Vistas de página en total

domingo, 1 de septiembre de 2019

Proserpina de Bernini.

Salgo de la ducha empapada, me enfundo en mi albornoz y entro en la habitación. Allí estás tú, con tu melena medio blanca despeinada, tumbada mirando por la ventana, mientras la luz anaranjada del atardecer empaña tu piel color porcelana cara. Eres como una de esas esculturas de venus tapadas solo con una fina sabana, como una dulce Proserpina esculpida de las manos de Bernini con tu mármol duro y a la vez turgente a los ojos. Todo tu cuerpo en una expresión de paz absoluta mientras observas el paisaje.
De repente dejo de embobarme mirándote y me doy cuenta de que me observas, con esa sonrisa pícara desde la cama. Me gustaría que el metro y medio de habitación desapareciera pero me encamino a la cama sin prisa, dejando que me mires caminar, como si hace dos segundos no te hubiera comido con los ojos. Me siento de espaldas a ti en mi lado de la cama y comienzo a secarme con el albornoz, noto aún tu mirada felina clavada en mí. Y siento como te mueves hacia mi.
De pronto me rodeas por la espalda y me besas el cuello. Esos labios... Madre mía que pecado esconden esos labios y que no daría por rozar los de nuevo, y lo sabes, por mucho que me haga la dura sabes que me muero por morderlos. Me inclino hacia atrás sobre la cama y me besas, y te beso, y te sientas a horcajadas sobre mi cadera, mientras nos fundimos en nuestros labios sin que haya nada más que importe. Ni la habitación, ni el atardecer, ni la noche que nos encontrará en la cama sin ninguna luz mientras me devoras y te devoro.
De pronto no queda ropa, no sé en qué momento te has quitado la fina braga que era tu única cobertura, aunque no la viera antes con la sabana. Y yo ya no tengo nada, ni prisa ni freno, ni miedo, ni nada. Solo tengo un ardiente deseo que emana de mi bajo vientre y te encuentra, te tumbo sobre tu espalda en la cama, desciendo por todo tu cuerpo llenándolo de besos, lametones y mordiscos; hasta que llego a tu vulva. Húmeda, deseosa, salvaje y nativa al mismo tiempo. Ya la conozco, no mucho, pero lo suficiente y me enciende aún más, recorro con mi lengua cada pliegue despertando primero el deseo para luego acercarme a tu clitoris y lamerlo primero suave y luego más rápido, hasta que noto como tu cuerpo se encorba de placer y agarras la sabana y mi pelo. Mientras gimes y gritas y te proclamas diosa en mi boca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario