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domingo, 20 de marzo de 2016

Silencio.

Cerrar los puños con rabia,
notar el sudor cayendo por tu espalda,
la ira brotando con suavidad de tu pecho.
Ahí mirando la escena, desde fuera y
desde dentro al mismo tiempo.
No pareces estar ahí, todo parece tan irreal...
Pero sí estás, es tu cuerpo, es tu vida.
Y es tu miedo el que descansa
impasible en tu rota garganta,
que grita y se desgañita por ser oída.
Escuchada más bien.
Porque alguien, quién sea, defienda
que lo que gritas no es algo
que deba ser silenciado.
Es algo que hay que gritar.
Algo por lo que todos luchamos
y que no debe callarnos,
ni atormentarnos más.

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