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jueves, 20 de diciembre de 2012

Oscuridad.

La madrugada despunta entre las espesas y oscuras nubes, el miedo cubre directamente toda la ciudad. Arwin camina por las calles, vacías, solas, oscuras... No hay nadie, el miedo empieza a acosarla con la fuerza de un huracán. Comienzan a resbalar por sus mejillas pequeñas gotas de agua salada, que caen hacia el olvido. Está sola. No queda nadie más y tiene miedo. ¿Por qué ella sigue allí? ¿Por qué la oscuridad no la ha engullido, como a los demás? Tiene ganas de gritar, pero se lo impide el temblor de su cuerpo y el miedo de que si que quede gente por allí y pueda oírla... Salió a la calle, entre la confusión y el miedo, para buscara Dalid. No sabe si él seguirá con vida. Una idea se le pasa por la mente "Llámale." Cogió su teléfono y tecleó rápidamente aquel número tan conocido. No hay línea. "Mierda." Pensó ella, y bajó la calle continuando con su camino, no se iba a rendir hasta ver el cuerpo inmóvil de Dalid en el suelo, no se rendiría hasta hallar la certeza de que estaba sola.
No había visto ningún cuerpo, llevaba una hora caminando y no había visto nada, ni nadie. Tenía miedo, la luna velaba por ella pero no era suficiente para no sentir el frío, el olor a quemado y el miedo impartía un efecto de angustia en la muchacha. Caminó, caminó durante horas sin descansar y sin ver a nadie. El silencio comenzaba a hacerse perturbador.
-Si no encuentro a nadie, me volveré loca.- Susurró sin esperar la respuesta de nadie.- ¿Me has oído? ¡Loca!- Gritó con toda la fuerza de sus pulmones.
Llegó a casa de Dalid, le temblaba todo el cuerpo, cogió la copia llave que ella tenía y entró en la penumbra. Olía todo a cerrado, ese portal siempre olía a cerrado. Subió los escalones del edificio, lo más en silencio que pudo y llegó a la gran puerta de madera, sacó la llave, la metió en la cerradura y giró, la puerta abrió sin ofrecer ninguna resistencia. Tomó aire y entró. Caminó por los pasillos hasta llegar a la habitación del muchacho y, allí estaba, tumbado en su cama... Parecía estar bien, pero temía acercarse y que no lo estuviese. -Cariño...- Susurró intentando despertarlo. Nada.- Cariño...- Susurró un poco más alto. Y por fin despertó , entre la penumbra se escuchó un bostezo y ella corrió a abrazarle.- Si el mundo ha acabado, me quedo aquí, contigo.- Dijo él, invintándola a tumbarse junto a él.
-Te quiero.- Susurró ella en su oído mientras se tumbaba abrazada a él, esperando a que algo ocurriera, tanto si es bueno o malo.

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