mirándonos a los ojos, en silencio.
Acariciándote el pelo, llenándote de besos.
Estar juntas. Aunque nos separa
un océano de dudas, dolor y marejada.
Me gusta releer nuestras conversaciones
a horas intempestivas, en momentos de vulnerabilidad
tuya y mía.
En momentos donde nuestro dolor
se hace más ameno cuando podemos
contárnoslo en silencio.
A veces pienso en el sonido de tu voz,
en que me llames con ese acento tan dulce,
con esa voz tan hermosa y pausada.
Que estemos hablando en silencio las dos,
solo con nuestras manos acariciando nuestros cuerpos.
Quiero aprender a decirte que te quiero,
signarte en tu lengua las palabras que siento.
Y entiendo que esto que siento es absurdo,
porque la maldición sáfica
se ha cebado con nuestras
pobres y desdichadas almas.
Pero no puedo evitar sentirlo y
querer escribirtelo a besos en el cuello.
Y solo quiero cumplir el sueño
de besar tus labios una única vez
antes de que el mundo acabe muerto
y las dos tengamos todas las de perder.
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