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miércoles, 29 de febrero de 2012

Sonrisas en Lata

Noche de desasosiego frente a la leña ardiendo, María sintió que se le rompía el corazón  al recordar la discusión con Javier. Habían discutido porque ella quería un perro y él un gato, ahora le parecía una tontería pero, en su momento, fue lo peor que le podía haber dichoese. Entonces entró Angélica en la escena, particular y horriblemente tranquila, se acercó a María, la besó en la frente y se sentó a su lado. Se quedaron un rato en silencio hasta que comenzó a hablar María:
-No sé que nos ha pasado, esta discusión no tiene ningún sentido, ha sido una auténtica chorrada.
-Ha sido la gota que ha colmado el vaso de los pequeños e insignificantes puñales que os lazáis constantemente.- La respondió Angélica, sintiéndose fatal de habérselo dicho así, sin adornos.
María estaba especialmente sensible después de la muerte de su tío meses atrás y las discusiones con Javier no eran una ayuda muy efectiva, que digamos. Sabía que llevaban así algún tiempo, pero de ahí a lo de hoy, había un gran paso. Quería a Javier pero no iba a vender su dignidad ni su salud para estar con él, Javier debía aceptarla tal y como era, sin tratar de cambiar nada, debía aceptar meter en casa un perro además del gato que él mismo quería meter. María se sorprendió pensando eso y esbozó una pequeña sonrisa, por lo cómico del pensamiento, pero enseguida esa sonrisa pasó a ser una sonrisa triste y desconsolada y se hundió entre los brazos de su amiga mientras descargaba toda su frustración en forma de lágrimas. Por fin se decidió a entrar en la escena Javier con los ojos rojos de llorar y su pelo rubio despeinado de estar dando vueltas en la cama. Se acercó a Agélica y le pidió que los dejara solos, ella lo hizo y dejó a María, con la mirada perdida en el fuego, y a Javier hablando.
Finalmente decidieron que se dirían todo lo que se tuvieran que decir siempre y Javier la dijo que estaba dispuesto a tener una perrera con tal de que ella estuviese en su vida. Realmente Javier era consciente del dolor que María estaba sufriendo y simplemente la abrazó. A la mañana siguiente María se marchó de la casa y se fue a la casa que le había dejado su tio en Austria, a miles de kilometros de Javier.

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