Vistas de página en total

martes, 20 de marzo de 2012

Seres de otro Tiempo

La nieve llega a la parte más alta de la montaña justo cuando Ralpheld miraba por la ventana de su casa. Caía suavemente e hipnotizaba al pequeño elfo de pelo negro como el carbón y ojos naranjas como la miel más dulce. La vida de este ser era difícil, vivía lejos de todos los seres vivos por miedo a hacerles daño. No quería sentir lo que, años atrás, había sentido al matar por accidente a su pajarito. Aquella tarde le había costado mucho cortar la leña y estaba hecho una furia, el pájaro comenzó a cantar y, Ralphed, le miró. El pajarillo murió en el acto.
El miedo de su don era lo que le obligaba a estar completamente solo en la cumbre de la montaña. Cuando se asustaba, se enfadaba o se entristecía, podía hacer daño a los que quería... La mirada de aquel muchacho se quebró cuando vio aparecer entre la espesura del bosque a Mirella, en aquel momento no se conocían pero lo haría en seguida.
Mirella llevaba viajando sola mucho tiempo y llevaba días sin comer. Su tez morena era demasiado clara en esos momentos y sus ojos grises ya no tenían ni vida, ni brillo, ni nada. Mirella se acercó a la puerta dura de madera y la golpeó suave pero rotundamente. Al principio Ralphed no quiso abrirla para evitar hacerla daño pero, cuando la muchacha se desplomó sobre la nieve por la escasez de comida y bebida en su organismo, la abrió rápida y agitadamente. La postró en la cama y la comenzó a alimentar y cuidar.
La semana siguiente transcurrió tranquila y trabajosamente. Ralphed no se separaba de ella nada más que para ir a por más agua o comida o fuego. La muchacha había recuperado todo su color y su peso habitual y ahora se la veía bellísima. Era tan hermosa que Ralphed jamás le quitaría el ojo de encima, pero temió lo que pudiera pasarle por mirarla así. En ese mismo instante la muchacha comenzó a despertar, de pronto comenzó a toser nerviosamente por encontrarse en ropa interior y en casa ajena y con semejante ser enfrente. Ralphed era claramente hermoso y la mirada que depositaba en ella engatusaría a cualquiera. Era tan bello... Y parecía tan dulce... La confianza que parecía emanar tranquilizóa Mirella y pudo preguntar la identidad del muchacho y el por qué de su disposición en aquella cama. Él se lo explicó sin ataduras y le ofreció más agua. Ella aceptó. Después le preguntó si podría quedarse en aquella casa durante unos días, él no supo contestar y la muchacha lo interpretó como un sí. Vivieron durante vatios años juntos finjiendo que lo que sentían era solo cariño y amistad.
Una tarde Mirella estaba enferma, postrada en la cama como el día que se conocieron y él la cuidaba. Entonces ambos fueron acercandose hasta fundirse en un beso, un increible beso que comenzaría su relación. Que sería fantástica, larga y feliz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario