Vistas de página en total

lunes, 6 de agosto de 2012

Buenos Días.

Angel se despierta a las siete de la mañana con la vaga sensación de que necesita levantarse, mira el reloj, pronto. Pero una nebulosa de incertidumbre le impide dormirse de nuevo, le impide descansar para no pensar, para simplemente dejarse llevar y no pensar en él. Se levanta despacio de la cama, todavía algo dormido, se pone su bata azul turquesa y se sienta en la cama. El silencio de la casa se hace desbastador y la hora no ayuda. El sol ya está iluminando las frías callejuelas de la ciudad y la gente ya hace un par de horas que se ha levantado para otro intenso día de trabajo, pero Angel no debería estar despierto, no hasta un par de horas más tarde y no tenía nada que hacer... Así que Angel, se levanta, va al ordenador y lo enciende, mira en Internet, Sabell se ha despertado hace solo unos minutos y ya no está conectado. No sabe que hacer, ¿Y si le llama? Podría hablar con él, no perdería nada, ¿No? La duda se instaló en su mente a la hora de coger el teléfono y marcar el número, ¿Y si no podía decir nada cuando él contestara? ¿Y si se quedaba empanado mirando el vacío de la habitación? ¿Y si acababa colgando?
Decidió no hacer nada, quedarse allí, sentado, mirando la pantalla de su ordenador mientras las conversaciones se abrían ante sus ojos, no le apetecía hablar con nadie que no fuera él, que se le parara el corazón cuando estaba escribiendo un simple "Buenos días." Es un día difícil para Sabell, la negrura de su alma se ha convertido en frustración y Angel solo sabe hacerle sonreír besándole, pero a través del ordenador... Eso es algo complicado.
La luna todavía se ve en el cielo, las estrellas ya se han escondido para dejar sitio a la estrella suprema, el Sol. Sabell está llorando, no quiere admitírselo a Angel, pero él ya lo sabe. Lo nota en su forma de hablar, de contar todo lo ocurrido en fragmentos que solo ellos entendían tras esa relación tan extraña de casi un año. Nadie podía hacerle tan feliz como lo hacía él, nadie era capaz de sonsacarle sus mejores sonrisas.  Ahora la tristeza acababa con sus vidas, ahora la penumbra de la madrugada sellaba un pacto por el que, a la tarde, ambos acabarían con todo sufrimiento, para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario