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martes, 5 de noviembre de 2013

Gritos a Contra Tiempo.

A veces te sientas un momento en el suelo, te paras y te quedas en silencio, y piensas simplemente piensas. En las cosas que están ocurriendo en tu vida, en todo lo que está aconteciendo, y te descubres agazapado en el suelo, llorando sin ningún motivo aparente, simplemente teniendo miedo al presente, solo buscando algo que te encuentre en medio de tu profunda oscuridad. Algo que te saque poco a poco las sonrisas y haga que ya no duela tus miedos enfermizos, haciendo que parezcas un poco más fuerte. Esas cosas que detienen de nuevo tu corazón alborotado por el "¿Y si...?" que tantas veces has llegado a odiar.
No sabes que camino retomar, por donde llevar tus pasos hacia el futuro distante que se convierte en este presente cortante y doloroso. No tienes muy claro como hacer para no mirar atrás, tampoco cómo mirar hacia delante sin estar seguro de que vaya a haber un mañana.
Por eso vivo al día, porque cualquier día mi corazón dejará de latir, mis pulmones dejarán de entrar aire, mi cerebro dejará de enviar impulsos eléctricos al cuerpo y mis células dejarán de estar vivas para pasar a ser el alimento de una nueva o vieja vida. Así que bueno, no sé cuántos presentes más viviré, no es algo que tenga previsto saber, no es algo que me quite el sueño, no me importa si dejo de existir, solo me importa que quede algo de mi en este mundo. Aunque sea una pequeña frase, o una sonrisa, o un consejo que le salve mil desvelos a una  persona, me importa una mierda morir el día de mañana, lo único que me importa es que voy a vivir hasta que no tenga ni un solo músculo funcionando. Y no me da la gana de que mi cuerpo crea que puede detenerme, que me ponga enferma por el desgaste del mundo, no me importa que haga frío, tampoco que me sienta en ocasiones débil, sin fuerzas, creyendo que no queda mucho, creyéndome inútil por algo que escapa a mi puro entendimiento.
Sintiéndome impotente ante la acción de mi cuerpo contra esto que pretende devorarme por dentro. No, no soy débil, un día me di cuenta de lo fuerte que era cuando miré a la cara a la muerte y volví de ella. Porque tú crees que soy débil, que no valgo para el mundo en el que me ha tocado vivir, que mis ideales no conocen lógica alguna y que algún día estaré sublevada a ti. Pero te equivocas, mientras tenga voz no dejaré de gritar, mientras tenga puños no dejaré de alzarlos por la libertad y, aunque te pese, mientras este viva seré lo suficientemente libre como para que no puedas sublevarme. El orgullo no se lleva en el corazón, pues este es un simple músculo que no hace más acción que la de contraerse y relajarse. El orgullo se lleva en la mente, en el alma si lo prefieres, en esa parte de tu ser que jamás podrán arrebatarte y que rebatirá hasta la más mínima pizca de ilógica que tengas dentro, porque somos seres inteligentes y por eso no podrás sublevarme, porque tengo la inteligencia suficiente como para saber que mi vida jamás será tuya.
Todo lo que he tenido en mi vida me lo he ganado a base de sudor, sangre y lágrimas. A pesar de que me veas callada mis ojos gritan desde lo más profundo de mi alma.

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