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miércoles, 29 de agosto de 2012

Nieblas.

Correr calle abajo, pararme en la carretera y mirar a los lados. No hay nadie. Son las cuatro de la mañana, ¿Quién en su sano juicio está a esas horas por la calle, un martes? Nadie, yo ando con sumo cuidado intentando no llamar la atención de las sombras, caminando bajo el baho de la noche. Bajo la tempestad que se acerca, impasible. "Cuidado con donde pisas." Me aconsejo a mi misma en voz baja. Las sombras de la noche hacen que mi cuerpo tenga más miedo aún del habitual. Me aproximo a la gasolinera a comprar un poco de agua embotellada para evitar probar el agua de mi motel, algo me dice que me daría una indigestión importante y debía estar perfecta para el día duro que me esperaba. Aquella noche se me estaba haciendo eterna entre el humo de los coches y la niebla de la madrugada. No parecía que el sueño quisiera visitarme o que yo dejara que me venciera. Me daba miedo soñar... Me daba miedo acercarme al abismo de nuevo, me daba miedo que desde mis sueños te recordara sin remedio. Camino de nuevo, de regreso al motel, con las mejillas encendidas por el frío y la mirada perdida en la oscuridad. Me detengo, miro el campo de mi derecha y me detengo. Decido cambiar mi destino y pongo rumbo al banco donde nos solíamos sentar, aquel banco en el que por primera vez me abrazastes, en el que hemos pasado tantas cosas... En el que me has visto aguantar las lágrimas solo para que tú no me vieras llorar. Me siento, cojo el agua y bebo. El baho sobresale por mi garganta lentamente, "Vuelve." Digo en voz baja, aunque nadie me oiga porque estoy sola. Decido sentar en la mesa, no me gusta sentarme en esos bancos de madera, acabo tumbándome sobre la mesa y observando las estrellas, las pocas estrellas que se pueden ver en la ciudad. Veo una sombra acercarse y pongo mi cuerpo por completo en tensión, si quieren dañarme lo tendrán complicado. Una cara amiga sale de entre las sombras, no me lo puedo creer.
-¿Qué haces ahí sola?-Dices y me sonríes como si no hubieras hecho nada.
-Pensar.-Contesto, no pienso dejarte que vuelvas a infiltrarte en mi mente, no quiero que me vuelvas a hacer sentir lo que sentí hace poco... No, no quiero que revivas viejas heridas que cicatrizaron con el paso del tiempo. Me vuelvo a tumbar sobre la mesa, me quedo mirando de nuevo las estrellas, y noto como tú te sientas en el banco, siempre haces lo mismo. Yo me quedo en la mesa y tú te sientas en el banco. Te veo de reojo y puedo ver que me miras desde tus ojos marrones con un brillo suave de tristeza mezclado con soledad, no quiero dormir... No quiero volver sola al motel y tumbarme en mi fría cama, eso solo hará que te recuerde con más fuerza y suficiente tengo con tenerte allí presente, sentado a mi lado mirándome a los ojos y tan cerca de mi que puedo notar tu aliento sobre mi frente. No puedo girar la cara, me toparía de lleno con tus labios y me sería completamente imposible no besarte. Me levanto de la mesa y me siento con las piernas cruzadas enfrente de ti.
-¿Qué haces tú aquí?-Pregunto y todos notamos que me tiembla la voz.
-Pasear.-Contestas tú y noto que me mientes. Eso me da miedo, ¿Qué podrías estar haciendo que no quieres que yo me entere? Un escalofrío se pasa por mi espalda y yo pego un respingo sobre la mesa. Tú me ves saltar y sonríes.
-¿Quieres mi chaqueta?-Me ofreces y yo niego con la cabeza. No quiero nada que lleve tu olor, me costó mucho deshacerme de él cuando tuve que olvidarte a la fuerza. Me despego un poquito más de tu lado, me alejo de tus ojos que me absorven en el infinito brillo que esconden. Incluso en la noche puedo distinguir aquellas partes de tus ojos que era un poco verdosas, incluso en la noche veo como brillan. Mátame, será mucho más rápido que torturarme con unos ojos que tengo prohibido besar...
Me levanto definitivamente de la mesa y me encamino hacia el motel. Espero que decidas quedarte ahí sentado, si no me darán ganas de besarte. Te levantas y me sigues, a cierta distancia y en completo silencio. Paseamos en silencio por las frías callejuelas, me detengo un par de veces y miro por encima de mi hombro para comprobar que sigues ahí. Sigues ahí, impasible, me sigues en la noche, esperando a que llegue a mi destino. Cuando llego, me giro y te miro fijamente a los ojos, después me vuelvo a girar y me meto en la habitación del motel sin darte tiempo a reaccionar e impedirme que entre sola. No quiero volver a verte, porque no quiero volver a quererte. Recuerda: Te he olvidado y ahora soy más fuerte.

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