Vistas de página en total

domingo, 7 de junio de 2015

Carmesí.

Acaricio con suavidad su rostro, su mejilla se enrojece al paso de mis dedos sobre ella, sonrío contra sus labios, con mis ojos a la altura de los suyos, su cuerpo subiendo y bajando bajo el mío, con la respiración entrecortada contra mi cuello, sus uñas aferrándose a mi espalda, con fuerza. Haciendo que mi garganta deje escapar algún gemido. Veo sus pupilas dilatarse al sonido de mi voz entrecortada, escucho en mi oído un único susurro "Te quiero, pequeño." y simplemente sonrío. Sin poder evitarlo, sin poder dejar de pensar en lo afortunado que soy, en como he podido llegar al punto de tener una diosa así en mi cama y  en mi corazón. Aunque en el corazón le ha sido muy fácil entrar, es imposible no quererla con esos ojos que hacen que se te olvide todo lo malo, con esa sonrisa que hace desaparecer el miedo, o la tristeza, o cualquier cosa que no sea su perfección imperfecta.Quiero que este momento, que cada segundo que paso a su lado, cada latido superpuesto en su pecho, se detenga aquí y ahora, para siempre, para ir bebiendo de esta felicidad que se atrinchera en mi pecho haciendo que mi corazón solo quiera latir con ella.
Pero el tiempo sigue sucediéndose y sigue pasando haciendo que cada segundo esté más cerca de tener que despedirme, que cada segundo sea ya solo un recuerdo a su lado y que desee repetirlo una y otra vez. Como voy bebiendo de sus besos, respirando de sus caricias repartidas por mi cuerpo, mientras cada vello se eriza al paso de su piel. Desear que toda mi cura sea su piel contra la mía, que cada beso se quede en mí. Deseando que nada más que el tiempo nos separe, que solo se quede entre nosotros el aire y nuestra piel. Porque nuestros corazones, aún estando separados, son uno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario