Entre las hojas de aquel
que sus ramas entretejen el viento,
veo los luceros del fuego
que un día me vio arder.
Siento en el pecho
mi corazón clamando tu nombre,
buscando el desborde
de tu insaciable sed.
Silencio de hielo,
dureza incansable de cal y papel,
miradas silenciadas,
caricias en silencio...
Nos consumimos en él.
Tú y yo en el mundo, solos ante
el angosto atardecer.
Libros por todas partes
Recuerdos en papel,
lágrimas silenciadas, cayendo en tropel.
Tu piel aterciopelada,
rozando mi rota piel.
Tus calladas palabras
que un día debieron aparecer
desaparecen en el suelo,
gotas esparcidas de ayer.
Me bebo mi copa,
enveneno mi alma rota que tú
buscabas romper.
Medias desvencijadas
en un cuarto sin dosel,
vacío en la oscuridad de la casa,
frío sin abrigo,
noches ardientes sin él.
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