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sábado, 4 de agosto de 2012

El Garaje

Alma caminaba por la calle mientras la lluvia mojaba su fría piel, era pleno verano, pero la temperatura del ambiente era más propia del otoño. bajó suavemente la cuesta y se dio de bruces contra un muchacho robusto, de piel oscura y ojos sorprendentemente claros. Era moreno y llevaba el pelo largo, le quedaba realmente bien, Alma solo acertó a decir:
-Lo siento, no era mi intención...- Antes de que el chiquillo se abalanzara sobre sus labios y la besara. Alma se quedó de piedra, era Jaime, el chico del que llevaba enamorada más de tres años, y ahora estaba besándola. Un sueño convertido en realidad, un sueño que seguro que tenía final. Eso era lo que le pasaba a Alma, en lugar de disfrutar del momento, se emparanoiaba de lo que pudiera ocurrir o no. Despertó de sus pensamientos en el instante en el que los labios de Jaime se despegaron de los suyos y se quedó mirándola fijamente a los ojos. Parecía como si leyera todos sus sentimientos con solo mirarla, y ella se estremeció al sentir que esos ojos atravesaban su alma.
Se despidió del muchacho y se adentró en la tarea que la habían encomendado y que tan bien había empezado. Debía vaciar el trastero de la familia para meter una nueva habitación, para ella, la trasladaban a su propio cuarto en el trastero... Bueno, no estaba tan mal, era un garaje alejado de su casa que tenía baño propio, llegó allí y se dio cuenta de que su labor le iba a llevar unas cuantas horas, se puso la ropa de enfainar y comenzó con lo que debía.
Al rato apareció Jaime por la entrada y se sentó en una banqueta mientras observaba a Alma trabajar, ella se había dado cuenta de que estaba allí pero esperaba que se levantara a ayudarla sin que ella se lo tuviera que insistir, pero acabó hartándose, se dio la vuelta y allí estaba, sentado, con su sonrisa bobalicona.
-No piensas ayudarme, ¿Verdad?- Dijo Alma con un poco de resentimiento en la voz.
-Es que si te ayudo te irás a vivir unos metros más lejos de mi...-Dijo Jaime haciendo desaparecer toda la ira que ella pudiera tener.
-¡Ah! Vale, pero seguiré viéndote todas las mañanas y a todas horas, porque es lo que más me apetece. Verte.-Dijo Alma mientras él se levantaba, la cogía de la cintura y, tras besarla, se ponía manos a la obra para ayudarla. Se pasaron la tarde limpiando el pequeño habitáculo que quedó claramente precioso y espacioso, Alma se mudó allí al día siguiente y le dio una llave a Jaime, por si algún día deseaba ir a verla.

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