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jueves, 23 de febrero de 2012

Noches de Luna Llena

Alice estaba asustada en su cuarto, cuando empezó a recordar los momentos que había pasado con Eidan. Cada mirada... Era un mundo para Alice. Jamás habria hecho por nadie lo que meses atras había hecho por Eidan... Meses antes había hecho la mayor muestra de valentía que Alice había realizado en su vida. Le había dicho que le queria, pero él no sentía lo mismo... Ella se había sentido fatal, se había tirado días llorando en su cuarto sin parar de pensar en él y en sus ojazos y su sonrisa. Pero hoy recordaba ese día con orgullo y melancolía. Sentía la necesidad de quererle aunque él no sintiera lo mismo, aunque él quisiera a otra... No le importaba, ella le amaba con todo su corazón.
Él era el único capaz de hacerla sentir aquello, aquel sentimiento llamado amor y que era una mezcla de cariño, pasión y amargura. Por que solo necesitaba una sonrisa suya para dejar volar su imaginación y empezar a conjeturar. Siempre sacaba conclusiones precipitadas en todo pero aquello le había costado mucho admitirlo y decir lo que sentía realmente a todos, no solo al hombre que ocupaba su alma. Nunca le habian gustado las mentiras, las mentiras no conducen a nada, pero no podía ocultar su amor hacia aquel chico de pelo negro y ojos color miel que reflejaban un alma brillante y serena. Aquel chico le había robado el corazón y la privacidad de sus pensamientos. Ahora él era sus pensamientos.
No encontraba palabras para describir todo lo que le hacía setir... Él había decidido seguir siendo amigo de Alice y ella era feliz. Cuando Eidan la conociera realmente tal vez cambiaría de opinión... Solo tal vez. Aunque dudaba seriamente que pudiera cambiar de opinión, él era cabezota, pero tan mosno...
De pronto Alice se levantó del suelo y se secó las lagrimas, abrió su armario, buscó la ropa más bonita que tenía y decidió irse a verle, a encontrarse con su chico y sus amigos. Ahora era una chica nueva, quería vivir y luchar por Eidan, era lo que ella más deseaba en este mundo y no podría dejarlo de amar aunque fuera el peor hombre de la Tierra. Ella también era muy cabezota.
Sabía la necesidad de sonreir, por fin quería sonreir. Sabía la forma de seguir el camino que le brindaba el destino y llegaria a su lugar, ella lo sabía.

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