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miércoles, 27 de abril de 2016

Sueños de Otoño.

Las hojas amarronadas caían y plagaban la hierba del tosco bosque. El sol lucía por encima de las copas deshojadas por el otoño, la temperatura de los días anteriores, había descendido de sobremanera. Los animales comenzaban a guarecerse en sus madrigueras y el bosque sólo reproducía el sonido del viento gélido contra las ramas funerarias.
Mis labios ya se estaban amoratando en contraste con mi pálida piel, tenía bastante frío, a pesar de llevar un abrigo largo marrón, y una gruesa bufanda gris.
Arrastraba mis pies por encima de la hierba, pateando con suavidad las hojas caídas. Buscaba un pequeño claro a la orilla del lago para sentarme delante de las aguas mirando a la nada.
Llegué a mi destino y me senté bajo el árbol que tantos azorados momentos había presenciado, aquel silencioso observador. Mi mente se sumió en aquellos recuerdos que ya no volverían a ocurrir. Sus manos acariciando con suavidad mi piel, sus labios dibujando una ligera estela por mi blanquecina clavícula y sus dientes marcando con fiereza mi cuello.
De pronto el frío parecía desaparecer, mientras dejaba mi mente vagar por un tiempo ya perdido en el olvido, un tiempo borrado de un manotazo por las horas.
Recordar los veranos en ese mismo lago, que ahora poco le faltaba para congelarse y dejar a toda esa fauna atrapada, hasta que la primavera le devolviera el calor y, con él, la vida.
No sabía qué había ocurrido para que él olvidara todas aquellas caricias, nuestros cuerpos humedecidos por el agua del lago, fundiéndose en millones de sensaciones; su cuerpo contra el mío, su piel bronceada por el sol, dejando marcas en mi piel, blanca como la cal, y en mi inocente alma. Ese éxtasis de dos corazones encontrados en un lugar sólo de ellos, un escenario que representara aquella tragicomedia que podría haber estado escrita por el mismísimo Bécquer.

Una lágrima descendió mi mejilla extrañándolo y, en ese momento, decidí levantarme y huir de los recuerdos. Regresar a mi confortable casa y esperar que todo aquello volviera a ser el sueño que fue.

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