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domingo, 24 de julio de 2016

Hera Bullingthon

Yo solía ser una mujer fuerte e independiente. Pero las cosas cambiaron. Ahora soy muchísimo más fuerte.
Mi vida fue concebida hace unos... 800 años. Vivía en una ciudad bastante grande con mi familia. No éramos ricos, pero jamás me faltó de nada. Cuando crecí, estudié para ser Médico Forense, para darle un sentido a todas aquellas muertes. Para hacer algo por todas esas vidas terminadas. Me licencié primera de mi promoción, abrir cuerpos y estudiarlos se me daba bien, siempre tuve un sexto sentido para ver enfermedades en otros. Pero a los 33 años, mi vida cambió.
Había decidido emplear mi vida en trabajar y triunfar, al darme cuenta de que, mi deseo de ser madre, había sido inculcado por la sociedad patriarcal que nos ata al papel de madres y cuidadoras para que no subamos en la escala social. Mi deseo era una mera construcción de mis miedos a que la sociedad no me dejará integrarme. Aunque tampoco podía serlo por temas de salud, pero eso casi que mejor.
Entonces le conocí, era un hombre alto y corpulento, un médico muy reconocido. Inspiraba un aire de total y absoluta superioridad, un aire hipnótico y adulador. Tiempo después descubrí lo que era ese aura extraña.
Me cuidó durante bastante tiempo, me ayudó a avanzar y a ser mejor médico. Me ayudó a superarme y jamás me pidió nada a cabio, al menos eso pensaba. Cuando él vio que estaba preparada, me transformó en lo que soy hoy, casi 800 años después. Una mujer dedicada a mis placeres y a los de mi familia. Una mujer que no necesita a nadie para sacarse las castañas del fuego.
Aunque la transformación me quemó por dentro, hasta el punto de desenterrar ese deseo de ser madre que había ocultado. Hasta convertirlo en una locura de la que me sería difícil salir. Intenté ser madre así varias veces, de verdad que lo intenté, pero por suerte mi Sire me salvó la vida. Más bien evitó que me matara. Evitó que secara la sangre que corría por mis muertas venas para hacer una cosa casi imposible. Me salvó de mí misma y de mi locura.
Con el paso del tiempo aprendí de lo que era, aprendí de mí y de los de mi alrededor. Aprendí a manipular y a hacer de los demás unas marionetas a mi merced. Así que volví a reprimir el deseo de mi maternidad hasta dar con la respuesta a todas mis plegarias.
Fui a casa de la familia más rica de mi ciudad y me ofrecí como canguro nocturno de sus hijos. Al poco de entrar, descubrí que la mujer tampoco podía ser madre, que todos aquellos niños eran adoptados. Y eso en parte me hizo feliz. Eso me dio una razón para ayudar a esa familia, para integrarme y convertirme en una más. Los niños me adoraban y yo adoraba pasar tiempo con ellos. Cuando la mujer murió, decidí transformarme en ella, adquirir su vida y fingir una enfermedad por la que no podía salir demasiado de día. Así pasé algunos años, hasta que el marido murió, cuando su hijo mayor se transformó en mi sirviente, en mi ghoul, con el que fingí la muerte de la madre de la familia y devolví mi cuerpo a su forma. Así dominamos con mano de hierro la ciudad en la que vivíamos, convirtiendonos en la familia más influyente de por aquí. Siendo fieles a mi Príncipe, por supuesto, el cual me dio como premio a mi fidelidad, la autoridad de mi territorio. Convirtiéndose en el territorio de caza de mi familia.
Todo iba bien hasta que se aproximaron aires de guerra, que decidimos ser los primeros en mover ficha, no dejamos que nadie nos arrebatara la ciudad que con tanto ahínco habíamos protegido. Así que pronto las tropas estaban en favor de nuestro Príncipe y se dirigían a atacar el país vecino. Así comenzó la gran guerra. Todo empezó ahí, oleadas de sangre que descendía por las aceras y centenares de cuerpos volviendo a casa sin una pizca de vida. Así nuestra comida se vio diezmada y pasamos mucho tiempo a dieta, hasta que la comida que teníamos no era suficiente y, por no comerme a mis propios hijos, decidí dormirme durante unos años, hasta que la situación mejorará.
Cuando desperté, la situación estaba mejor, pero la guerra continuaba. Mis hijos me contaron lo que había ocurrido en esos años y desmintieron algunos recuerdos que yo creía tener. Algunos malos sueños.
A día de hoy somos una familia muy influyente para la escala social elevada, tenemos posesiones importantes y cuidamos de los niños más pobres con la intención de que un día sirvan a la corona. Mis hijos más mayores ya han abandonado el nido, ya están gobernando sus propias y eternas vidas. Ahora me dedico a educar a las próximas generaciones, las cuales aprenden sobre nuestro mundo y el vuestro para manipularlo a su antojo.

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