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miércoles, 15 de agosto de 2012

Te Quiero.

El sol entraba por el ventanuco de la habitación de la muchacha mientras esta trataba de apurar las últimas horas de sueño entre las sábanas húmedas del calor de la noche. Abrió lentamente sus ajos marrón miel y se sentó en la cama, comenzó a estirarse y a bostezar. La luz solar era tan intensa que hacía que ella a penas pudiese mantener sus grandes ojos abiertos.
De repente se abre la puerta del cuarto y entra Juonis por la puerta con una bandeja, en la que está el desayuno de la chiquilla.
-Buenos días, princesa, ¿Has dormido bien?- Dice el padre a su medio dormida hija.
-Sí, he dormido muy bien, gracias papá.-Dice ella a media voz, todavía algo adormilada.
Se levanta de la cama y se viste para ir al instituto, para un día de esconderse bajo una capa de frialdad para evitar que la gente la haga más daño del que ya la hacen. Pero solo son seis horas de tortura psicológica y luego verá a Marco, que le irá a buscar como cada día. Le dará un gran beso y hará que toda la angustia que haya recolectado en el día desaparezca de su mente dejando solo el amor que siente por el muchacho. Se pone la cazadora para salir de casa, fuera llueve como nunca, y hay alguien esperando a bajo. El corazón de Eire se desboca en un desenfreno de latidos que responden a una sola pregunta: ¿Será Marco? Abre la puerta del portal rápidamente, con los ojos clavados en la sombra que divisa tras el cristal. Nada, detrás de aquella cristalera no hay nada... Que extraño, juraría que había visto una sombra. Bueno, se le hace tarde y se va medio corriendo hacia el instituto, disfrutando de la majestuosa lluvia que cae sobre su pelo dorado para llenarlo de hermosas gotitas brillantes. Llega al instituto, cambia el chip. Ya no es la chica simpática que es fuera de aquellas paredes, ahora es una muchacha reservada que camina por los pasillos haciendo que le resbalen la puyas de sus compañeros y de la gente que no conoce. Llega a su clase, saca los libros de la primera hora y se va al baño, allí nadie la mira mal o la insulta, es su santuario de tranquilidad. Bebe agua del grifo, helada, y vuelve a su asiento. Pasa las siguientes seis horas esperando a que el reloj marque las dos y media y poder correr a los brazos de Marco y decirle que le quiere.
Finalmente suena el timbre, Eire, sale escopetada por la puerta de la clase, no espera a nadie. Llega a bajo y le encuentra allí, con su pelo pelirrojo brillando bajo la luz del sol que ha salido tras la ruidosa tormenta, con su sonrisa esperando a que ella aparezca. Corre a sus brazos y le besa en los labios, suavemente, pero él le acaricia el rostro y la besa todavía con más pasión. Se despegan, se miran a los ojos.
-Te quiero.-Dicen los dos a la vez con las mejillas sonrojadas.- Te quiero.-Repiten al unísono, una sola voz que demuestra la conexión que hay entre ellos.

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