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domingo, 8 de febrero de 2015

Vicios Sanos.

Baja por las calles de piedra, con el sonido de sus zapatos chocando contra el asfalto. Lleva la mirada perdida en algún punto entre las nubes y el sol que comienza a salir entre las casas. Lleva un bonito vestido color verde inglés, que le da un aspecto pálido a la piel de su rostro, aún más de lo que es, pero que combina elegantemente con su cabello rizado y rojo como el fuego más ardiente. Sus ojos verdes brillan con un aspecto acuoso, supongo que está a punto de echarse a llorar, aunque no sé decirlo con seguridad.
Llega a la plaza y se sienta en el muro de la fuente, con los pies dentro del agua. Algo que, a los poco transeúntes de la madrugada, les parece extraño estando en enero. De pronto me fijo en que pequeños espasmos recorren su abdomen y, con gran tristeza, me doy cuenta de que sus lágrimas ganaron la partida. Pobre muchacha. ¿Que será lo que hace tan triste a una chica tan hermosa? Me quedo observándola con un triste aire melancólico y, de repente escucho una voz que me pregunta qué quiero entre sollozos, no sé cómo, pero me he levantado del banco en el que estaba y ahora le tiendo un pañuelo de papel a la muchacha.
-Disculpa si te molesto, te vi tan mal que se me encogió el corazón, ¿Qué puede hacer llorar a una mujer como tú?-Dije con la mejor de mis sonrisas
-Un hombre como tú, para empezar. - responde ella con voz enfadada pero sin dejar de llorar.
-No creo que ese hombre fuese como yo, sino no te habría dejado derramar ni una sola de tus lagrimas.-la digo mientras ella me mira sin demasiada confianza y siempre sin dejar de llorar. Finalmente no puedo resistirme, saco otro pañuelo y la enjuto las lágrimas que resbalan por sus mejillas con él. Ella se pone muy tensa.
-¿Te hizo daño ese hombre?- digo mirándola preocupado
-Sí, me hizo daño aquí.-se señala el corazón- y ese es un daño que difícilmente sana.
-¿Sabes lo que le viene bien a ese corazón para sanar más rápido?- La digo mientras ella me observa- Un par de tiritas y mucho Vodka.- Por primera vez sonríe entre lágrimas la joven de la fuente.- Soy Alfred. Encantado de darte mis pañuelos.- Le tiendo mi mano y ella sonríe.
-Anna, y si quieres te los devuelvo, aunque no creo que quieras mis lágrimas.- Dice ella.
-No, tus lágrimas de tristeza no, pero permitirme que te ayude con tu tratamiento contra tus heridas, invitándote a un vodka, por supuesto.- La digo sonriendo. Ella se pone pensativa, se levanta de la fuente y se encamina calle abajo. Me quedo parado, pensando que la he molestado, tal vez he sido muy directo.
-Creía que ibas a invitarme a un vodka, vamos, que conozco un sitio genial. Alfred.- Dice mi nombre como si de un ángel se tratara y yo simplemente la sigo. Buena forma de empezar la mañana, vodka y una mujer preciosa a mi lado.

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