Vistas de página en total

lunes, 28 de septiembre de 2015

Mi Único Pecado.

Abro mis ojos, tras otro pestañeo más, tras otro segundo perdida en la oscuridad. Delante de mí la amarilla yesca se amontona a ambos lados de la carretera mientras cruzo medio país para llegar a algún lado, para no volver a sentirme vacía, para no ser solo una cáscara que sigue viviendo de forma autómata, sin un sentido que dar a sus latidos que cantan algún ritmo carente de acordes asonantes o consonantes, carentes de realidad. Huiré de nuevo, como llevo haciendo toda mi vida, en este mundo tan vacío, tan silencioso, tan triste. El autobús se para en aquel andén tan simple, tan vacío de todo. Me bajo del bus y noto el frío de esta tierra, noto en mi cuerpo como mis células me piden que me ponga más ropa. Pero todo mi equipaje está en el maletero del bus, así que tengo que esperar a coger algún abrigo.
De pronto, mientras espero a que me abran el maletero, unas manos se pasan por mi espalda, colocándose en mis caderas y unos labios marcando un cálido beso sobre mi mejilla. Sonrío, no puedo evitarlo, ese olor que llega hasta mis fosas nasales jamás podré olvidarlo. Es mi mayor vicio, mi mayor debilidad y mi fuerza. Paso mi mano, sin mirarlo, por su trasero y la coloco en el bolsillo de atrás del pantalón.
Por fin me abren el maletero y me saca las maletas, por fin lo miro, está tan guapo... Me quedo como una tonta mirándolo, mientras se acerca a mí y me roba un beso de esos que despiertan hasta a los muertos. Cuando me suelta me descubro respirando profundamente mientras la excitación y las ganas cubren cada célula de mi cuerpo, cada centímetro de mí.
Llegamos a su casa, tras un largo paseo por la ciudad, hace frío. Pone mi maleta sobre la cama de su cuarto y después me coge en volandas, me pone contra la pared mas cercana mientras me besa con fuerza.
Empiezan mis vacaciones, de la mejor forma.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Laberinto.

Caminamos, dejando nuestra huella sobre la línea etérea que dibuja suavemente nuestro destino, que marca el rumbo por el que nos movemos y limita nuestras decisiones a unas preguntas concretas.
Y, con cada paso que dejamos marcado sobre la línea, vamos abriendo grietas, guardando lo caminado en algún punto de nuestra mente, de éste pensamiento vacío lleno de ideas deformes que damos forma con el cerebro. El camino va llenándose de piedras, trozos de aquellas silenciosas grietas que hemos abierto con nuestras decisiones, piezas que dificultan el seguir adelante e, incluso, cuestionan si merece la pena seguir caminando... Esa horrible pregunta sin respuesta, que jamás podremos saber, pues no podemos ver el premio que nos espera más allá del puro sufrimiento al que exponemos nuestros huesos, que chocan sonando con violencia contra el suelo. Nuestro paraíso tras haber saltado todas las piedras del camino, todas las grietas que nos quebraban las rodillas y atascaban nuestros pulmones, impidiéndonos respirar por el polvo que van levantando a nuestro paso sobre ellas. Dejando escapar por las grietas esos trozos de nuestras almas que no son lo suficientemente fuertes para seguir siendo parte de nosotros mismos y que dejamos escapar muy lejos de nosotros, que jamás vuelvan a entorpecer nuestros pasos, que no nos pongan la zancadilla impidiéndonos avanzar.
Escuchas gritos a lo lejos y dejas que el miedo corrompa tu cuerpo y sigues andando, encarando tus peores miedos, diciéndoles a la cara todo el miedo que ellos te provocan y que te da igual todo lo que hagan. Porque no tienen poder sobre ti, porque tú eres muchísimo más fuerte que todas ellas, porque algún día te darás cuenta que por fin superaste la prueba , que ya no queda nada por lo que seguir corriendo, que aquellos monstruos que pensabas que te seguían, se han muerto en algún punto del camino, que ya no siguen detrás tuyo. Pisándote los talones, sujetándote la sombra para que no puedas llegar más lejos de lo que ellos te permitían.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Amanecer.

Camino, como siempre, 
no creo que sea tiempo de detenerme. 
Es hora de seguir adelante, 
siempre callada, siempre constante, 
con el corazón en una mano y la cabeza en la otra. 
Con el coraje de ser lo que alguna vez te hizo ser idiota,
con la manía perdida de ser tú, esta triste loca. 
Aquí, ahora, nada más importa,
solamente una palabra que mancilla
el susurrante sonido de esta boca,
solo un nombre, un ente,
una sonrisa, una mirada, una persona.
Solo un recuerdo, una razón para seguir
para jamás detenerme, no ahora,

Saber que más adelante aún queda
algún resto de lo que la lluvia
borró, desde aquellas tristes sombras.
Una luz que me lleve más lejos,
un fuego fatuo que jamás deje de brillar.
Una guía perdida allá lejos, en algún hondo mar.
Quiero salir de mi vida, verla entera,
volver a rememorar desde la lejanía,
desde la inocencia de no pensar que es mía.
Y así ver mis errores desde otra perspectiva,
y así reírme de aquellas noches a oscuras,
encerrada en mí misma.

Y otra noche pasa, sin ninguna sonrisa,
pérdida en los sueños de alguien
que ya no sigue con vida.
De una desconocida que fui 
y a la que nunca más quiero volver.
Recordando durante horas, esas nubes,
ese cielo, esas luces, aquel amanecer.


jueves, 10 de septiembre de 2015

Colias Común

Ver pasar una mariposa blanca y recordar aquellas palabras, aquella frase que lo empezó todo, aquel momento que quedará en mi memoria para siempre, por todo lo que ello implica.
Extrañar aquella simplicidad de la felicidad enlatada  en tardes a la sombra tirada en cualquier parte. Extrañar ese apoyo incondicional que ahora me brindan otros que por aquel entonces no estaban en mi vida. Caminar por este sendero lleno de baches, de subidas, de bajadas... Lleno de mi vida que se muestra ante mí con la mirada perdida. Con el corazón alborotado y las ganas de llorar suspendidas en el tiempo, congeladas mientras intento seguir adelante y no encuentro aquel sonido que antes llegaba a mis oídos y enturbiaba mi ya descontrolada mente; Su voz. Ahora llega otra voz, una más grave, que se muestra en un susurro contra mi oído y me despierta una y mil veces de estas pesadillas con las que lidio día a día. Y aquí estamos, la muerte y yo enfrentándonos como de costumbre, como cada día desde que tengo memoria, evitándonos la una a la otra mientras el tiempo da por ganada mi partida, porque tarde o temprano ha de finalizar la primavera, tarde o temprano las flores se secan y dejan paso a los frutos que más tarde se hielan. Miro de nuevo a la cuenca vacía de mi temida enemiga y me veo reflejada en la nada, como de costumbre, me veo inmersa en la oscuridad mientras tratan de hacerme huir de todo. Pero yo soy más fuerte.
Yo tengo algo que ella no, una vida, tengo todo el tiempo del mundo para luchar contra lo que venga y para salir victoriosa en cada partida contra ella. Pues ya he vencido a la muerte, mi fiel compañera, ya te he ganado cuando tengo asumido que soy la única capaz de dejarme atrapar y, que si no soy yo, jamás podrás vencerme, Porque el tiempo me ha enseñado mil caminos que he dejado atrás, mil decisiones que ya no volvería a cambiar, mil situaciones de las que aún no sé cómo conseguí escapar. Aquí me encuentro de nuevo, pensando en todos aquellos recuerdos y descubriendo tantas decisiones que me llevaron a su encuentro, tantas cosas que han hecho que hoy sea parte de esta familia que yo he elegido y que no me ha sido dada por la sangre. Porque he aprendido que la que eliges puede ser tan maravillosa como la que sangra igual que tú.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Letras sin Sentido.

Frío, todo mi cuerpo se revuelve en múltiples sacudidas que vienen desde mi diafragma hasta mi garganta. Mientras, mis ojos no paran de emanar demasiadas gotas de agua salada que resbalan por mis mejillas. Está siendo duro. Muy duro. No comprendo qué es lo que hice tan horrible en otra vida o en esta misma para ahora merecer sentirme como una mierda la mayoría de mi tiempo, aunque este reloj tiene las manillas rotas, aunque este tiempo se quiebra a mi al rededor y me cierra la boca mientras otra oleada de dolor escala mi garganta y me dificulta la respiración mientras aprieto mis labios para evitar llorar muy alto. Para evitar que alguien me oiga, para evitar que se den cuenta de lo débil que soy. No soy ninguna heroína, estoy harta de que todos piensen que así es y que luego sus ojos reflejen esa decepción que tanto duele. No soy ninguna heroína, no sirvo para serlo, soy demasiado débil en un mundo en el que serlo es lo que te hace humano y lo que te hace perder.
Noto mis latidos, alborotados en mi pecho. Noto ese dolor, ese que tantas otras noches no me dejó dormir, ese dolor taladrante que quiebra lo poco de persona que queda en mí. Y de nuevo las cascadas emergen de mis ojos, y otra vez mi diafragma se contrae haciendo que aguante la respiración en la oscuridad, tumbada en mi cama, mientras el aire va empapando mis células de dióxido de carbono y yo voy necesitando de nuevo tomar aire. Pero me da miedo,
Temo que si respiro, el mundo se mueva, siga girando y siga matándome como cada día de mi vida hasta ahora. Y pienso en tantas cosas que son culpa mía... Y tantas otras que son culpa de este destino incierto que me tiene ahogada, prisionera de mis emociones y sentimientos. Prisionera de mi propio tiempo.
Cansada del ritmo que marca mi corazón me paro, me quedo quieta observando todo a mi al rededor, todo lo que va pasando sin poder pararlo. Y de nuevo, como siempre, aparece él y me ofrece un descanso, me guarda del miedo, me para las lágrimas y me dice:
"Vamos, pequeña, deja de llorar. Para mí siempre serás mi heroína."
Pero lo que él no ve es que el verdadero héroe de mi historia es, y siempre será, él. Mi príncipe de brillante armadura que vuelve a salvarme de mi misma, porque siempre seré mi mayor enemigo, porque soy la única capaz de hacerme mella en el corazón de esa forma imborrable para nadie. Porque soy la única capaz de convertirme en un borrón escrito entre un montón de letras sin sentido.