Vistas de página en total

lunes, 7 de diciembre de 2015

Torre de Babel.

Llevo toda la noche caminando, todo a mi paso se emborrona y se convierte en una realidad incierta, en algo que tal vez no exista. Que puede ser un simple espejismo de mi realidad atormentada. Me encamino hacia algún futuro que desconozco, hacia algún punto de mi historia que aún no he escrito. Porque estoy demasiado lejos del principio de este viaje, porque he pasado por mucho para llegar hasta aquí, porque no me queda demasiado que hacer tan lejos de casa.
Bajo la última colina del camino, con las manos agarrotadas por el frío, con el corazón acelerado por el cansancio. Miro al frente, con los ojos empapados en lágrimas y veo ante mí aquella ciudad olvidad, aquellas torres de cristal impolutas que brillan recortando el cielo con sus aristas, ese suelo verde moteado en múltiples zonas por flores de muchos colores, aquel cielo lleno de luces que se desdibujan en contraste con el cristal.
Me siento en el suelo mirando aquellas luces y los pájaros piar. Por fin en casa. Por fin lejos de todas aquellas voces desordenadas que no quisiera volverme a encontrar, por fin en mi gélido mundo, donde todo lo que hay soy yo y mis sueños. Y me quedo en silencio un momento, dejando a las lágrimas acudir suavemente a mis ojos, con una inquietante calma, con un silencio impasible que me devora por dentro suavemente. Aquí tumbada, sin decir nada, dejando que todo lo que tenía se desmorone y me devore. Y es entonces cuando otros acuden a mi encuentro y me quedo quieta, dejando que todo pase, que la tormenta se consuma en sí misma y me permita seguir adelante sin pensar en nada más que en mí misma, que es lo que ahora mismo me importa, estar bien para acabar bien esta historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario