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martes, 6 de marzo de 2012

Bodas

Una inmensa y amarillenta luna llena coronaba el alba de aquella noche mágica. Ricard esperaba en la salita a que Lala acabara de vestirse y maquillarse. Iban juntos a la boda de sus mejores amigos, los que les habían presentado. Sus amigos les habían presentado porque creían que encajaban, y habían acertado. Llevaban varias noches pasándolas juntos, cada día en casa de uno.
Ricard llevaba un esmoquin negro con una corvata morada oscura. Lala llevaba un increíble palabra de honor azul con toques verdosos. Era la dama de honor. Cuando Lala salió del cuarto de baño Ricard no pudo evitar quedarse boquiabierto de lo hermoso que le quedaba aquel precioso vestido. Lala tenía una preciosa y larga cabellera marrón, que se veía aún más hermosa con la diadema color turquesa, y unos ojos enormes y azules verdosos que parecían un océano. Hoy estaba aún más guapa de lo habitual, si aquello era posible. Ricard se acababa de perder en su mirada hasta que ésta comenzó a gritarle para que despertara y le dijera si aquello le quedaba bien. Ricard solo acertó a decir:
-¿eh? Ah!! Sí, te queda increible.- Después de decir eso sonrio con unos dientes perfectamente blancos y colocados. La sonrisa de Ricard era lo que más le gustaba a Lala. Entonces alguien llamó a la puerta, era Manuel, el hermano de la novia, había ido a recogerles para que asistieran a la ceremonía.
En un pasado Ricard había estado enamorado de Marta, la novia, y habían estado a punto de casarse. Pero ella se había enamorado de Greg, el novio, y había dejado a Ricard. Esos pensamientos afloraban en la mente de Ricard mientras bajaban los 3 en el ascensor, en completo silencio.
Finalmente Manuel rompió el silencio y preguntó por la vida amorosa de ambos, nadie sabía todavía que eran pareja. Ricard y Lala se miraron y no dijeron nada. Aquel día, en el conbite de la boda, Ricard se le había declerado a Lala y en un par de meses serían marido y mujer, para siempre.

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