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miércoles, 21 de octubre de 2015

Cuarto Creciente.

Hoy me he levantado con ganas de seguir escribiendo, con ganas de gritarle al mundo lo que pienso, de defender en mis letras todo por lo que he luchado en mi vida. Todo lo que tengo, que no es poco. Así que me he puesto de nuevo, boli en mano, y he garabateado muchas palabras sin sentido, muchas cosas carentes de matices que después habría que maquillar para que puedan ser leídas, muchas ideas confusas buscando una recóndita razón. Unas, sueños confusos de noches oscuras y cálidas mantas, otras, pesadillas de frío y miedo, de sangre y suciedad sobre mi piel. Y me he leído a mí misma en esas letras, me he encontrado agazapada en aquella exclamación que se atropella después de decirme que no valgo, después de hundirme, ese aliento que me devuelve al campo.
Pues no hay sonido más ensordecedor que el silencio de los labios que callan una verdad, ni una mirada más triste que aquella a la que ya se le han secado las lágrimas. Que no hay camino más duro que el que tememos transitar, porque nos carga a la espalda más equipaje del que solemos llevar, nos carga con esas preguntas que luego nos dan más miedo. Sobretodo tememos el qué vamos a responder a ellas, normalmente no sabemos qué responder. Miro mi reloj y me percato de que llevo mucho tiempo escribiendo sin darme cuenta, mucho silencio en mis letras. Y me paro, mirando un folio en blanco, que se supone que contiene todos mis pensamientos... Y contiene mil cosas que me asustan, mil miradas que me tientan y mil puñales que me matan. Contienen más pesadillas que sueños, contienen más miedo y más armas de lo que me gustaría que expresara mi alma. Y me encuentro mirando sin mirar y leyendo sin leer, pensando en como he llegado hasta este punto de mi historia dónde los recuerdos pesan tanto y queda tanto de ellos que no sé qué hacer. Porque no los quiero. Porque he pasado página y de aquella que fui no quedan más que trazos en un folio sucio. Grietas en un rostro al que le sobran las penas y le faltan más sonrisas.
Y algún día haré caso a estas cosas que escribo, algún día seré yo quién me lea y diga: Tengo razón, esta sonrisa tiene que ser más fuerte que las lágrimas.

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