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martes, 4 de diciembre de 2012

Mi razón para Respirar.

Suena el despertador, muy fuerte, en mitad de aquel cuarto oscuro. Una sombra se levanta despacio de la cama, no había dormido gran cosa, pero tocaba afrontar un nuevo día. Salió a la calle, conteniendo las lágrimas y manteniendo una sonrisa que pretendía ocultar aquel terror que hacía que le temblara todo el cuerpo, hasta las pestañas. Llegó a la puerta del hospital con un caja de donuts para las enfermeras, les debía demasiado a aquellas mujeres tan... Increíbles. Cogió aire parada en la entrada del hospital, esbozó una sonrisa y entró a verle, un día más. Recorrió aquellos pasillos, dejó la caja en el mostrador de enfermería, tras su gratitud se quedó en la puerta del cuarto, mirando a Charles dormitar o hacer como que dormitaba...
-Hola, cielo.- Dice ella entrando, sentándose en el sillón de enfrente a la cama y cogiendo su mano, apretándola fuerte contra la suya.
-Hola, mi amor.- Dice él, mirándola directamente a sus ojos llenos de lágrimas, ella ve, en los ojos de Charles, toda la fuerza y la pasión con la que cada día lucha por la enfermedad que lo devoraba por dentro, cada día un poco más, más duro, más difícil de vencer. Aguantó las lágrimas hasta que, el muchacho, soltó la mano de Laura y acarició con esta la mejilla de la chiquilla. En ese momento las lágrimas resbalaron ferozmente por aquella dulce, fría y distante piel.
-¿Cómo puedes mantenerte fuerte a pesar de todo esto?- Dice ella, llorando, sabiendo que no le quedaban demasiados días a su lado. El virus estaba ganando aquella batalla y, tal vez, la guerra.
-Por ti, todo lo que hago es por ti, hasta respirar. Cuando no me queden fuerzas acércame la biografía de tu cuerpo, quiero leer todos tus lunares para tener razones para seguir luchando, seguir siendo fuerte para ti.- Dice él, mientras aprieta fuertemente su mano.
De repente la hace un gesto con la mano para que se tumbe a su lado, abrazada a él. Así, Laura, pierde lo único que le ata a la vida, aferrada a su último respiro, aferrada a esa alma que se escapa de su lado, esa alma que le da realidad, esa alma que le da el aire para respirar, deja de hacerlo. Deja de luchar porque no puede más, aunque el amor de aquella muchacha ruegue porque siga adelante, las fuerzas se han agotado. No puede más y deja su cuerpo descansar, al lado de la mujer que ama, para siempre.

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