Alma caminaba por la calle mientras la lluvia mojaba su fría piel, era pleno verano, pero la temperatura del ambiente era más propia del otoño. bajó suavemente la cuesta y se dio de bruces contra un muchacho robusto, de piel oscura y ojos sorprendentemente claros. Era moreno y llevaba el pelo largo, le quedaba realmente bien, Alma solo acertó a decir:
-Lo siento, no era mi intención...- Antes de que el chiquillo se abalanzara sobre sus labios y la besara. Alma se quedó de piedra, era Jaime, el chico del que llevaba enamorada más de tres años, y ahora estaba besándola. Un sueño convertido en realidad, un sueño que seguro que tenía final. Eso era lo que le pasaba a Alma, en lugar de disfrutar del momento, se emparanoiaba de lo que pudiera ocurrir o no. Despertó de sus pensamientos en el instante en el que los labios de Jaime se despegaron de los suyos y se quedó mirándola fijamente a los ojos. Parecía como si leyera todos sus sentimientos con solo mirarla, y ella se estremeció al sentir que esos ojos atravesaban su alma.
Se despidió del muchacho y se adentró en la tarea que la habían encomendado y que tan bien había empezado. Debía vaciar el trastero de la familia para meter una nueva habitación, para ella, la trasladaban a su propio cuarto en el trastero... Bueno, no estaba tan mal, era un garaje alejado de su casa que tenía baño propio, llegó allí y se dio cuenta de que su labor le iba a llevar unas cuantas horas, se puso la ropa de enfainar y comenzó con lo que debía.
Al rato apareció Jaime por la entrada y se sentó en una banqueta mientras observaba a Alma trabajar, ella se había dado cuenta de que estaba allí pero esperaba que se levantara a ayudarla sin que ella se lo tuviera que insistir, pero acabó hartándose, se dio la vuelta y allí estaba, sentado, con su sonrisa bobalicona.
-No piensas ayudarme, ¿Verdad?- Dijo Alma con un poco de resentimiento en la voz.
-Es que si te ayudo te irás a vivir unos metros más lejos de mi...-Dijo Jaime haciendo desaparecer toda la ira que ella pudiera tener.
-¡Ah! Vale, pero seguiré viéndote todas las mañanas y a todas horas, porque es lo que más me apetece. Verte.-Dijo Alma mientras él se levantaba, la cogía de la cintura y, tras besarla, se ponía manos a la obra para ayudarla. Se pasaron la tarde limpiando el pequeño habitáculo que quedó claramente precioso y espacioso, Alma se mudó allí al día siguiente y le dio una llave a Jaime, por si algún día deseaba ir a verla.
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