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jueves, 10 de septiembre de 2015

Colias Común

Ver pasar una mariposa blanca y recordar aquellas palabras, aquella frase que lo empezó todo, aquel momento que quedará en mi memoria para siempre, por todo lo que ello implica.
Extrañar aquella simplicidad de la felicidad enlatada  en tardes a la sombra tirada en cualquier parte. Extrañar ese apoyo incondicional que ahora me brindan otros que por aquel entonces no estaban en mi vida. Caminar por este sendero lleno de baches, de subidas, de bajadas... Lleno de mi vida que se muestra ante mí con la mirada perdida. Con el corazón alborotado y las ganas de llorar suspendidas en el tiempo, congeladas mientras intento seguir adelante y no encuentro aquel sonido que antes llegaba a mis oídos y enturbiaba mi ya descontrolada mente; Su voz. Ahora llega otra voz, una más grave, que se muestra en un susurro contra mi oído y me despierta una y mil veces de estas pesadillas con las que lidio día a día. Y aquí estamos, la muerte y yo enfrentándonos como de costumbre, como cada día desde que tengo memoria, evitándonos la una a la otra mientras el tiempo da por ganada mi partida, porque tarde o temprano ha de finalizar la primavera, tarde o temprano las flores se secan y dejan paso a los frutos que más tarde se hielan. Miro de nuevo a la cuenca vacía de mi temida enemiga y me veo reflejada en la nada, como de costumbre, me veo inmersa en la oscuridad mientras tratan de hacerme huir de todo. Pero yo soy más fuerte.
Yo tengo algo que ella no, una vida, tengo todo el tiempo del mundo para luchar contra lo que venga y para salir victoriosa en cada partida contra ella. Pues ya he vencido a la muerte, mi fiel compañera, ya te he ganado cuando tengo asumido que soy la única capaz de dejarme atrapar y, que si no soy yo, jamás podrás vencerme, Porque el tiempo me ha enseñado mil caminos que he dejado atrás, mil decisiones que ya no volvería a cambiar, mil situaciones de las que aún no sé cómo conseguí escapar. Aquí me encuentro de nuevo, pensando en todos aquellos recuerdos y descubriendo tantas decisiones que me llevaron a su encuentro, tantas cosas que han hecho que hoy sea parte de esta familia que yo he elegido y que no me ha sido dada por la sangre. Porque he aprendido que la que eliges puede ser tan maravillosa como la que sangra igual que tú.

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