Vistas de página en total

miércoles, 1 de junio de 2016

Quizá me leas.

Todavía me doy cuenta de la cantidad de errores que se han cometido en mi familia, la cantidad de dolor, la cantidad de miedo y de incertidumbre. Y no se, no quiero equivocarme, tampoco quiero que mi vida se quede vacía y yo con ella.
Muchas veces parece que no me entiendes, que no comprendes mi dolor, y es todo lo contrario. Comprendes más de lo que quieres admitirme. Y eso te duele.
Te encierras en ti misma y cambias, tragas con todo ese dolor y te estancas, te quedas parada en un estado de indefensión del que intentas escapar y no puedes. Un estado a caballo entre el miedo y la nada. Y, sin pretenderlo, un día estallas, y lo manchas todo de ira, de sacrificio, de dolor, de impotencia, de nada. Hace demasiado tiempo que no hablas, que no te abres con alguien, que no gritas, que no lloras, que no tiras todo y te calmas. Hace mucho que no te desahogas, era cuestión de tiempo explotar.
Aún hoy no creo que te hayas desahogado suficiente, no creo que hayas sacado todo lo que tienes dentro y que te duele, todo eso que infecta tu corazón y te silencia, todo lo que te machaca las neuronas sin dejarte ver nada más. Todo lo que inhibe tu alma y te convierte en un recipiente vacío.
Así que habla, pequeña; grita, llora, patalea y susurra. Haz lo que necesites para volver a estar bien. Para volver a ser fuerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario