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lunes, 3 de septiembre de 2012

Difícil Seguir el Camino, Más Difícil Olvidarte.

Despertar, empapada en sudor, sonreírle al mundo y salir de mi cama. Encaminarme calle abajo, sola. Con ganas de ti, con ganas de que aparezcas por una de las esquinas, con tus ojos marrones brillando con la luz del sol, con tus cabellos ondeando con la fuerza del viento y saber que no estoy sola, y sentir que hay un millón de personas esperando a que me despierte y salga de la cama y siga luchando. Que siga con mi vida sin esperar que vuelva aquel que ya he olvidado, esperando a que llegue otro que me merezca y me quiera tanto como yo a él. Alguien que simplemente me haga feliz. Me despedí de la mirada atenta de los transeúntes y me puse a caminar por las calles, intentando que aquellas que vieran mis pasos estuvieran vacías, porque a veces la soledad es necesaria para aclarar los pensamientos, pero solo a veces. Me paré en la tienda, mirando el escaparate, tantas cosas y era tan difícil elegir el regalo perfecto... No quería quedar mal, porque la persona que recibía mi regalo era una de las personas más importantes de mi vida, pero tampoco quería pasarme. Así que me puse un tope en el precio y me adentré en la tienda. Acabé pasándome del precio, pero con el regalo perfecto. Mis putos pensamientos no se callan, dejad que disfrute del día, que hoy hace un poco de frío y eso me encanta.
Ignoré mis pensamientos en un intento imposible por olvidarlos, en un intento imposible por no escucharlos. Me paseo entre las callejuelas, con los brazos fríos, aunque tengo la chaqueta puesta. Ver las nubes acechar por detrás del sol y sonreír, me encanta la lluvia. Notar como las gotas despiertan cada célula de mi piel con el frío de la mañana, notar como cada parte de mi ser despierta de su letargo para comenzar a saltar por el echo de que llueva... Ser feliz y que, por una puta vez, una persona no sea la causa. Sigo paseando, ya acabé con las compras, llego a casa y subo por las escaleras. Vivo en un tercero, tampoco acabo cansada, abro la puerta de mi casa y entro. Me tumbo boca arriba en el sofá a pensar, no pretendo que sea fácil, no pretendo cambiar lo que simplemente es así. Pero prefiero comerme la cabeza, a darme cuenta de que no me importas lo suficiente como para emparanoiarme por ti. Empiezo a pensar en lo que podría hacer para cambiar lo que tengo, en lo que no he hecho y lo que debería hacer. No puedo evitar empezar de nuevo con el "¿Y si...?" ¿Y si no consigo llegar a tu corazón? ¿Y si no consigo quererte tanto como me gustaría? ¿Y si no puedo decirte la verdad y me quedo sin mi oportunidad? ¿Y si nunca me olvido de mis equivocaciones? Levanto mi cuerpo dolorido del sofá y me decido a comer algo de la nevera, un poco de fiambre y pan calmará mi hambre hasta que la noche me diga que debo cenar... Solo el sol es mi reloj, el tiempo pasa solo con la caída del sol, y me da miedo que llegue la noche y yo siga sola.
Me prohibo seguir pensando en ello, salgo a la calle y me tumbo en la hierba, es mucho más cómoda que mi sofá... Miro formas en las nubes, hasta que las nubes desaparecen y cae la noche, vuelvo a casa y me duermo, con el miedo en el cuerpo y el corazón empequeñecido por el temor.

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