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lunes, 8 de octubre de 2012

Para Siempre.

Las pisadas de la pequeña Yolanda se perdían frágilmente sobre la arena de aquella playa, sobre las olas que se traspapelaban entre las rocas y se perdían para siempre. La chiquilla se sienta en la roca más próxima al agua que encuentra y comienza a deshojar aquella margarita que ha recogido tantos recuerdos y ahora trae tanto... dolor, tantas lágrimas y tantas horas despreocupadas perdidas en la máxima oscuridad de aquel mágico acantilado. Escucha tras de sí una suave brisa, la ignora creyendo que no es nada.
Despierta acurrucada en el suelo de la roca, llena de arena y mojada suavemente por la humedad del terreno. Despierta asustada, sin saber donde se encuentra, sigue sus pisadas y vuelve a casa. Mira por la ventana de su cuarto y observa lo que hay escrito sobre el mismísimo asfalto: Te quiero mi ranita. Seguido de una fecha que jamás se borrará de su alma.
Las lágrimas rebosan sus ojos de nuevo, en un intento por aplacar ese miedo que la envuelve cada noche y cada mañana en la misma ventana, con las mismas lágrimas y ese mismo sentimiento de añoranza. Baja la mirada donde, aquella noche de verano, le prometieron un para siempre que luego fue anulado por el destino. Le prohibió que volviera a prometerla nada, le prohibió que volviera a jurar que la amaba, le prohibió que derramara más lágrimas que no fueran ciertas, que la mintiera una vez más y que la hiciera sentirse tan mal. Paseó la vista por las callejuelas y vislumbró cada recoveco de la calle de enfrente en el que había sido tan feliz, hacía tan poco tiempo y que ahora solo era recuerdo, doloroso recuerdo.
Decidió esconderse del pasado acurrucándose en el suelo que le evitaba posar la vista en la calle, posar la vista en lo que no quería mirar porque le traía solamente dolor. No podía seguir ignorando que le echaba de menos, que no podía vivir sin su olor, que sabía que estaba tan lejos... Y a la vez seguía con ella, dentro de su corazón. Que lo quería mucho, que lo añoraba más y que no podía vivir sin sus besos. La naturaleza del destino había hecho que él se fuera y perdieran la oportunidad que se les había brindado.
Bajó por las escaleras de su casa, bajó a la calle con el vestido de aquella tarde, caminó entre las callejuelas y los recuerdos. Vio de lejos una sombra, no se lo podía creer, era la sombra del pasado que ahora se aproximaba a la muchacha con la mirada puesta en sus ojos verdes.
-Hola cielo, cuanto hacía que no te veía...-Dice la voz del dolor con un suave retintín de amabilidad condescendiente.
-¿De verdad piensas que eso arreglará algo?- Dice Yolanda con el corazón en la mano.
-sí, aún tengo confianza en que algún me perdonarás. Algún día...-Dice el muchacho con lágrimas en los ojos.
-No, aquello ya no tiene arreglo.-Dice ella y trata de marcharse. Él le agarra del brazo, la acerca a sí mismo y se queda a dos centímetros de su boca mirándola a los ojos.
-Yo solo quiero estar contigo.-Dice él dejando que una lágrima venza esta batalla. Dejando que ella lo vea y tal vez crea que no es mentira lo que dice.
Yolanda seca la lágrima que baja por su mejilla y pregunta:
-¿Me estás prometiendo un para siempre?-Dice ella y él afirma con la cabeza aunque sabe que eso le puede traer un millón de problemas.
-Lo acepto.-Dice Yolanda sellando ese pequeño trato que les traerá felicidad.
Vivieron la vida como se les permitió y esta vez él cumplió ese "Para siempre" haciéndola feliz.

2 comentarios:

  1. muy bonito
    lo mejor q e leido

    De tu primo

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    1. Gracias Jairo :3 Me alegro de que te guste!!!! Y tiene un poquito de real, pero shhhh :P

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