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viernes, 16 de septiembre de 2022

Rabia

Estoy en piloto automático
desde hace varios meses, 
intentando mantenerme a flote 
mientras mi cabeza me grita que deje de patalear.
Me encuentro otra vez sumida 
en mi más tenebrosa oscuridad 
con la certeza de que ya me conozco
cada centímetro de este lugar.
Con el miedo siempre presente de
no ser capaz de remontar,
de que gane la voz que me pide por favor
que simplemente deje de luchar.

Rendirme se hace tan tentador como
un baño caliente en un día frío.
Olvidarme de una vez de que soy fuerte
y simplemente tomar ese desvío
que me lleva de frente
a dar con mis huesos contra el silencio
de la nada, el todo y la eternidad.
Pero siempre tengo en la mente
que por suerte no estoy sola y tengo que luchar
por quiénes quiero y quiénes
han sabido siempre estar.

Pero se hace tan difícil ignorar la idea
de ir siempre más allá,
de dejarme caer en el vacío
de postrarme al fin ante su altar.
Y cuando se vuelve tan tentadora,
que el miedo ya no parece ser suficiente
para detener mis pasos hacia el precipicio
consciente de que no hay nada más...
Es cuando toma el control mi parte más salvaje
y me convierto en quién necesito en momentos de debilidad.
Sale mi parte de reptil que solo quiere seguir
viva. Aunque todo me diga que pare de luchar.

Y ella me habla desde la parte consciente de mi mente,
susurrándome aquellas palabras que necesito escuchar.
Me autoengaño para seguir adelante e ignorar
que no soy suficiente, que no soy valiente,
que no valgo nada y que todo da igual.
Me autoengaño de nuevo intentando olvidar
que me han demostrado suficiente que es mentira
y transformando ese dolor en la rabia
que siempre me ha ayudado a continuar.

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