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jueves, 23 de agosto de 2012

Hadas.

Ver unos bichos volando por el aire, sentarnos bajo la copa de un árbol, sentir que cae sobre mí un polvo extraño y comenzar a flotar, sin saber el por qué, solo flotar en el aire y verte preguntar por qué desde el suelo, no poder oírte, ver tus ojos azules brillar de espectación e intentar pronunciar tu nombre "Aliema". Llegar a la rama más alta, y pararme, sentarme sobre esa rama. Observar que hay alguien más allí arriba, que se acerca levitando sobre la rama, que no me puedo mover... Que sensación más peculiar, siento miedo mezclado con curiosidad, eso no es lo habitual... Suelo sentir solo miedo. Busco con la mirada una nueva forma de escapar, demasiado tarde, la muchacha, preciosa, ya está sentada a mi lado. Me mira directamente a mis verdes ojos y yo me embobo mirando los suyos, de un color morado anaranjado impresionante. Me acurruqué bajo las ramas, trataba de esconderme de ella, su belleza me deslumbraba. Se acercó lentamente a mi, con sus rizados cabellos ondeando en el aire, me besa y yo cierro los ojos. Un acto reflejo.
Cuando los abro ya no estamos en el árbol, ya no tenía que clavarme la rama en el trasero, ahora bajo mis pies, descalzos (Juraría que antes llevaba unos zapatos...) , hay una pradera de hiera... ¿Morada? ¿La hierba desde cuando es morada? Da igual, por primera vez me fijo en la vestimenta de la muchacha: Un vestido de fino raso que deja ver todos sus recovecos, puedo observar sus perfectos senos a través de la fina tela... Me quedo parada observando su cuerpo, es absolutamente perfecto, no tiene ni un solo rincón que me disguste, me quedo mirando su ombligo, redondo, perfecto, precioso, como toda ella. La chica me invita a seguirla, se gira y tras de sí veo que tiene dos majestuosas alas que finalizan en un precioso trasero. Creo que me maravilla la línea que se marca en su espalda, supongo que es el camino que sigue su columna vertebral y que finaliza en donde se posan mis ojos. Me levanto despacio, medio embobada, la sigo como un perrito desvalido, la sigo. Solo veo una cosa: Ella, el resto del paisaje me es innecesario, solo me interesa ella. No sé su nombre, no sé que es, pero me maravilla toda su majestuosa belleza, me maravilla lo brillante y pálida que es su piel, me maravilla los tersos  que tiene los senos, me maravilla lo perfecto que es su trasero, me maravilla lo rizado y dorado que tiene el cabello, me maravilla lo impresionantemente perfecto que es su rostro, el increíble color de sus achinados ojos, la curiosa forma de sus orejas, me maravilla.
Caminamos durante horas, pero a mi me parecen segundos perdida en los recovecos de aquella majestuosa criatura, segundos observando sus brillantes y esculpidos senos... Segundos que me llevan a levantar la vista y encontrarme de frente con un estupendo manantial de aguas cristalinas en el que hay unos treinta seres como ella, tan mágicos y bellos como la muchacha que me ha llevado hasta allí. Ella se despoja de la tela que cubría un poco su precioso cuerpo, me quedo frente a la cosa más hermosa que me puedo imaginar y solo soy capaz de articular una onomatopeya de asombro. Ella sonríe y me quita lentamente mi ropa, acabo desnuda, frente a la chiquilla, que me besa en los labios de nuevo y me mete en el agua con el resto de las muchachas. Una tarde de increíble tentación por todas partes.
Cuando el sol comienza su retirada, Ajmas me levanta de mi asiento submarino y me saca del agua. Mi piel se estremece. Me lleva a un lugar apartado y , allí, me vuelve a besar unas cuantas veces más. Finalmente me despego de ella y me susurra en el oído "¿Quieres quedarte aquí con nosotras? Te conseguiremos unas alas y será una más de la familia" Yo acepto, me quedo en aquel mágico lugar y soy increíblemente feliz, jamás sabréis las cosas tan impresionantes que vi allí.

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