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miércoles, 12 de marzo de 2014

Mañana No es Hoy.

La luna se apaga por detrás de la cálida luz solar que esconde miles de frías sensaciones, miles de recuerdos que ya han pasado, un nuevo día comienza y todo está tan callado que parece muerto. Una sombra se mueve por la callejuela de enfrente con un abrigo negro que parece muy desgastado, muy viejo. Pero no tan viejo como la persona que lo porta. Él se arrodilla sobre la acera mugrienta y entierra algo entre la basura, Eitrea solo observa como el.muchacho se levanta y se marcha dejando tras de sí una preciosa margarita que parece estar a gusto entre tanto material en descomposición.
Día tras día va creciendo y ella la ve cómo poco a poco va envejeciendo. Y, el día que la florecilla finalmente muere, aparece de nuevo la sombra para llevársela lejos, sin mediar palabra con nadie, pero compartiendo con Eitrea una única mirada acompañada de un dedo sobre los labios ligeramente curvados por una sonrisa. Ella no puede evitar sonreír, es un chico guapo, la verdad. Un poco extraño, pero oye: ¿Quien estaba realmente cuerdo en una ciudad tan grande y extraña como Nueva York? Ni siquiera ella estaba segura de ser una persona dentro de sus cabales... Pero bueno, la vida era así.
Es jueves por la tarde y llaman suavemente a la puerta, Eitrea trata de llegar a la puerta  desde la ducha, pero cuando abre la puerta solamente encuentra una margarita sobre el felpudo y sonríe ampliamente, debía haber sido aquel atractivo joven del abrigo negro y los labios preciosos. Coge la florecilla del suelo y la introduce en su casa cerrando el amplio portón tras de sí. La mete en agua y se queda mirando las vistas de su ventanal esperando encontrar a aquel chiquillo de locas ideas y días tan dispares.

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