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martes, 1 de diciembre de 2015

Heridas a Bocajarro.

Me siento en el sofá del salón, con la mirada perdida en algún punto de la pared, sin saber qué decir, ni qué pensar. Ni siquiera sé si estoy respirando ahora, todo lo que hago es mirar crepitar el fuego con la ferocidad de las llamas devorando ávidas las maderas que hay en su interior. Hace calor en casa, pero yo nunca había sentido tanto frío, jamás, solo siento frío y miedo. De pronto despierto de mi shock y estallo en lágrimas, sin poder evitarlo, simplemente me pongo a llorar y noto el nudo infinito de mi garganta. Esa angustia que viene desde lo más profundo de mi garganta y me hace estallar, me hace no querer estar allí.
Ahora sangro estas letras sobre un teclado que no me va a dar más respuesta que la que yo tengo, no me va a decir más que aquello que yo escribo, pero sosiega mis latidos agobiantes que consumen mi respiración y mi vida poco a poco. Sosiega el ritmo de mi respiración hasta ahora contenida, calma mis pensamientos acelerados que ya ha estallado como he estallado yo. Me siento en el suelo, no tengo muy claro cómo cojones llego hasta allí, pero llego. Y cojo mis rodillas en un intento por mantener un calor que se ha escapado de mí, por mantener una calma que ya no existe. Todo mi mundo reducido a cenizas, todo lo que tenía hecho, roto en mil pedazos que nunca podré reconstruir, que jamás volverán a ser lo mismo que fueron.
De nuevo tener que aprender a vivir, de nuevo tener que volver a aprender a seguir adelante con una nueva herida abierta mientras me desangro un poco más, sintiendo que todo lo que tengo se hace pedazos a mi paso. De nuevo aprender a respirar, de nuevo aprender... Con los latidos alborotados de mi corazón que me piden que sea fuerte, que me piden que siga adelante, y lo soy. Y sigo adelante. Pero duele y eso no es algo que nadie pueda arreglar, simplemente la herida sigue ahí, hay que esperar a que cure.

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