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sábado, 4 de agosto de 2012

Juegas a dejarme sin Palabras

El agua de la ducha caía suavemente sobre mi piel mientras yo estaba allí, de pie, mirando la pared del lavabo sin nada que hacer. Pensando, solo pensando. Salí de la ducha tan agoviada como entré. Mi mente daba mil vueltas, pensando siempre en lo mismo, siempre con los mismos pensamientos a pie de boca. Sin poder expresar mi absoluta frustración y sin dejar de tener la misma imagen en la mente: Tú.
No podía despertar de aquella ensoñación en la que me habías metido con tu mirada penetrante y tus buenas palabras. Me vestí unas tres veces antes de ponerme el primer modelito que había elegido, caminé por la calle, mientras me caía una suave lluvia sobre mi cuerpo mojado. Le vi, allí, sentado. Con los cascos puestos y moviendo el cuerpo al son de la música. Me acerqué despacio, fingiendo que mi corazón no se desbocaba cada vez que te veía, que me besabas, que te acercabas a mi y me llegaba todo tu aroma y se quedaba allí todo el día. Iba empapada, pero a ti te dio igual, nada más llegué, tu mejor sonrisa y un abrazo impresionante de los tuyos que me dejan sin palabras. Tú también estabas empapado, no me dí cuenta hasta el mismo momento en el que me acerqué y te besé suavemente los labios. Miré tus ojos verdes y me quedé embobada durante un segundo eterno. Nos despegamos un poco y miramos aquel hermosos paisaje empapado que decoraba nuestra historia de amor o solo cariño, no lo sé. Sinceramente, la lluvia cegaba mis pensamientos y mi juicio, la tarde era fría y caminé a tu lado, hablando, solos en un camino que ninguno estaba acostumbrado a llevar.
Caminamos durante horas y dimos de frente con La Cala de las Sirenas, mi lugar favorito. Nos sentamos allí, bajo la lluvia, observando el paisaje de mar. Paseé mis dedos por tu espalda en busca de una mirada o una simple respuesta a una difícil pregunta. Ocho letras y un sentimiento que no sé si sientes... Me lanzo a tus brazos y hundo mi rostro en tu hombro, la frustración a ganado a mi fuerza de voluntad. Me lamento por no poder aguantar las lágrimas y estallar en un gimoteo incesante que no podía dejar de abrazarte. Tú estabas ahí, quieto, abrazándome y acariciando mi pelo pelirrojo. Me tapo la cara de nuevo con tu camiseta y por fin levanto la cara, me estas mirando con tus ojazos directamente a los míos, eso me hace sentir protegida. Me besaste en lo labios y me dijiste:
-No llores, siempre estaré aquí para ti.- Con tu voz penetrante que me hace sonreír cual niña tonta, con las mejillas sonrojadas y un calor en el rostro que demostraba lo mucho que te quería, aunque no quisiera admitirlo. Me puse a tu lado, todavía llorando, y me abrazastes para que no sintiera el frío de la noche.
Nos levantamos de la roca y fuimos a pasear por la arena de la playa, que estaba mojada, paseamos en silencio. Silencios de esos en los que ambas partes saben que la otra está pensando en él o ella. Y acabamos sentados en la arena, observando la luna mientras nos besábamos para dejar constancia de lo que sentíamos, por pequeño que fuera. Para no arriesgarnos a usar palabras que no lo dijeran todo como deberían, para ser felices... El tiempo que se nos permitiera.

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