiene cuerda. Sigo respirando un día más, sigo luchando sin saber qué hacer. Me siento perdida en el vacío, me siento perdida en la oscuridad de tu voz. Quiero salir corriendo, quiero olvidar que me duele lo mismo que un día ya me dolió. Me siento sola. No sé quién soy, tampoco sé dónde puedo llegar a ser, no se mi potencial y.. A veces siento que valdría más... Muerta. No me queda demasiada fuerza, me dan ganas de rendirme a diario, de dejarlo todo... Pero no quiero que todo por lo que he pasado sea inservible, quiero que la vida que me he ganado, me la haya ganado yo. Quiero que mi felicidad dure un poco más que el tiempo que estoy con él.
Me aventuro a mi día a día, paso las horas ensimismada en mis problemas y fingiendo que tengo otras cosas en mente, luchando por mentir a aquellos que no comprenderían por qué me siento así. Por qué le doy tanta importancia a alguien a quien perdí hace tiempo. Me pierdo y no sé cuando me encontraré.

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