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jueves, 6 de febrero de 2014

Digo Adiós y entonces Apareces.

Caminaba por la acera con aspecto distraído, llevaba en la mano derecha una taza de té caliente, los ojos rojos y el corazón roto. Se detuvo frente a la tienda de animales, observando a los animales jugar entre ellos, mordiéndose con cariño. Se sintió muy sola por un momento, mientras se enjugó de la mejilla una lágrima con un toque de lástima. Hacía frío, el té ya estaba frío y caía al suelo mientras ella dejaba de luchar por estar bien y  se hundía, preocupada, en su mente atormentada. Llega a la puerta, se le escapa una débil sonrisa de pena y abre la puerta.
¿Qué importa ya? Está sola, no tiene nada por lo que luchar, nada por lo que vivir... Se detiene al descubrir en su mente una idea que le rondaba desde hacía varios meses, no podía seguir así. Solo sentía miedo, terror a la oscuridad que le rodeaba. Sube la escalinata con un temblor frío en las manos y en las piernas. Llega arriba con los ojos enrojecidos, suspira profundamente y entra en la estancia fría y oscura... Silencio absoluto, solo el sonido de sus tacones sobre el parqué oscuro, No queda nada en esa casa, lo ha perdido todo, su novio se ha ido y se ha llevado consigo todo el desprecio que le lanzaba a la chiquilla, pero también se ha llevado consigo la vitalidad y la tranquilidad que antes ella irradiaba. Llega a la cocina y abre el gas, pero no cocina nada.
Simplemente se sienta en el suelo y cierra los ojos, poco a poco le entra el sueño y se queda medio dormida mientras se consume.Suena el ruido de un portazo y entra Nicolás en la casa derribando la puerta. La saca en volandas mientras el resto de los bomberos apagan el gas mortal. Nunca volvería a estar sola, ahora tenía algo por lo que seguir sonriendo cada día, él. El bombero que la había salvado la vida y le había devuelto todo aquello que su ex-novio le había arrebatado de las manos.

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