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miércoles, 12 de septiembre de 2012

Ironía Extraña.

Despertar en el cuarto de la persona más importante de tu vida, sentirte realizada, mirar a tu al rededor buscándole con la mirada y darte cuenta de que te mira medio dormido desde el otro lado de la cama. Exhalar un pequeño quejido y estirarte en la cama. Acercarte lentamente a él y besarle suavemente en los labios como saludo, os quedáis abrazados en la cama durante unos minutos más, porque la mañana todavía no ha despuntado del todo. Se estira él también en la cama, se sienta en el borde y se levanta. Tú te quedas ahí, mirando como va a traerte el desayuno, porque él es así. Porque él te quiere hacer sentir como una princesa todos y cada uno de los días de tu vida. Aparece por la puerta diez minutos después con una suculenta bandeja con el mejor desayuno de todos, tu le besas de nuevo y le dejas que se siente en el borde de la cama y que te mire como degustas aquel manjar. No sabes si es lo mejor para ti comer, tú te sientes horrible cada vez que te miras en el espejo, él te recuerda con cada beso que mientes. Él te da razones para continuar viviendo y sonriendo. Porque cuando te quedas mirándole a los ojos el tiempo se detiene y no sabes que llegarás tarde o pronto a tu próximo destino, tampoco te importa mientras ese momento nunca finalice. Acaricias su mejillas, su suaves mejillas, y le miras a los ojos esbozando la mejor de tus sonrisas y sientes que nadie puede estropear ese mágico momento. Le besas, porque no deseas nada más que besarle, porque todo lo que continúa existiendo a tu al rededor es inverosímil si él es la razón que te guía para vivir. Coge una de las uvas de la bandeja y la deposita suavemente sobre tus labios rosados para que comas, solo desea que vuelvas a tener todo el brillo que tenías al principio. Solo desea que vuelvas a ser tú y dejes de lado todo lo que no te gusta de ti misma, que te quieras por encima de todo el dolor y la melancolía. Aunque la verdad sea la que tu ves, no debes dañar tu cuerpo por encima de nada. Ni por nadie. Y menos si ese nadie es aquel que te hace llorar y nunca te hizo reír. Él se lleva la bandeja vacía con una sonrisa en el rostro, está satisfecho de que por fin comas, está feliz de que por fin quieras recuperar toda tu vida y dejar atrás el trágico pasado, que ahora no es más que un montón de cenizas. Deseas decirle que es todo gracias a él, que sigues adelante porque sabes que él está ahí, que nada volverá a dolerte si él sigue siendo el fuerte de los dos. Mientras él te guíe, la oscuridad será imperceptible. Vuelve mientras tú te levantas de la cama, le ves más delgado, más débil... No sabes cuanto tiempo ha pasado desde la última vez que saliste de tu cama para vestirte y pasear por la casa en la que te estás recuperando. Y le ves, cada vez más consumido, con un brillo de alegría en la mirada porque tú te recuperas. Y te sientes como una mierda, y deseas no haberte comido aquel desayuno y deseas vomitarlo todo, para no sentirte tan impotente, para desfallecer al lado de la persona que te hace sonreír todos los días de su vida. Y te vistes, mirando tu reflejo en el espejo y odiándote por sobrevivir y que él no pueda seguir haciendo feliz al mundo con su alegría. En un momento indeterminado, probablemente cuando él te abraza por la espalda, Sientes ese nudo en la garganta y se te escapa una lágrima que él seca con el dorso de su mano. Sabe la razón por la cual lloras, sabe todo lo que sientes que él no pueda continuar su vida y te susurra al oído: "No te preocupes, mi misión es conseguir que tú si vivas." Nada más le importa, solo quiere verte viva de nuevo, solo quiere que tus ojos azules vuelvan a brillar con toda su luz y que la felicidad se marque en ellos de nuevo.
Pero ninguno de los dos está seguro de que su enfermedad se lo permita. Rompéis a llorar, los dos, ambos pensáis que es injusto, que habéis luchado lo suficiente por vuestras vidas y que no deberían arrebatároslas así por las buenas. Así pasáis los días, entre sonrisas y lágrimas, entre tristeza enlatada en la alegría que el resto ven. Y un buen día él ya no está, ella vuelve a sonreír ocultando sus ganas de llorar y vuelve a brillar con toda luz del principio. Él sonríe desde donde quiera que esté, la ve bien, dentro de lo que cabe. Y ella solo es capaz de darle las gracias por todos los desvelos y el amor, por todo lo que él le dio mientras aún le quedaban fuerzas.

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