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miércoles, 15 de enero de 2020

Todos los colores del dolor.

Esta mañana me he entretenido (y no he dormido porque soy así de caótica a veces) leyendo a une compa, que vive con fibromialgia, hablar sobre el dolor. No es la primera vez que me detengo a hablar del mío por aquí, pero sí que me ha hecho pensar cómo lo defino yo: uso colores.
¿Sabéis esos mapas térmicos de las pelis de espías donde las zonas más calientes son rojas y se van volviendo amarillas según se enfrían? Pues así defino el dolor. Un dolor apabullante de este que te taladrar hasta el tuétano y no te deja ni pensar, es un rojo fuerte; un dolor de diario, del que noto todo el rato y con el que ya he aprendido a vivir pero eso no lo hace menos doloroso, es naranja intenso y se extiende volviéndose cada vez más amarillento. Un golpe que me doy es amarillo y un pellizco es casi blanco.
Así es como lo veo en mi cuerpo cuando me concentro en mi dolor para situarlo y saber atajarlo, cuando todo está rojo no hay mucho que hacer: pastillas y a dormir, en el mejor de los casos, cuando no tengo que hacer mil cosas para poder seguir viviendo. Pero cuando es cualquiera de los otros colores, se hace un poco más llevadero. Supongo que cuando has experimentado el rojo, el resto es un alivio, pero no debería ser así. Vivir con dolor constante es una tortura, a veces los medicamentos no valen y otras veces no quieres tomarte medicación con el amarillo, para que te haga efecto cuando tengas el rojo carcomiendo tu cuerpo.
Así que sí, compañere, me parece imposible definir el dolor sin caer en ser una escritora melancólica, porque no hay nada tangible o visual en nuestros dolores; y al final tenemos que tirar de arte y poesía para llevarle a los demás lo que sentimos, y es una mierda. Es una mierda que tengamos que buscar formas de definirlo para que nos crean, para que nos escuchen, para que nos lean. Es una mierda que tengamos que saber expresar de forma clara lo que sentimos, mientras vivimos en un mundo de caos y palabras inconclusas. Nada define con exactitud nuestros dolores, probablemente tú entiendas lo que siento exactamente igual de mal que puedo comprender yo el tuyo, pero se hace un poquito más llevadero cuando os leo hablar de ello sin miedo y hacerme pensar en cosas que nunca me había parado a analizar de mi mente. 

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