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viernes, 2 de octubre de 2015

Eternidad.

Suenan voces lejanas en mis oídos, voces de antiguas sirenas que pretenden volvernos a atrapar, pero que nos quedan demasiado alejadas de nosotros, que están perdidas en algún punto de la eternidad, entre tu miedo y tu valor. Buscas en el tiempo más tiempo, rebuscas esperando hallar una respuesta distinta, y siempre encuentras la misma, siempre un NO en los labios enrojecidos por el llanto, una mirada vacía, un corazón sumido en un mar sin retorno.
Pero te despiertas en la noche, con los oídos embotados por aquellas voces endulzantes, por aquellas sirenas que quieren atraparte. Y sientes miedo, como de costumbre, todo tu cuerpo tiembla al contacto con su piel, todo tú se transforma en otra persona al ver esos ojos encendidos, porque ella es más fuerte. Porque ella puede con algo que tú aún no entiendes. Todo este miedo al mañana, todo el argumento de la historia desparramado por el suelo, todo el tiempo perdido sin saber dónde te colocas respecto a esas preguntas que te haces en silencio. Pasan las horas y simplemente piensas en él, estás con él, te sientes sola. Quieres que esa persona que está junto a ti, este bien, porque cuando no lo está no es él. Porque te destroza mirarlo a los ojos y no ver más allá de su tristeza infinita. Porque el tiempo pasa, no puedes evitarlo y te asusta, el pensar que no es eterno, que algún día tus huesos se transformaran en polvo y de tu recuerdo no quedarán sino alguna foto en algún álbum. Tienes miedo a que vean esa debilidad que escondes tras ella, esa otra cara que todos se esfuerzan en no ver, porque está gritando que tienes que ser fuerte, porque está ella exigiéndote seguir adelante. Mi extraña conciencia escamada, mi refuerzo y mi comodín cuando veo esos ojos anegados en lágrimas que no puedo evitar que se derramen, y siento esa pura impotencia que quiebra mis piernas a la altura de las rodillas, que me deja en el suelo con una nueva herida abierta en el pecho. Sangrando. Liberando de tu cuerpo todos esos sentimientos que te ahogan. Porque la muerte te parece buena idea cuando él está así.
Pero es fuerte, por ti, porque no queda mucho de ti ya dentro de esta maraña de huesos y piel, porque el tiempo ha pasado mucha factura a tu agotado pensamiento y a tu cuerpo magullado por todas partes, porque no quieres seguir adelante si no es de su mano. Porque lo único que tienes es eso, esa seguridad de su presencia a tu lado a pesar de todo.

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