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viernes, 10 de agosto de 2012

Espejo de Luna

La calle esta vacía, ni un alma rondando perdido entre las frías callejuelas. La noche era cerrada, la luna brillaba sobre la cabeza rubia de la muchacha que se asomaba en a la ventana de su habitación, su casa estaba oscura, nadie más estaba despierto allí a esa hora. La luna era tan mágica que la muchacha no paraba de mirarla como si pudiera mirar dentro de ella, como si viera algo que el resto del mundo no ve o no se ha parado a mirar. Porque con el ajetreo de la vida, se nos escapan los mejores detalles, aquellos que te dan ganas de sonreír, aquellos que te dan razones para vivir, aquellos que solo te dan las personas especiales, aquellos que se te clavan en el corazón y de allí no los puedes sacar... La muchacha se percató en que la luna se oscurecía un poco, una nube la estaba tapando, así que decidió pasar de observar la luna y ponerse a escrutar la calle. A simple vista no hay nadie, nada, ni una sombra engañosa que pueda parecer lo que no es.
De repente se mueve algo, una sombra, y se le eriza el pelo del brazo izquierdo con un escalofrío que hace que parezca que está desprotegida. La sombra se mueve de nuevo, la mirada de esta se asoma entre la penumbra de la noche, negros, casi no se ven en aquella inmensa oscuridad que separa la realidad de todos y cada uno de los sueños que se viven cada noche, en cada casa, con cada vida, con cada experiencia. La mirada misteriosa se clava en los ojos de la muchacha, que en seguida pretende apartar los suyos pero la magia de la noche se lo impide, se queda embobada mirándole, a los ojos negros, a la profundidad de la oscuridad más remota que estos reflejan. Ambos se observan, mientras el frío se lleva el sueño de Katie, la muchacha del ventanal, el chiquillo levanta la cabeza y coge uno de sus cigarrillos, lo enciende, se lo mete en la boca y fuma. A la muchacha eso no la gusta, pero se ha quedado observando sus ojos, sus ojos fríos que se abren a su mente en un remolino de historias inventadas que relaten lo que ese chiquillo ha pasado para tener aquella triste mirada en aquellos impresionantes ojos.
Katie sintió la extraña sensación de que necesitaba bajar, que algo la impulsaba a los brazos de aquel chiquillo... Que ya no estaba en la calle cuando ella volvió a mirar. Nunca volvió a verle, ni una noche más meditando en el pozo sin fondo de sus ojos, sola. Pero siempre esperó que alguien le volviera a hacer sentir lo que él había conseguido en una sola noche.

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