Vistas de página en total

martes, 27 de noviembre de 2018

Aquelarre Feminista.

Me levanto cansada, como cada día, me duele todo, soy un amasijo de músculos agarrotados y frío. Estoy cansada. Me levanto, me preparo, como y me voy a trabajar. Así cada día. Así es la puñetera rutina agotadora y caníbal. Solo quiero huir lejos, que no haga falta que me muera de dolor cada día para tener algo que comer, que no sea necesario sufrir o ignorar las exigencias de mi cuerpo para tener una vida digna. Poder obedecer los reclamos de mi alma y de mi mente, que no haya dolor, que no haya miedo, que no tenga más que salir adelante con una sonrisa y toda mi fuerza.
No sé si conocéis la Teoría de las Cucharas, pero cada día a mí se me agotan antes de la hora de irme a la cama, cada día acabo tan cansada que no descanso durmiendo. Cada día no sueño porque mi cuerpo necesita un estado de absoluto sueño para poder regenerar mis fuerzas. Me noto cada vez más dolorida y me refuerzo en mi dolor, no dejo a mi cuerpo descansar porque no tengo tiempo. Recuerdo al conejo blanco con su reloj cada vez que pienso que no tengo tiempo, que no me queda tiempo, que solo me queda esperar y crecer como persona para poder llegar a descansar sin miedo algún día. Que la lucha se pare un momento, porque hemos conseguido avances reales. Que yo pueda sentarme a un lado del camino y ver como mis compañeras luchan por mí de vez en cuando. Estoy en un punto de mi vida donde quiero avanzar, quiero conseguir cosas, quiero luchar y ser libre y quiero que todas mis compañeras lo hagan conmigo. Pero contando con mis problemas y los de ellas, que sea una lucha de autocuidados, que no nos dejemos en el tintero a ninguna, que no nos olvidemos que sufrimos diferente pero la raíz es la misma.
Pero en pocas puedo confíar que vayan a luchar por mi discapacidad.
Pocas he conocido que reconozcan las problemáticas que sufrimos las mujeres discapacitadas, y muchas son las que nos tutelan como si nuestra voz no les importara, como si nuestro sufrimiento no valiera, como si fuéramos unas exageradas y no supiéramos lo que decimos. Hoy sé que tengo unas compañeras increíbles, lo sé porque estoy luchando cada día con ellas, porque son maravillosas y porque escuchan y pelean por mí cuando mi cuerpo no puede. Hoy tengo una red de apoyos que hace unos años no hubiera imaginado nunca tener, porque la verdad es que las guerras no se cubren a solas, las guerras se ganan en aquelarre.
Sé que mis compañeras no me leen por aquí, porque desconocen mi pasado cursi donde escribía cuentos románticos de lo más tóxicos, porque ese pasado, aunque me pertenezca, no es lo que quiero que sepan de mí.
Conocen de mí mi tenacidad, mi cabezonería, que no me paro ante nada ni nadie y que si tengo que decirte cuatro cosas te las digo. Que hace mucho tiempo que no tengo miedo y que las pastillas a veces hacen que se me olviden algunas cosas. Saben que lucho por ellas y por mí, que no me olvido de ninguna, que siempre escucho y que intento comprender. Conocen de mí lo útil, no lo que ya no existe. Y tal vez no sirva de nada que os explique todo esto, no lo hago por vosotras, lo hago por mí. Necesito recordarme que no estoy sola, porque a menudo se me olvida y trato de tirar por todo, agotando aún más rápido mis cucharas. Se me olvida que puedo apoyarme en el resto y desquitarme esta carga.
Por eso gracias, gracias a mis compañeras que cada día pelean porque no sea tan cabezona y las deje ayudarme, gracias por no dejarme agotarme, y conservar mis cucharas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario