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martes, 31 de julio de 2012

Que Lo decida el Viento.

Me desperté con una mezcla de frío y calor en el cuerpo. Por una parte la mañana era caliente, pero por la otra mi alma seguía fría. Me levanté despacio con la rara sensación de no estar sola y sabiendo que no podía haber nadie en casa. Bajé las escaleras y me encontré de frente con una salita totalmente vacía, ni siquiera se oían insectos molestos, estaba vacía. Un sentimiento de tristeza y añoranza atenazó mi corazón y mi garganta, contuve las lágrimas y me despedí de la estancia para adentrarme en la ducha, tal vez el calor y los vapores sosegaran mi mente y, un poquito, mi alma. Salí de la ducha y me envolví en mi albornoz color azul turquesa. Me sentía bien, hacía mucho tiempo que no me sentía tan... Libre, nada me preocupaba en ese momento, iba a dejar que todo siguiera su curso tal y como el destino lo hubiera marcado. Me vestí lentamente sin poder evitar pensar en lo que pasaría en el futuro, en lo que me tuviera preparado las estrellas y en ti, sobre todo en ti. No podía evitar comerme la cabeza pensando en lo que no debía, pensando en lo que pasaría si cambiaran las cosas... Pero no van a cambiar, aparté todo pensamiento de mi mente y seguí arreglándome para salir y olvidar por un rato lo que tan profundo se había quedado, la duda, la duda del "Y si..."
Me preparé y caminé una hora sola, pensando, otra vez me venían las dudas. Así que decidí ponerme la música a todo trapo para ocultar la voz de mi mente y cantar... Solamente cantar. Llegué donde había quedado con mis amigos, al llegar me dí cuenta de que prefería estar contigo. Pasé la tarde entre risas y lágrimas contenidas que nadie vería nunca. Caminé sola, de regreso a casa, con el corazón encogido, comenzó a llover. La lluvia me traía tantos recuerdos... Sobretodo de ella, de aquel verano tan increíble que echaba tanto de menos. Pero era extraño lo bien que me sentía, lo tranquila que estaba, lo de acuerdo que me sentía con el destino. No quería perderte, pero tampoco iba a seguir luchando para tenerte. Si querías olvidar que existo, adelante, si quieres estar conmigo, vuelve. No hace falta nada más, solo dime: "Te perdono" Y ya está.
Por fin llegué a casa, empapada, me sequé el pelo y me cambié de ropa, no quería costiparme. Me senté en la silla de la salita, comencé a ver clara una cosa, no iba a llorar. No tenía ganas de llorar, no por ti, no en ese instante, no, por raro que pareciera, no iba a llorar. Dejaría que el tiempo decidiera y que la tristeza desapareciera lentamente de mi corazón, aunque fuera difícil, aunque te quisiera muchísimo y te echara tanto de menos. No iba estar triste, tenía un millón de cosas por las que sonreír y solo una para llorar.

Saruka

Hoy, treinta y uno de julio pero del año mil novecientos noventa y seis, nació una de las personas más increíble que pueda existir. La he conocido este año, en junio. Sí, es raro que la quiera tanto conociéndola tan poco, pero si la conocierais lo entenderíais. Es impresionante lo rápido que te entra esa chiquilla en el corazón y se busca un buen sitio para quedarse para siempre. Ella ha estado ahí estos meses ausentándome cuando estaba algo depre y dejándome que la aconsejara sobre temas que merecía una leche. Lo sé, me dirá que no le molestaba que le dijera eso, pero yo me hubiera cabreado. Ella es maravillosa cuando me deja sin respiración con uno de sus abrazos mortales que tanto me gustan cuando necesito mimos. Porque me ha hecho feliz cada vez que me hablaba sobre tonterías a altas horas de la madrugada. Porque me sonrojo cada vez que me dices que soy genial, ¡porque tú me ganas por mucho! Me parece que, mi vida, no sería la misma si no estuvieses ahí, que me has cambiado en muchos aspectos y me has hecho ver que todavía queda gente como tú que es absolutamente genial. Gracias por todo y FELICIDADES. Te quiero muchisimo.

viernes, 27 de julio de 2012

Lucho por Seguir Viva

Quiero llegar al lugar
en el que fui feliz,
en el que empecé
a creer, en que todo
iba a cambiar.
Confié en todo
lo desconocido,
supe luchar contra
todo pronóstico,
ahora me das igual.
Saboreé cada aliento,
de esos que te regala
la vida de vez en cuando.
Mandé mil miradas,
de las que innotizan
cada centímetro de ti.
Me quedé con los recuerdos
para recordarte siempre,
para besarte cuando
no estés. Cada molécula
me dice que no lo haga,
pero quiero hacer locuras,
ahora mismo es lo que quiero.
Haré lo que me diga mi corazón
me arriesgaré, para ser feliz.
Contigo o sin ti.
Caminé bajo la lluvia,
esta vez para mojarme
ya no me hace falta olvidarte.
Te marchaste de mí.
Por fin...
Supongo que te
echaré de menos,
alguna tarde a solas.
Pero hasta entonces,
no olvides que
te olvidé.

jueves, 26 de julio de 2012

Océano Vacío.

Miré por mi ventana y fuera vi la lluvia cayendo suavemente sobre los cristales de mi casa de las afueras, era de noche, y hacía frío. Me quedé allí observando la puesta de sol mojada, pensando en las tardes pasadas junto a ti. Me quedé allí, sin hacer nada, solo pensando mientras miraba hacia ninguna parte. Llamaron a la puerta un par de veces hasta que me di cuenta de ello y corrí hacia ella con la mirada puesta en el frente para aguantar mis lágrimas. Abrí la puerta, nadie. Miré a todos los lados, nada. Corrí a la ventana para ver si veía a alguien yendose calle abajo. No llegué a tiempo.
Caminé por mi casa vacía, buscando una lágrima que limpiara mi tristeza y me dejara vivir. Pero va a dar igual, nada me ayudará a volver a conciliar el sueño ni a volver a amar otra persona que no seas tu. Te quería tanto que me dolía cuando me decías "Ahora vuelvo." Me metí en la cama un par de horas más, tal vez consiguiera olvidar que no sé que hacer ahora, que me da miedo seguir adelante.
Desperté con la almohada mojada de las lágrimas que había precisado derramar al acostarme y acordarme que no estabas a mi lado. Me encogí sobre mi misma, pero una voz dentro de mi me dijo: "Levanta, no llores, solo vive y sé fuerte, feliz y ama. Tú te lo mereces." Hice caso a aquello que me había instigado a levantarme y así lo hice. Me lavé la cara y me miré en el espejo, vi algo que no me gustaba y rompí aquel trozo de cristal contra el suelo. Se rompió en mil pedazos y me corté las manos que empezaron a sangran exactamente en el momento en el que salí por la puerta para olvidarme de aquel suceso. No me importaba que siguiera eso allí. Me largué de la casa, no podía seguir allí, todo llevaba tu aroma... Caminé calle abajo y llegué al paseo marino, bajé la cuesta y comencé a pasear por la arena. Me acabé sentando para ver el amanecer. Alguien se acercó por detrás mío, un muchacho moreno, puso sus manos sobre mis ojos y me dijo al oído "¿Quién soy?" Tartamudee al reconocer aquella voz dulce, hacía siglos que no me encontraba con aquel calor sobre mi cuerpo. Dije su nombre en voz alta y se me erizó el pelo de todo mi cuerpo. Pasamos el amanecer juntos, acabé besándole para sentir que ya no quería a nadie más, que ya había olvidado lo que me hacía sentir aquella otra persona y que ya me daba igual lo que él hiciese o dejase de hacer. Él me ayudó a olvidar, él me dio una razón para soñar, él estuvo conmigo el tiempo que pudimos y me hizo sentirme especial.

sábado, 21 de julio de 2012

Ojazos, no Llores.

Las lágrimas surcaron sus ojos azules mientras Lurel se marchaba por la playa, se habían encontrado en el claro en el que estaban acostumbrados a pasar las magníficas tardes de verano que se sucedían en Merchel. Se habían sentado juntos en la orilla de la roca a mirar la impresionante puesta de sol recordando los sucesos acontecidos en esas mismas playas meses antes, sucesos que les habían unido para siempre con un embarazo no deseado por parte de ambos. Pero Lucy no quería abortar, por primera vez algo la ataba a la vida y no quería que ese algo, esa sensación, se desvaneciera por nada del mundo. Lurel no se lo tomó demasiado bien, él insistía en que, a sus veintisiete años, eran muy jóvenes para cuidar a un niño. Lucy reprimió las lágrimas al escuchar que para él, era innecesario que ella dejara vivir aquello que la ataba a la vida. Se levantó para irse, pero él se lo impidió mirándola a los ojos fijamente.
-Ojazos, no llores. Me rompe el alma verte así... Pero... No puedo cuidar a un niño, ahora no.-Dijo él a media voz. Lucy dejó que las lágrimas cayeran suavemente por sus mejillas, buscaba una forma de explicarle a Lurel todo lo que aquello la hacía sentir. Sabía que sería difícil cuidar a su hijo, pero era lo único que ella había deseado en mucho tiempo.
-Esta bien., no me importa que tú no quieras ser su padre, lo cuidaré sola.-Dijo con una fuerza que solo una madre sería capaz de sacar. Lurel la miró a los ojos y luego la besó dulcemente en la frente.
-No es eso cariño, me muero. No quiero que mi hijo pierda a su padre antes de conocerle. Yo sé lo que se siente.-Dijo con un nudo en el corazón que le hizo romper a llorar al lado de una Lucy atónita y con la cara empapada en lágrimas. Se abrazaron y Lurel recibió una llamada de sus padres que le pedían que volviera al hospital, tenía que seguir con el tratamiento contra el cáncer en el que sus padres le habían metido. Antes de irse, Lurel, le dio una contraseña a Lucy y le dijo:
-Esto es una cuenta bancaria de la que nadie tiene constancia, quiero que con ese dinero saques adelante a nuestro hijo. Si me curo te buscaré, si no, que sepas que siempre os he querido y siempre lo haré, esté donde esté.-Dijo Lurel con las lágrimas arrollándole la garganta y besando dulcemente los labios de Lucy que no podía hablar de lo que estaba llorando. Vio como el padre de sus hijas, Clara y Eitre, se marchaba por la playa al encuentro de un tratamiento que solo lo mataría más rápido que el propio cáncer. Las niñas crecieron sanas y sabiendo que su padre las quiso hasta el último momento de su vida. Todos los años, Lucy, Eitre y Clara iban con los padres de Lurel a llevarle flores al cementerio por el Día del Padre, su cumpleaños, Navidad, Año Nuevo... Cada vez que las niñas necesitaban un consejo acudían a ver a su padre, que siempre las mandaba una señal con lo que debían hacer. Siempre las decía que hicieran lo correcto y las quiso desde donde estaba, pero su familia le quería aún más.Querían que supiera que siempre lo recordarían, siempre.

La Vida según Yo :P

Me he dado cuenta de que la vida es cumplir las espectativas que todos y todo tienen de ti, debes sacar buenas notas para tus familiares y ser "guays" para tus compañeros e insultar y dañar a gente que no merece lo que estás haciendo. La cuestión es que la vida tendría que ser como las de los animales: Nacen, crecen, se relacionan, se reproducen y mueren. Vivir lo que el destino quiera que nos toque pero sin atarnos a nada, ser felices con poco y no buscarlo todo, porque todo llega a su tiempo no hay que presionar lo que las estrellas nos tengan preparado. Porque la naturaleza sigue su curso y todo lo que ocurre es necesario... Hasta lo que nos hace daño, porque lo que te hace daño te hará más fuerte. Te lo dice alguien que cada día, el pasado, le hace más fuerte.
También hay que darse cuenta de que los recuerdos nuevos taparan el dolor de los viejos, que la sonrisa que te dedican tus amigos cada día es un gran regalo, que nada vale más que estar al lado de la persona a la que amas. Porque si lo amas, te da igual quien seas para él, lo seguirás amando el tiempo que tu corazón decida, no puedes exigir olvidar algo que te dio tantos momentos felices solo porque ahora te duela recordar, que algún día esos recuerdos formaran las arruguitas que te darán la vida y la muerte.
 Me gusta reírme por cualquier chorrada, como el nombre en tuenti de un nuevo amigo (siempre con respeto), o la típica palabra que, por muy mayores que seamos, nos hace gracia: PENE. Porque nos hace gracia, ya que, es una palabra tabú y nos hace mucha gracia romper los tabúes. Además, ¿A que vienen los tabúes? Los hombre tenéis pene y las mujeres vagina y tetas! Que más dará! Pero claro, los tabúes se han implantado en nuestro subconsciente y no somos capaces de romper lo que han implantado allí. Pero podemos luchar porque nuestros hijos no tengan tan mala suerte como nosotros. Por un mundo mejor para ellos, para una vida mejor. Debemos pensar en nuestro futuro, porque parece cada día más negro con tanto recorte, político corrupto y tanta mierda. Por un pensamiento nuevo que nos de un nuevo futuro. Para una vida más amena, para darle un menor valor a la muerte. Yo creo que lo que tememos de la muerte es no haber vivido lo suficiente, porque nadie quiere vivir eternamente ni morir, queremos vivirlo todo dando descanso a nuestro cuerpo. Para la tristeza de algunos, no creo en el cielo ni en el infierno, lo siento, soy atea. Es mi mentalidad científica la que me impide pensar que hay un Dios. Me da miedo morir.. Pero también vivir y sufrir lo que todavía me quede por sufrir (que, por suerte para mi, es mucho) Que las miradas que lo dicen todo las compartes con las personas que conoces y quieres.
Nada más llegar al instituto intente ser del mundo guay para no soportar lo que había soportado antes y no pude, yo soy una "pringui" y punto, yo soy así y no voy a cambiar por nadie, quien me quiere me querrá por lo loca que estoy y lo buena que soy. Por lo mucho que me conocen y por como me aprendéis a querer (algunos). Porque soy feliz teniéndoos a mi lado sabiendo que me apreciáis por como soy y conociendo a gente maravillosa, porque el dolor no me hará temer la felicidad que, los que de verdad me quieren, me hacen sentir. Me lo paso genial haciendo tontadas con vosotros y estaré muchos años haciéndolo en mi tiempo libre. Ocuparé el resto de mi tiempo en cambiar el mundo con pequeños gestos que cambiaran vuestra forma de ver el mundo y crear un mundo mejor, juntos y con fuerza.

viernes, 20 de julio de 2012

¿De Verdad es Malo ser Bueno?

Eliend salió del despacho de abogados pensando en la mendiga que ayer le había suplicado una limosna y él se había negado, en un primer momento. Para luego retroceder y darle aquella limosna, nunca se había sentido tan bien haciendo algo que nunca había pensado que haría. Le estaba remordiendo la cabeza un hecho del que debería sentirse orgulloso, pero solo se avergonzaba. Así le habían educado, con el pensamiento que hay que trabajar para vivir pero no debería costar tanto vivir, así que, en realidad, no debería parecerle mal lo que había hecho... Pero seguía pensando que no debería haberlo hecho y se marchó a casa en taxi para evitar volver a suministrarle limosna a una persona que, según decía sus padres, "No había luchado por nada en su vida" Cuando en realidad luchaban por el pan todos y cada uno de los días de su vida, luchaban por mantenerse vivos. Bajó del taxi y encontró a una muchacha sucia en sus escaleras. Cuando le vio entrar se enderezó y lo miró, entonces sacó la cartera que llevaba y miró dentro.
-¿Eres Eliend Harriord?- Eliend asintió con terror en los ojos.-Encontré tu cartera en la calle veintinueve y decidí traértela, no creo que te gustara que algún insensato te robase tu dinero.-Dijo la muchacha entregándole la cartera mientras el comprobaba que no había cogido nada, absolutamente nada, aunque se notaba que tenía hambre por como olisqueaba el ambiente que ya olía los estofados de los vecinos.
-No has cogido nada, ¿Por qué? se nota que necesitas este dinero mucho más que yo.- Eliend miró a la muchacha con lástima -¿Quieres venir a comer conmigo? Creo que tendré algo en la nevera que ofrecerte, o si no pedimos algo fuera.- La chica aceptó aunque se moría de vergüenza por dentro.
Subieron las escaleras en una charla incesante en la que se descubrió que Alexis llevaba tres meses sin casa ni trabajo y se había visto obligada a mendigar para conseguir un poco de alimento para sobrevivir. Eliend entristeció al descubrir que aquella mujer era abogada, como él, pero no le había ido bien en la vida. Enseguida se dio cuenta que esa mujer no merecía todo lo que la había ocurrido y la invitó a quedarse unos días para ver si podrían encontrarle un trabajo.
Al final ambos dejaron sus puestos de abogados para montar un albergue para la gente como Alexis e intentar ayudar a la gente que está sola y necesitada. Fueron muy felices juntos y tuvieron tres hijos a los que educaron de tal forma que siempre ayudaran a aquellos que lo necesitaran y que siguieran sus pasos. Pero les dejaron una jugosa herencia para asegurarse de que nunca tendrían que hacer lo que había hecho Alexis. Se casaron en su albergue, los casó un sacerdote rodeados de la gente que les quería.

jueves, 19 de julio de 2012

La Verdad por Delante

Caminó por la calle oscura hacía la ventana en la que solía estar asomada, esperándole, con las mejillas ardientes mientras el sol iluminaba su felicidad. Con sus rizos pelirrojos ondeando al viento mientras las gotas de rocío empañaban su rostro. Nunca se apartaba de aquella ventana, nadie conseguía que se fuera sin verte pasar. Por eso recorres esa calle una y otra vez para rozar con tus dedos el alféizar de la ventana, para recordar lo que esa muchachita te hacía sentir cada día, cuando pasabas por delante de ella, y te sonreía sin esperar nada a cambio, simplemente sonreía.  Nadie tenía una sonrisa como ella, porque ella siempre será única para todos, pero sobretodo para ti. Porque no dudas en escribirle en la ventana:
"Buenos días princesa, espero que hayas dormido bien. Te quiero, James"
Porque sabes que la amas y que no la vas a dejar escapar... Lástima que la gran mayoría de los hombres no sean como tú y duden lo que sienten o mientan sobre ello. Lástima que tú seas único y ella no se dé cuenta de lo que tiene, y te deje escapar.
Me encanta cuando sonríes y se forma esa arruguita sobre tu nariz, me gusta tu sonrisa tontorrona, me gusta tus ojos marrones, pero tú aún la amas y debo olvidarte... Que lástima, porque yo te quiero con toda mi alma. Y te echo tanto de menos... No sé como olvidarte y nadie me ayuda a hacerlo.
Bajaste por la calle y llegaste a la casa en la que empezó todo, acariciaste el alféizar y ella salió, sin vestir, solo con un camisón de raso y una coleta hecha en el pelo. Saludó y se dispuso a irse cuando un azote de valentía te atizó.
-Oye, te echo de menos...-Dijiste con lágrimas en los ojos.
-Yo a ti no.-Dijo ella (imbécil) y cerró la ventana con un sonido seco.
Saliste de allí llorando y acabaste en la puerta de mi casa y bajé con mi bata puesta y medio dormida. Me contaste todo lo que había pasado y lo único que pude hacer es asentir, no puedodecir la verdad, me da tanto miedo... Pero todo cambió en un segundo, un beso en la mejilla que llevó a otro, a otro más y esos ya en los labios. Mi mayor sueño hecho realidad y por fin sería feliz contigo, para siempre.

Sonrisas a Contra Corriente.

Un tiempo soñé.
Un tiempo reí.
Un tiempo pensé,
que siempre sería feliz.
Pero la madurez,
llegó rápido y de
muy mal humor.
Me arrepentí
de no ser niña,
de ya no saber
como sonreír.
De enloquecer
cuando te veía
y no poder estar
cerca de ti...
Me sequé
todo el rostro
lo mojé,
con tu recuerdo.
Me arrepentí
de no sabértelo
decir...
Soñé que era feliz
me desperté y no
te encontré allí.
Me sentí
sola, abandonada,
sin ganas de hacer nada.
Lamenté cada error
cambié tu calor
por la tristeza
y mudé de lugar
para poderte olvidar.

miércoles, 18 de julio de 2012

Después de las Tormentas...

Cantas a la luna,
siempre pensando
"Parece una cuna".
Después de cada gota
pienso que no estás,
pienso que no volverás,
pienso que nadie te querrá
como te quiero yo...
Cada luna nueva
sacas valor de donde,
creo yo, no queda nada.
Ni un suspiro de tu amor,
ni una gota de tu olor,
ni un pensamiento,
de los que dejabas
sobre mi almohada.
Caminas bajo la lluvia
y ves las gotitas
que caen suavemente
sobre mi mente
que se despide de
todos los que no
son como tú.
Así que huyo
siempre a ninguna parte,
porque me da miedo
encontrarte.

La Ruptura del Alma

"-Y con cada puesta de sol te recordaba, porque dejaste una huella importante en su vida vacía y necesitada de amor, porque no dudaste cuando le dijiste "Te quiero", porque tus ojos decían la verdad cuando prometías un para siempre. Por esas razones y muchas más no me extraña nada que no le encuentre sentido a la vida cuando te ha perdido.- Dije al oído del idiota que había decidido marcharse dejándote allí, llorando, sin ganas de nada. Le dije todo lo que tenía que decirle, pero parecía que no le afectaba. Me iba a ir cuando me agarró y me acercó a sí mismo y me asusté. -Mírame a los ojos, sigo queriéndola, pero debo dejarla ir.-Dijo con unas lágrimas en los ojos y tristeza en el corazón.
Nunca sabré por qué dijo lo que dijo, ahora te toca a ti ir corriendo a su casa y preguntarle lo que quieras, yo ya he cumplido como amiga. Recuerda, te quiero y te apoyo."
En ese instante Alma se vistió a toda prisa y corrió al encuentro con la persona a la que quería, al encuentro del amor de su vida. Llegó a la puerta del chico y llamó con todas sus fuerzas. De pronto se abrió la puerta despacio, sin prisa y detrás apareció él, con los ojos llorosos y un arma de fuego en el pantalón.
-¿Por qué me has dejado, si aún me quieres?- Dijo como pudo para no echarse a llorar delante de él.
-Porque me muero.-Dijo y se echó a llorar como un niño desvalido.
-No...-Dijo sin poder contener las lágrimas ya que la sola idea de perderle la hacía sentirse mal.
-Da igual, no quiero sufrir, mañana estaré muerto y no quiero que estés triste por mi, sabes que te amo, solo que no puedo dejar que la gente me vea mal, prefiero morir con la cabeza alta.- Dijo sin permitir un "No" por respuesta así que, Alma, se rindió y solo pidió una cosa.
-Quédate un día más, solo un día conmigo. Mañana puedes hacer lo que quieras, si lo deseas te ayudaré.-Dijo con un nudo en la garganta y un sentimiento de culpa en el corazón.
-Esta bien, pero solo porque deseo seguir contigo, aunque sea solo de alma y así tendrás un recuerdo de mí. Siento que te hayas tenido que enterar así...-Dijo llorando cada vez más.
-Vale, sécate las lágrimas y nos iremos, nos iremos a aquel lugar que tanto te gusta, el de nuestra primera cita.-Dijo con poca gana de nada, pero iba a hacerle feliz, su último día. Al final del día tal vez cambiara de opinión. Llegaron al parque en el que se dieron su primer beso, en el que se dijeron que se querían. Las lágrimas surcaron sus mejillas en un intenso beso que selló para siempre su amor. Eran las 23:59 de la noche cuando se dieron cuenta de que el tiempo pasaba, nada hacía que se separaran ni un instante. Tenían miedo. Miraron la luna con recelo y le dijo:
-¿Ves ese queso gigante que cuelga del cielo?- Asintió.- Pues yo me convertiré en ese queso al morir y te vigilaré y protegeré hasta que encuentres alguien que lo haga por mi. Debes hacerlo, no quiero que malgastes tu vida por mi.- Dijo y le abrazó. Sacó el arma del pantalón, la besó en la frente y se encaminó hacía el río en el que lo perdió de vista mientras ascendía contra corriente. De repente oyó un disparo y se le encogió el corazón, dijo adiós a su amor y se sumió en una depresión que solo Almender pudo arreglar.

martes, 17 de julio de 2012

Un Adiós Sincero

Me quedé allí, mirando el vacío infinito que separaba mi mente de mi alma. Miré debajo de mis pies y vi que solo unos centímetros me separaban de una muerte clara. Pero no quiero apartar mi mirada de aquel vacío que me da tanto miedo y me sube las ganas de saltar. No tengo nada que hacer salvo morir. Él se ha ido y no va a volver, todavía no y nunca volverá a ser como era antes... Las miradas distraidas a sus ojos marrones y las ganas de besarle sin importar nada más... Eso ya no está, ha ido desapareciendo para procurar conservar lo que sé que nunca cambiará esa sensación de comprensión que él siempre me da... De repente noto la presencia de alguien más en el acantilado y me giro... Nadie, solo la sensación de estar acompañada, esa sensación que me acompaña todos y cada uno de los días grises y que no tiene ningún sentido. Por fin oigo unos pasos a mi espalda y me giro, un perro marrón con una mancha blanca en un ojo se me acerca y me lame las manos para llamar mi atención y lo logra. Es una monada de perro que me hace sentarme en la hierba a su lado y a acariciarlo.
-Que cara tienes preciosa, como sabes como hacerme cambiar de opinión.- Digo a la perra que sé que no puede contestar pero que me hace sentirme mejor. La perra sigue por su camino y yo vuelvo a quedarme sola allí, por lo que me siento al borde del precipicio y empiezo a mover mis piernas tranquilamente sobre el vacío. Un vacío desgarrador que podría matarme en un solo instante. En un instante desgarrador que me separaría del dolor. Pero me da tanto miedo... Tanto pánico simplemente desaparecer... Que me ato a una cuerda invisible que me separa de caer y vuelvo a sentir esa presencia tras de mí. El roce del viento que me susurra el avance que debo hacer y la presencia se hace notar con cada ráfaga de aire.
Miré a mi espalda y por fin vi que la presencia era real.
-¿Qué haces aquí? ¿No estabas en Nueva York?- Dije con un hilo de voz casi inaudible.
-Sí, pero me moría de ganas de volver para verte...-Dijo y se sentó a mi lado, La perrita volvió y Éidan sacó una correa.
-¿Es tuya?-Dije atónita, Éidan odiaba los perros.
-Me la compré, para ti.- Dijo totalmente enserio pero en un susurro.
Me acerqué lentamente al hombre que me desvelaba todas y cada una de las noches de luna nueva, cuando el amor sale a la superficie más real. Me acerqué y le besé un beso que me cambió la vida, un beso que me hizo saltar de aquel precipicio, pero no sola, con el chiquillo que desvela mis sueños y hacia un futuro mejor, que compartimos juntos.

domingo, 15 de julio de 2012

La Sangre del Sentimiento.

Paseó sus ojos por el conducto sanguíneo en busca de su grupo de glóbulos rojos para no sentirse tan desprotegida. Vio a lo lejos al eritrocito seis mil millones y corrió hacia él, casi seguro que el resto de su grupo estaría allí. Se equivocaba, aquel eritrocito estaba tan solo como ella y agradeció la compañía.
-Hola, ¿Tú también estas perdida?- Dijo sin apartar la mirada de aquel túnel atestado de microorganismos realizando sus misiones. Ella asintió y continuó a su lado observando lo que otros estaban haciendo. Había unas plaquetas cerrando una pequeña fisura en la vena, unos glóbulos blancos luchando contra algunos virus que pretendían hacerse con las células para alimentarse de ellas y más eritrocitos que no pertenecían al grupo de tres mil millones. Era la más anciana de su grupo y, según la vida de estos organismos, no le quedaba más de una semana de vida. Se mantuvieron andando hasta llegar a los alveolos pulmonares en los que intercambiaron su dióxido de carbono por oxígeno y volvieron a las células para suministrarles el preciado gas que las permitiría seguir viviendo y manteniendo con vida el organismo pluricelular en el que estaban, Laura.
Llegaron, por fin, a juntarse con su grupo y ella perdió de vista al eritrocito que la había acompañado durante aquella travesía que no habría durado más de un segundo y que, para ellos, era un tiempo vital de su existencia. Se sintió sola por la ausencia de aquel ser, nunca había sentido aquella conexión extraña por ninguno de su grupo ni de grupos exteriores al suyo, aunque no se relacionaba mucho con grupos extraños.
Pero se volvieron a juntar y, en aquella ocasión, se quedaron mirándose a los ojos durante unos segundos, no necesitaban ver hacia donde iban, recorrían aquellas venas y arterias todos los días y ya se sabían el camino. De repente, seis  mil millones se acercó a ella y, en un susurro imperceptible para el resto dijo:
-No quiero volver a separarme de ti.- Lo que llevó a la pequeña eritrocito a sentir un calor intenso en su núcleo. Casi se le caen las moléculas que oxígeno que transportaba cuando se le acercó y la besó. Nunca había visto que dos eritrocitos pudieran sentir eso, pero había oído leyendas sobre microorganismos que se juntaban y vivían eternamente por su amor. Leyendas, solo leyendas. Vivieron unos meses más que el resto de los microorganismos de su grupo, lo que probablemente llevaría a aquella leyendas absurdas, pero murieron, juntos en una arteria cercana al cerebro.
 Al mismo tiempo que el amor que Laura sentía por Artur desaparecía.

sábado, 14 de julio de 2012

Solo quiero tus Besos

Es fácil quererte,
porque es fácil
abrazarte,
achucarte,
besarte,
sonreirte...
Es fácil decir
te quiero
cuando lo sientes
tan dentro.
Te susurro cosas
porque no quiero
que oigas todas,
me da miedo
que no quieras
lo que yo quiero.
Me da la nariz
que piensas
que así seré
más feliz...
Te equivocas,
yo quiero solo
tu boca...
Quiero un beso
de esos,
que solo tú
sabes dar.
De esos con
los que sueño.
Hasta al despertar.

La Memoria del Dolor

Se zambulló en el arrecife de coral, buscaba un lugar tranquilo en el que sus pensamientos se ahogaran más rápido. Observó las maravillas que esconde nuestro planeta y deseó que estuvieses ahí... Pero te habías ido con la zorra de tu secretaria y la ira atenazó de nuevo su alma de tal forma que la respiración le faltó y salió, como pudo a la superficie en busca de aire limpio. Sacó la cabeza por encima del mar embutida en su traje de neopreno y respiró ondo, las lágrimas no habían aguantado mucho y ya resaltaban en sus ojos negros detrás de las gafas de buceo. Nadó hasta la isla que hay cerca del arrecife y se sentó en la arena de la playa mientras se quitaba el traje de neopreno y dejaba ver su cuerpo bajo un bikiny negro. Adela era una muchacha de veinte años con un cuerpo de escandalo. Tenía una estatura de uno ochenta, más o menos, era delgada, su pelo rubio resaltaba aquellas piedras de carbón que tenía por ojos y su miel oscura brillaba bajo el sol de medio día. cuando se hubo quitado el traje se sentó sobre la toalla que llevaba en la mochila del oxígeno y miró fijamente el horizonte esperando que la noche llegara y con ella se limpiara su alma. Se quedó allí, sin moverse, hasta que el sol se estaba poniendo y alguien se acercó por detrás y Adela se puso nerviosa.
-Hola.- Dijo una voz vergonzosa a su espalda.
-Hola.- Dijo ella y volvió a quedarse empeñada en descubrir los secretos del sol.
-¿Qué haces aquí, en esta isla, tú sola con este frío y en bikiny?- Dijo la voz tímida que se había sentado a su lado y le tendía una manta para tapar su cuerpo del frío. Ella la aceptó y siguió concentrada en la puesta de sol mientras las lágrimas celebraban una carrera a través de sus mejillas. el muchacho que se había puesto junto a ella la miraba con tristeza  y sentía que debía hacer algo por reconponer los trozos de aquel corazón roto. Así que, cuando hubo reunido el valor suficiente, se atrevió a preguntarle:
-Oye, ¿Te encuentras bien?-Dijo con un hilo de voz mientras Adela giraba su rostro empapado hacia el chico que esperaba que la respuesta se pudiera arreglar.
-No, Pero eso lo averigua un niño de tres años.- Dijo Adela que estaba muy enfadada con el mundo para darse cuenta de que había sido una completa imbécil.
-Vale, si lo sé no pregunto...- Dijo el chico levantándose del suelo para marcharse, en ese momento Adela le agarró del brazo para volverle a sentar.
-Lo siento, un mal día, pero no debería haberlo pagado contigo. Lo lamento, de verdad.- Dijo Adela mientras volvía a empezar a llorar.
-Eh! Adela, deja ya de llorar, seguro que lo que sea tiene arreglo.-Dijo el muchacho que conocía a Adela desde los dieciséis años y la amaba en secreto.
-No, no tiene arreglo. Mi marido me acaba de pedir el divorcio para irse a Las Vegas con su secretaria. No creo que eso tenga mucho arreglo.-Dijo llorando aún más.
-No creo que haya sido culpa tuya, será que tu marido es un poco idiota. Porque teniendo una mujer como tú en mi casa no dudaría en hacerla feliz todos y cada uno de los días de mi existencia terrenal.- Dijo sin aire en los pulmones y con muchas ganas de cumplir lo que acababa de decir.
-Pues, mi marido opina que su secretaria es mejor opción que yo.- Dijo reteniendo sus lágrimas que amenazaban con dejarla sin agua en su cuerpo. Sin poderse contener abrazó al muchacho en un acto desesperado por retenerlas sin mucho efecto. Se quedó allí, llorando sobre el hombro de Diego que se quedó paralizado pero, acto seguido, la abrazó metiendo su rostro en el cabello de Adela. Siempre había amado a aquella chica y ahora la tenía entre sus brazos, un sueño hecho realidad. Cuando dejó de llorar, sus miradas, se encontraron y se fueron acercando despacio, con miedo por lo que estaba sucediendo ahí. Un beso, suave, lento y mágico. Un beso que selló cuatro años de amistad para dar paso a una relación preciosa que duró hasta que Adela se tuvo que mudar para estar con su madre enferma. Aunque siguió amando a Diego.

viernes, 13 de julio de 2012

Gracias

Saqué de mi mochila un folio y mi estuche de rotuladores, necesitaba olvidar que no había nada que hacer, que nada me quedaba y que solo podía esperar a que llegara la muerte. Pero llegaste tú, con tu sonrisa bonachona, luego llegó ella, con su alegría por darme ganas de hacer cosas, luego él, que me dio ánimos que no sabía que estuvieran y por último ella, con su gran forma de hacerme olvidar mi tristeza con solo contarme un secreto (que nunca es muy secreto). Y me levanté de la cama con la misma tristeza con la que me acosté pero con  vosotros recordándome que debo seguir adelante, que no importa lo tristona que pueda estar, que con un abrazo se me escapa una sonrisa, que solo necesito a alguien que esté ahí y me diga que me quiere. Porque es lo que todos necesitamos, una gente genial como la que tengo yo, que esté ahí en tus días grises y te diga: "Oye, puede que haya gente imbécil que no vea lo maravillosa que puedes llegar a ser, pero yo si lo veo y te quiero como eres." Aunque sea mentira. A veces pienso que tengo mala suerte pero, en ese instante, recuerdo todos los momentos increíbles que me habéis hecho pasar y solo tengo ganas de daros las gracias, gracias por aguantarme los días en que solo tenía miedo y ganas de llorar, gracias por decirme que estaréis ahí siempre, gracias, gracias por todo, por vuestro cariño desinteresado y por vuestra forma de hacerme ver que solo necesito un poco de amor para ser feliz. Siempre recuerdo los momentos felices, creo que los tristes quedaron atrás... Pero hay otros recuerdos que, aunque son felices, me da pena que no vuelvan a pasar, porque he ido diciendo adiós a gente que también merecía la pena, gente que estuvo ahí para aguantarme y sacarme mil sonrisas. Pero ahora ya no están y me aguanto, porque con lo que tengo me sobra, que soy afortunada por teneros ahí... Aunque haya días en los que esté triste porque hay gente que ya no está... Aunque los eche de menos. Porque ya sabéis que suelo ser una sensiblera que llora viendo "Pulseras Rojas" El primer día, aunque nadie haya llorado. Yo necesitaba un abrazo fuerte viendo eso, porque me trae tantos recuerdos... Y tanto miedo... Que sí, que no es normal que llore con eso, pero yo soy así. Y sabéis que lloro viendo El Rey León en la parte en la que muere el padre, y la he visto millones de veces. Bueno, que muchas gracias por todo, que os quiero un montón y que no podría seguir si no supiera que estáis ahí para apoyarme. Gracias.

jueves, 12 de julio de 2012

La Estación

David entró en la estación con la mente puesta en lo que iba a decir, ¿Le diría algo o simplemente la besaría? La segunda opción le gustó, pero se decantó por la primera que era mucho más dulce. Había llegado una hora antes de la hora acordada con Sara, prefería mentalizarse del gran paso que debía dar. La quería, no lo podía decir todavía en voz alta pero la quería. deslizó sus dedos por el banco pensando en la sonrisa que aquella muchacha le dedicaba cada vez que se encontraban. No la quería por lo guapa que era, aunque era preciosa, la quería por su dulzura, por su increíble forma de hacer que el mundo entero se sienta mejor solo mirándolo con sus preciosos ojos marrones. La quería por su forma de ser, que era una forma de englobar todo lo que ella le hacía sentir, porque si no se podía tirar la vida enumerando sus impresionantes actitudes. Se pasó los dedos por lo labios... tenía miedo, había besado a algunas chicas pero a ninguna la había querido tanto como a Sara.
De repente sonó en la megafonía la voz de una chica que anunciaba la llegada del tren de Sara a la estación y el corazón de David se aceleró por momentos. Iba a dar el mayor paso que daría nunca. La quería, de eso estaba seguro, y tenía la sospecha de que ella sentía lo mismo, pero un sentimiento de duda atenazó su corazón cuando la gente empezó a bajar del tren. Buscó con la mirada a Sara, era una muchacha de pelo marrón clarito, ojos marrones una suavidad facial que la hacía claramente hermosa. La vio y la sonrió, seguía siendo como la recordaba. Esperó a que ella le viera y después la saludó. Ella corrió a sus brazos y se adelantó a todo pronóstico, plantándole un precioso beso en los labios... David nunca había sentido aquello, la quería y no la dejaría escapar nunca. Se mantuvieron juntos el resto de sus vidas y fueron muy felices.

miércoles, 11 de julio de 2012

Irene...

Empujó a Joan contra la pared para librase de la prisión que este había construido con su cuerpo, pero él la agarró del brazo, en es instante se miraron fijamente a los ojos y Joan trató de abrazar a Irene, pero ella lo apartó con un mal gesto de su lado.
-¿Por qué me odias tanto?- Dijo Joan con un brillo de tristeza en sus ojos marrón oscuro.
-¿Por qué? ¿Quieres que te explique por qué?- Dijo Irene con una ira muy fuerte notable en su voz.
-Me gustaría que me lo aclararas.-Dijo Joan con aire calmado pero tenso al mismo tiempo.
- Porque me gusta tu sonrisa, porque me gusta tus ojos, porque me gusta como me miran tus ojos, porque me gusta tu pelo siempre despeinado, porque me gusta tu forma de reírte con cualquier tontería, porque me gusta tu forma de arreglar mi tristeza con un abrazo, porque me gustan tus abrazos, porque me gusta tu voz, porque me gusta como me hablas, porque me gusta tus silencio cuando esperas que ocurra algo, porque me gusta como me iluminas los días,- Fue diciendo poco a poco Irene y comenzó a llorar.-Porque me gustan tus arruguitas de la frente, porque me gusta que me apoyes en todo, porque me gusta como respiras... Porque me gustas tú. Idiota.-Dijo Irene con el rostro encharcado. Joan se acercó lentamente al rostro de la muchacha hasta acariciar su nariz con su propia nariz y la besó, un beso suave que dijo todo lo que no era capaz de decir con su voz. Se esfumó toda la ira que Irene sentía contra Joan y se convirtió en la bruma que había estado ocultando y que, hace unos segundos, había desbordado sus ojos en forma de lágrimas... Le parecía increíble que Joan también la amaba y fueron felices... Lo que les duró el amor, que se acabó de tanto maltratarlo.

Muerte Dulce.

La noche heló todos y cada uno de mis músculos que buscaban desesperadamente un abrigo en el que acurrucarse y evitar el frío. No se daba cuenta de que todo mi cuerpo temblaba de frío, simplemente me miraba desde su coche  y me invitaba cansinamente que le acompañara dentro de este y hacerle compañía en aquella noche fría. Mi mente estaba dividida, por una parte el frío me suplicaba que aceptara aquella siniestra invitación, pero el sentido común me decía que huyera. Aquella partida la ganó el sentido común.
Corrí calle arriba en busca de algún establecimiento decente que estuviera abierto a esas horas. No encontré nada... Y el miedo luchaba contra mi fuerza natural. Llegué por fin a casa y temí entrar, pero el miedo a quedarme allí fuera, al raso de la noche, me hizo recapacitar y entré. Total, ¿Qué podía perder a aquellas alturas?
La casa estaba vacía, no quedaba nada de lo que ella recordaba... Solo aguantaba la antigua cerradura que le daba la oportunidad de pasar allí las noches siguientes. Acababa de escapar del orfanato y necesitaba algún lugar en el que quedarse. Sus padres se habían ido... Habían desaparecido y nadie tenía ni la más mínima idea de quién era ella. No existían registros de su nacimiento ni de su educación. Esto último era lógico, su madre le daba clase en casa, lo primero no tenía sentido... Aunque no conservaba recuerdos de la infancia más profunda y el miedo atenazó su corazón al sospechar que algo no iba bien. Pasó la noche en su casa, seguía siendo su casa. Nadie la quería para venderla, daba demasiado miedo por la noche. Alsea se tumbó en el suelo poniendo como almohada su mochila en la que llevaba todo lo que había podido rescatar del orfanato. Le había costado mucho escapar y ahora no pensaba volver, nunca más. Aquel sitio le daba miedo, mucho más miedo que su casa de noche. Aún recordaba lo cruel que habían sido los demás niños huérfanos a su llegada. Alsea era una muchacha regordeta, de pelo rojo fuego y los ojos de un intenso color verde, así que era el blanco de la mofa de sus compañeros día sí, día también. Dio un par de vueltas en su cama del suelo y, finalmente, se levantó para ir a darse una ducha, con un poco de suerte no habría cortado el agua, aún. Por una vez, en una larga temporada, tuvo suerte y se duchó. Parece que a los de la empresa de aguas se les había olvidado cortar aquellas cañerías. Pero ella lo agradeció llevaba desde su escapada sin ducharse y empezaba a sentir el tacto sucio. Cuando salió de la ducha se secó el pelo y volvió a acostarse, esa vez se quedó dormida... Para siempre, el gas estaba abierto y se asfixió. Por suerte no sufrió. Sus padres regresaron a casa un año después y la encontraron ahí, comida por los animales... Fue la peor experiencia de esos padres que enterraron a su hija pero la llevaron siempre en el corazón. Se arrepintieron de haberla dejado sola, debían huir para que nadie descubriera que Loret, la madre, no era en realidad la madre de Alsea, si no que era su tía. Pero su hermana, Harriet había muerto en el parto realizado en casa por ella y su esposo, a partir de ahí Alsea fue hija de ellos y Harriet fue enterrada en el sótano.

El Ladrón de Bancos

Cerró la puerta y se sentó a esperar, esperaba una respuesta a aquella pregunta:
-¿Me quieres?- Preguntó Lucas cuando se dio cuenta de que Diana no se daría por vencida hasta que no le contestara.
-Sí.-Contestó Diana que sabía que lo que acababa de decir la ponía en un aprieto.
-Yo también te quiero, por eso debes confiar en mí. Cuando pueda te lo contaré todo.-Dijo Lucas y le dio un abrazo muy fuerte a Diana, ella lo necesitaba.
Llaman a la puerta y de ella entra un hombre trajeado que se lleva a Lucas, le acusan de no se qué robo al banco central. La duda se posó sobre la cabeza de Diana, ¿Sería Lucas culpable de aquella acusación? No le conocía lo suficiente como para responder sin temor a equivocarse. Pero sí para saber que le quería... Había corrido un riesgo al decirle lo que sentía, porque temía con toda su alma que él no la quisiera. Ya la había hecho daño demasiadas veces y su corazón ya no aguantaba remaches, ni parches, ni amputaciones. Si esta vez se rompía, rompería de verdad. Esperó en la ventana hasta que el coche de policía se hubiera ido con Lucas y se metió las manos en los bolsillos para subir las escaleras, tenía esa manía desde muy pequeña, su madre la decía que como se cayera no podría poner las manos y se haría más daño. Dentro de su bolsillo encontró una carta. La abrió, era de Lucas:
Hola Diana:
Solo quería decirte que te amo más que a nadie en este mundo, pero he sido yo el que ha robado ese banco, me gustaría que supieras que lo he hecho porque no tenía opción, mi madre se muere de cáncer y quería poder probar un último tratamiento antes de rendirse, pero no tiene dinero. Siento no habértelo podido explicar todo en persona,  pero la policía no nos hubiera dejado despedirnos. Tranquila, estaré en la cárcel unos cinco años y luego saldré. No hace falta que me esperes, aunque me gustaría que lo hicieras. No te guardaré rencor si decides no esperarme y te casas o te comprometes o cuando salga tienes novio. Tranquila, pero, si lo haces, por favor ven a decírmelo.
Te quiero.
Lucas.
Diana echó a llorar de forma desconsolada y tuvo que pensar bien lo que iba a hacer, le iba a esperar. Iba a esperar a un ladrón al que amaba con todas sus fuerzas, total ¿Quién no robaría un banco si con ese dinero salva a su madre? Por lo menos ella lo haría y por eso sabía que debía esperarle. Porque le quería.

martes, 10 de julio de 2012

Lo que se Pierde en un Segundo

Anne se tumbó sobre el suelo frío mirando la cristalera que daba al espacio exterior y comenzó a contar las estrellas, su madre la había dicho que era imposible contar todas las estrellas pero ella no se rendiría hasta que no lo hubiera intentado. Comenzó a contarlas mentalmente: "Una, dos, tres, cuatro..."
Se fue quedando poco a poco dormida en aquel suelo, sus padres se habían ido a cenar fuera, lo que ella no sabía es que nunca regresarían.
La noche pasó y la niña despertó acurrucada en el suelo de la salita, a su lado Galya, su perrita. La noche había sido calentita pero el día sería frío, aunque fuera brillara el sol. Llamaron a la puerta a las doce de la mañana, Anne abrió la puerta y se encontró de frente un hombre rubio de ojos negros y grande, parecía un armario y la niña se asustó un poco, pero en seguida apareció detrás de él su tía Rosalí y ella tranquilizó a la pequeña. Rosalí tenía sus ojos marrones encharcados en lágrimas y rojos, Anne sabía que había llorado, pero aún no sabía por qué.
- Anne, este es Charlie, es un policía muy bueno que quiere hacerte unas preguntas. ¿Quieres contestar o le decimos que venga otro día?- Dijo Rosalí lo más cariñosa que pudo. La niña acababa de perder a su madre y su padre estaba en coma, era muy probable que no despertara nunca.
- Vale, pregúnteme lo que desee, pero antes dígame dónde están mis padres.- Dijo Anne, sabiendo que la respuesta no le iba a gustar.
- Se lo dirá su tía cuando yo me vaya señorita, se nota que la educaron muy bien.- Dijo Charlie con una sonrisa bonachona que reflejaba un poco de lástima en la mirada.
- Esta bien, ¿Qué desea saber?.- Dijo Anne intentando no elucubrar ninguna sospecha de lo que había ocurrido, porque siempre se esperaba lo peor.
-¿Tus padres tenían enemigos?- Dijo el inspector de la forma más amable que pudo.
-No, los vecinos los adoraban y yo más.-Dijo Anne y sus ojos se encharcaron, algo malo le había pasado a sus padres y tenía que ser grave para usar los verbos en pasado.
- Vale, ¿Tu madre ha discutido recientemente con alguien?- Siguió preguntando el inspector aunque su corazón le dolía por tener que hacerle pasar por eso a la niña.
-Pues... Sí, con Belén, mi abuela paterna, pero no creo que una anciana de ochenta años les haya hecho nada...- Dijo Anne y esta vez se le escaparon algunas lágrimas. Su tía la abrazó lo más fuerte que pudo.
- Venga cariño, no llores...-Dijo Rosalí en un intento imposible de consolar a la pequeña.
-Anne, solo me queda una pregunta y ya me voy, ¿De acuerdo?- Dijo Charlie con una cara amable y el corazón destrozado por haberle dicho sin querer a la niña lo ocurrido.
-Esta bien, digámelo y acabemos con esto para que mi tía me cuente lo sucedido.-Dijo Anne sacando fuerzas de donde no creo que quedara nada.
-¿Sabes de alguien que quisiera dañar a tus padres?- Dijo Charlie y aguantó unas lágrimas por la desdicha de la muchacha de pelo rubio y ojos marrones que acababa de romper a llorar como una niña indefensa, justo lo que era, la mala suerte se había cebado con aquel ángel inocente de todo mal.
-No, aunque yo no lo sé todo sobre ellos, sé que me ocultaban algo, pero no sé el que...-Dijo Anne entre las lágrimas que ahogaban sus ojos y miró a su tía que también lloraba.
-Te ocultaban que buscaban un perrito para regalarte y que hiciera compañía a Galya.- Y la tía comenzó llorando esta vez aún más alto.
- No quiero molestar más, otro día vendré y concretaremos los detalles de este caso. Ustedes disculpen el dolor que les haya causado, encontraré al responsable.
Pero nunca lo encontró, ese asesino se convirtió en la horma del zapato de Charlie que no pasa ni un solo día sin recordar el rostro mojado de Anne cuando supo lo que les sucedió a sus padres y el día en el que los tuvo que enterrar, juntos. El padre aguantó vivo unas semanas pero murió, las heridas eran demasiado graves. Anne vivió una vida feliz, pero en su corazón sigue buscando al asesino de sus padres. Algún día recibirá la llamada de Charlie diciéndola que le tiene.

domingo, 8 de julio de 2012

La Casa de la Esperanza

Calle abajo no me esperaba nadie, pero decidí seguir bajando. La luna nueva hacía que la oscuridad de la noche aumentara y el terror que se depositaba sobre mi piel también. Las sombras de árboles y casas parecían amenazantes con la tenue luz de la única farola que aún seguía funcionando a aquellas horas de la madrugada, cuando todos descansaban en sus confortables camas. De repente decidí pararme en el parque, no hacía demasiado frío, esa noche podía dormir allí.
Vi como la puerta de la casa de enfrente se abría y alguien se acercaba a mi.
-Hola- Dijo una niña muy mona.- ¿Qué haces aquí tu sola?¿No tienes casa?- Negué con la cabeza.- ¿Tampoco tienes familia o amigos que te acojan?- Volví a negar.- Yo seré la amiga que te acoja en su casa.- Dijo la niña con una sonrisa bonachona en el rostro.
-¿A tus padres no le molestará?- Pregunté, aunque deseaba aceptar aquella invitación, me dolía la espalda de tantas noches durmiendo al raso en el suelo o en bancos.
- Mis padres no están, volverán dentro de una semana y para entonces habremos conseguido que parezcas una niñera aconsejable y vendrás a trabajar para mis padres cuidándome. Estoy harta de quedarme sola cada vez que ellos se van de viajes de trabajo...- Dijo aquella preciosa niña de mejillas sonrosadas, cabello castaño y ojos de un azul tan intenso como el propio mar. Se notaba que intentaba evitar echarse a llorar, pero no quise meterme en lo que fuera que tanto la dolía y acepté su invitación.
-Lo primero que haremos será darte una ducha.- Dijo Charlotte cuando ya estábamos dentro de su casa.
-Dame tu ropa, la lavaré e intentaré que parezca nueva.- Me dijo mientras abría el agua calentita y esperaba a que el agua llenara la bañera. Aquel olor a geles y colonias... Hacía tanto que no olía ese olor... Hice todo lo que ella me pidió y me trajo un pijama de su madre. -Es viejo y ella ya no lo usa, pero cuando trabajes aquí no te hará falta, podrás comprarte uno tu misma, de momento te lo puedes quedar. Tu ropa parece otra con los arreglos que le he hecho, espero que te guste.- Charlotte tendría unos catorce años y era toda una señorita trabajadora, inteligente y autosuficiente. Supongo que sus padres no estarían mucho en casa y había aprendido a vivir sin ellos, pero se sentía sola. Lo veía en su rostro, lo veía en aquel gesto de amabilidad que había hecho al acogerme. Tras ducharme busqué a Charlotte y vi el maravilloso trabajo que había hecho con mi ropa, ahora eran un vestido precioso, antes una camiseta medio rota y unos vaqueros que no se como todavía aguantaban intactos.- Con lo que me sobró de los pantalones te he hecho una falda.- Dijo Charlotte apareciendo detrás de mí mientras apreciaba la naturalidad de las puntadas que la niña había dado en aquella tela, realmente era una experta costurera a su temprana edad.
- Me encanta, ¿Cómo lo has hecho?- Conseguí decir después de un tiempo en silencio perdida en el bordado superior del cuello.
-Cuando mi madre consiguió el trabajo en Nueva York me dijo que tendría que aprender a hacer muchas cosas y contrató a una niñera que me enseñó a coser, cocinar y limpiar. Después de que aprendiera todo eso, la despidió y me dijo que ahora era la dueña de esta casa, que me mandaría dinero todos los meses para que comprara todo lo que necesitara y vendría todos los fines de semana y puentes. No cumple sus promesas del todo, solo viene cuando tiene algo que hacer aquí, por eso necesito que te quedes conmigo...- Dijo Charlotte y entonces sí que se le saltaron las lágrimas y yo la abracé tan fuerte como mi madre me abrazaba a mí cuando echaba de menos a papá... Me tragué las lágrimas que inundaron mis ojos al recordar a mis padres.
- ¿Tú crees que me dejará quedarme en tu casa?- Dije a la niña esperando que me dijera que sí, era tan dulce... Que no se merecía sentirse sola, necesitaba una madre, aunque no fuera la real.
-¿Eso quiere decir que te quieres quedar a cuidarme?- Dijo Charlotte sonriendo debajo de todas sus lágrimas. Asentí con la cabeza.
La semana siguiente comencé a cuidar a Charlotte y ahorré todo el dinero para poder darle una buena vida a mis hijos, cuando los tuviera, sin dejarles nunca solos.

sábado, 7 de julio de 2012

Cielo e Infierno

Las lágrimas resbalaron lentamente por el pálido rostro de Almudena, en su último aliento justo antes de sellar su sentencia de muerte y reunirse en el más allá con su familia. Les habían acusado injustamente de asesinar a un mandatario importante de la gran ciudad. Nadie les iba a salvar de su final pero, justo antes de que la cortara la cabeza, Almudena maldijo a todos los que ese trágico día estaban allí para ver como los asesinaban injustamente. llegóal Más Allá y se reunió con sus hijos... Pero su marido no estaba. Caminó hacia las puertas del cielo y entró, al entrar un conjunto de ángeles se les acercaron y ella preguntó por su marido. Los ángeles no las respondieron, le dijeron que fuera a preguntarle a Dios, él le daría las respuestas que necesitaba...
Llegó al despecho de Dios con el alma encogida y asustada por lo que le hubiera podido pasar a su marido Harold. Entró y, en seguida, Dios la ofreció que se sentara y comenzó a contarle el por qué de que su marido no estuviera con ellos:
- Haber, su marido la fue infiel cuando estuvo viva con la vecina de quince años de la casa de los mormones. Y él fue el que asesinó al alto mando por el que os han asesinado a usted y a sus hijos, no se merece el cielo, pero tampoco está en el infierno.- Dijo Dios despertando la curiosidad de Almudena.
- Está en la Tierra, consiguió escapar y a él no lo mataron... Pero lo castigaré por todo el dolor que ha causado. Le mandaré una enfermedad horrible, la que tú elijas.- Dijo Dios despejando todas las dudas de la joven.
- No quiero que sufra, aunque él me fuera infiel, le amaba. Con él pasé los mejores años de mi vida y ahora lo prdono por todo lo que me ha hecho, no merece la pena hacerle sufrir, ya sufrirá cuando llegue al infierno y se queme en el fuego eterno.- Dijo Almudena con ganas de llorar... Pero no había ojos que empañar. Se fue del despacho, se acercó a sus hijos y les contó todo lo que Dios le había confiado. Los niños se sintieron solos, pero Almudena los consoló.
Su marido murió a manos de unos delincuentes que entraron en su casa mientras él dormía y le asesinaron, pasó la eternidad en el infierno y fue lo más desdichado que Dios pudo lograr que fuera para vengar a Almudena que era una buena mujer y no se merecía lo que él le había hecho

Aguas...

La madrugada se asomó entre la maravillosa casacada que coronaba la enorme montaña. En aquel páramo desolado solo estaban: Anyélic y Rand. Se habían pasado la tarde escalando y ahora sus fuerzas habían mermado considerablemente. Se sentaron en la orilla del riachuelo y vieron algo que brillaba en el fondo de este. Era una alianza preciosa, Rand se acercó a Anyélic y le preguntó si la quería, ella la rechazo y Rand quiso saber el por qué de la negación.
-Esa alianza tiene dueño y tarde o temprano se arepentirá de haberla desechado e, igual si la dejamos aquí, cuando vengan a buscarla la encontrará.- La muchacha no dejaba de observar las aguas del riachuelo y Rand se extrañó de aquello. Bajaron la colina en completo silencio y, cuando llegaro abajo, vieron a una muchacha llorando. Anyélic se acercó a ella y le dijo algo al oído, acto seguido la muchacha se levantó y escaló la montaña.
-¿Era la dueña de la alianza?- Preguntó Rand sabiendo que así era.
-Sí, le he dicho donde he dejado su alianza.- Dijo Anyélic sin perder de vista a la muchacha que trepaba hábilmente la montaña.
-Me encanta cuando haces eso. Haces feliz a tanta gente con tu don...- Dijo Rand plantándole un precioso beso.
-Sí, y pronto me tendré que despedir de hacer lo que hago...- Dijo Anyélic con un brillo de tristeza en los ojos, gracias a su don sabía que moriría ese año, un coche la iba a atropeyar... Las lágrimas surcaron los ojos de ambos y se fundieron en un abrazo.
-No pienses en ello, seamos felices el tiempo que nos quede, y hagamos felices a todas las personas que podamos.- Dijo Rand con la cara metida en el pelo de Anyélic y llorando casi tanto como ella. Se fueron para casa y, cuando llegaron, un coche se estampó contra el pequeño cuerpo de Anyélic y el de Rand, Murieron ambos en el acto. Pero por lo menos Rand no tuvo que vivir su vida sin ella, que era lo que más miedo le daba...

viernes, 6 de julio de 2012

¿Y si lo dejamos todo?

Quiero irme,
pero me da miedo,
quiero marcharme
y ya no sentirme
sola ni un instante.
Quiero viajar,
ver el mundo,
y estar cansada
de tanto conocer
de tanto besar...
De tanto soñar.
Me voy, ¿A donde?
Todavía no lo sé.
Pero lo sabré
cuando llegue
y lo vea a través
de mi ventana.
Cuando despierte
en aquel lugar
y cada centímetro
me diga que es
donde debo estar.
¿Me podrías acompañar?
Temo que, estar sin ti,
haga que me olvide
de lo que me haces sentir...
Pero debería olvidarte,
¿No? Eso es lo que me dices
cuando siento que quiero besarte.
Así que mejor me voy,
vive bien, sé feliz.
Nunca te olvidaré...
Te lo prometo,
yo siempre cumplo
mis promesas.

jueves, 5 de julio de 2012

Lo siento, pero toca Reflexión XD

Me he dado cuenta de algo: Los tíos sois un misterio para nosotras y nosotras para los tíos. Esto se debe a que, a ambas partes, nos gusta ser misteriosas pero, ¿Para qué? A mi si me gusta alguien no se lo voy a ocultar, le mandaré indirectas (bastante directas) para que lo vaya pillando y, cuando sea el momento justo, no voy a mentirle sobre mí. No me gusta la gente que va de sincera y luego en realidad no la conoces... Esa gente suele ser imbécil o tener miedo a que le conozcan. Ambas razones son malas. Nadie debe avergorzarse de sí mismo... Yo lo he hecho, llevo un tiempo queriendo enterrarme bajo millones de mentiras para olvidar que la gente es cruel... Sabes, ahora mismo no quiero hacer otra cosa que demostrarle al mundo quién soy realmente y, a quien no le guste, que le jodan. Haber, no digo que algunas cosas no las ocultemos, porque todos tenemos rarezas que solo deben conocer la gente a la que queremos, pero; ¿Por qué ser totalmente diferente a los ojos de la gente que no conocemos? Eso nos ayudará a ser mejores amigos, novios, personas en general... Por que el mundo es enorme y, al mismo tiempo, es enano. Para la gente a la que queremos seremos maravillosos, espero, y para el resto igual estamos locos. Prefiero estar loca a vuestros ojos que saber que nadie me conoce porque me da miedo que me conozcan. Llegó la hora de ser ciudadanos de un lugar llamado mundo (no estoy haciendo publi de nada, aunque ese anuncio me encanta). Sabemos quienes somos, somos nosotros mismos y una pequeña parte de la gente que hemos conocido en nuestras vidas... Se te queda clavado algo de ellos, aunque sea una pequeña manía, un recuerdo que te lleva a hacer las cosas de forma diferente, una mala decisión que ahora no repetirás, una palabra que no puedes dejar de decir aunque te recuerde que esa persona ya no está. Tantas veces he visto que procuro no crujirme los dedos, porque a mi amiga Marta le da grima, me río en los silencios incómodos, por culpa de mi G-nomo favorita, otras veces he querido gritar muy alto y me he dado cuenta, de que la gente no esta sorda como yo, eso me lo dice López... También sé que no volveré a lanzarme sin pensarlo bien... Que la verdad a veces no es buena... Que nadie es perfecto y menos yo! Yo tengo miles de imperfecciones que he ido aprendiendo a amar. Me gustan mis enormes labios! Que la gente que me insulta lo sepa, la cosa por la que me insultáis... Me gusta, me gustan mis locuras en los peores momentos, me gusta saber que siempre estoy ahí para la gente que quiero, aunque eso signifique que no me preocupo lo suficiente de mi misma... Siempre pienso antes: Hay gente que está peor que yo, ¿por qué yo soy lo suficientemente importante para permitirme llorar, por estupideces, cuando ellos se tragan su orgullo y tiran para a delante? No lo puedo evitar, soy demasiado buena... Y qué! Me gusta que la gente diga: Mira, ahí va esa chica que siempre ayuda a los demás... O que no lo digan, ya ves, ahora mismo la opinión del resto del mundo me da igual, solo me importa unas pocas opiniones: Las de la gente que ha estado ahí cuando tenía ganas de morir. Porque sé que ellos no me darán opiniones falsas para hacerme daño, sé que serán sinceros si hago algo mal... Y sé que estarán ahí de nuevo si vuelvo a sentirme mal. Sinceramente, hoy me siento con más ganas que nunca de gritarle al mundo quien soy y sé que este me va a sonreír, porque después de todo esto... Creo que me lo merezco, ¿no?
Bueno, que espero que me hagáis un poquito de caso y que seáis siempre vosotros mismos.

Pequeña Cenicienta

Agua, por la ventana observo la lluvia caer en la acera de la calle formando unos charquitos que los niños pisan. Yo estoy sentada en mi sofá, estaba leyendo, hasta que se desató aquella majestuosa tormenta y dejé mi libro para concentrarme en las gotitas... Brillaban con la luz del sol que entraba a través de las nubes, dando a conocer toda la luz que se escondía en su interior y formando pequeños arco iris en la tarde sombría. Acabé en la calle, no sé como mis pasos me llevaron hasta allí, me senté en un banco y dejé que la lluvia mojara mi cuerpo para evitar que la gente supiera que estaba llorando. Me sentía tan sola... Todos eran felices en sus casas con sus parejas o con sus familias. Pero yo no tenía nada de eso... Y me sentía desdichada, sola y tan horrible que nadie me quería. Me hice una coleta para apartar mis mechones rubios de la cara y que no me taparan aquella preciosa vista: Un parque lleno de flores que, poco a poco, se estaba encharcando por la lluvia.
De repente vi una sombra acercándose a mi e, instintivamente dije:
- No llevo dinero encima, así que no le puedo ofrecer limosna, lo siento.- Pero el chico se sentó a mi lado y me tapó con su paraguas verde y me dijo:
- No busco limosna, te he visto ahí sentada, tiritando y empapada y me he dicho: Voy a ver si puedo ayudar a aquella preciosidad- Dijo y, cuando finalizo su frase me sonrió con una de las que, creo, es una de sus mejores sonrisas. Acto seguido le sonreí y creo que me ruboricé.
-¿Quieres que te acompañe a casa? Así dejas de mojarte, vas a coger una pulmonía...- Y me ofreció su abrigo, que yo acepté porque era cierto que estaba tiritando. Me acompañó a casa, cuando llegamos solo acerté a darle su abrigo y correr escaleras arriba para llegar a casa y meterme en la ducha calentita para impedir que la gripe fuera peor, cuando salí de la ducha me puse el pijama y e metí en la cama. Me pasé dos semanas en la cama con trena y ocho de fiebre y, el martes de la tercera semana, salí a comprar y me lo encontré. Allí estaba, en mis escaleras con una de mis zapatillas en la mano.
- Se te cayó cuando subías las escaleras, y me daba corte ir casa por casa preguntando de quién era esa zapatilla. Parecería que estaba chalado. - "O que eras un príncipe azul" Pensé yo mientras él me explicaba todo aquello. Cogí mi zapatilla y le dije que me acompañara a comprar y luego le invitaba a un café.
Aquel muchacho me hizo compañía durante 6 largos años, hasta que un cáncer se lo llevó de mi lado, pero ahora iré a su encuentro en el más allá. No soporto la vida si no es a su lado. ADIÓS.

miércoles, 4 de julio de 2012

Cambiaré, hoy no, mañana.

Alexis volvía caminando hacía casa pisando la nieve fría y húmeda que dejaba tras ella sus huellas sobre este polvo blanco. Llegó a casa, cerró la puerta y se sentó tímidamente sobre su cómodo sillón. Nadie había ido a saludarla y eso certificó que Clara había cumplido su promesa y se había ido para no volver. Se sintió sola, sin nadie que la dijera que aquello no era cierto, sin nadie que ver antes de dormir... Sola, sin nadie. Clavó su mirada en el infinito y retuvo las lágrimas que acudían a sus ojos, había perdido a la persona que más amaba en este mundo pero no iba a llorar, no en ese instante, ya lloraría más tarde, cuando se sintiera sola de verdad, cuando viera a una pareja y supiera que ella no tenía de eso. Subió sus escaleras hacía el dormitorio y se tumbó en su cama, aún olía a Clara... A su fragancia de mora y azar.
Se despertó, era sábado, y tenía pocas ganas de hacer nada, solo quería tumbarse y no pensar, tumbarse y dejarse llevar. Se levantó y se vistió. Salió a la calle y buscó el primer super que estuviera abierto y compró un gran bote de helado de Tiramissu, el favorito de Clara y el suyo, y volvió a encerrarse en casa. Se vio todas las películas que encontró que fueran melosas para llorar y no tener ganas de morir... Lloró hasta que, el sueño, venció las ganas de llorar.
Así pasó las mañanas del mes de junio, durmiendo y llorando. En julio decidió salir a la calle y cambiar... Realizar una metamorfosis total que arregle su desarmado cuerpo y la ayude a olvidar. No lo logró... Ahora camina por la ciudad, intentando cambiar algo que ya es perfecto porque una chica no la quiso, porque alguien le dijo que no estaba bien como era, lo que ella no sabe es que esa chica se equivocaba. Ella es perfecta y debería dejar de intentar ser lo que nunca será y no debe intentar ser. Cada cual es perfecto como es, no hay que cambiar por alguien. Si te quiere te querrá como seas... Esto lo aprendemos a la fuerza, a base de chocar contra muros invisibles que llevan escrito: Eres tont@ por intentar cambiar.

Olvido...?

Me he dado cuenta de que estoy harta, harta de no saber lo que realmente piensas, de no encontrar lo que, hace tanto, estoy buscando... De no saber que hacer cuando no estás, de temblar cuando te acercas.
NO TE QUIERO. Ya no... Creo o, más bien, espero. Dentro de mi siento que te quiero pero, mi mente, me pide que te entierre para dejar de sufrir... Dárselo todo a una persona que no lo quiere, es inútil y doloroso, hasta la última célula de mi cuerpo. Pero en mi corazón te siento cada día más adentro...
Olvido... Ven aquí y haz tu trabajo con esta pequeña oruga que no consigue convertirse en mariposa porque no le olvido y tú no me ayudas a hacerlo. Busco en sus ojos y en sus palabras una señal que te ayude, olvido, pero no puedo olvidar a ese chiquillo que se ha llevado mi corazón consigo. Me desperté en mi cuarto y acaricié las sábanas con las puntas de los dedos, notando su tacto suave y húmedo... Vacié mi alma por un segundo infinito que me llevó a recordarte. Te maldije por quererte tanto y te pedí perdón por culparte de mi dolor y me di cuenta de que... ¡Es culpa tuya! ¿Por qué te pedía perdón? ¿Por quererte? ¿Por no olvidarte? ¿Por darte cada centímetro de mí?
No iba a detenerme, tengo que olvidarte, pero sentí el deseo de besarte... Detuve mis pensamientos al fantasear con tus labios sobre los míos, no quieres marcharte de mi corazón, parece que estas a gusto... Tengo Miedo... De no volver a sentir lo que siento... De olvidar lo que sentí la primera vez que te vi... De no saber que hacer sin ti... De no poder olvidarte...

Palabras

El sol entró por mi ventana
cuando se suponía que dormitaba,
descubrió mi soledad
nada más despuntar el alba.
Te marchaste tras
hacerme creer,
que era lo que más
te importaba.
Te aseguraste de
que yo quería arriesgar
mi corazón para continuar
contigo y tus latidos,
que escucho al dormitar
sobre tu pecho...
Caí en un pozo
del que no veo el fondo,
suspiré un quejido,
cuando me di contra el piso.
Allí aparecí, sola,
pasando noches
 en las que temía dormirme.
Empecé a darme cuenta
de que, las palabras,
se olvidan; pero,
los sentimientos,
perduran sobre las cenizas
del fuego de nuestras vidas.
Me levanté del suelo
y comencé a subir
la pared de aquel pozo,
en busca de una salida
para luego buscarte y
arrebatarte lo que me robaste:
Mi corazón,
roto de tanto usarlo...

Flor de Lis

Desperté en mi cama, sudada por la intranquilidad de la noche, la madrugada había llegado y ya veía mi habitación con claridad gracias a la luz que entraba por la terraza. Me senté en la cama, todavía quedaba mucho para que sonara el despertador pero yo ya no tenía sueño, miré la terraza y en ella vi una hermosa gatita negra de ojos grandes y verdes. Me miraba desde el borde de la terraza en el que ella estaba sentada. Me levanté lentamente y me acerqué a la puerta de la terraza y la abrí de par en par, acto que la gata entendió como una invitación para entrar en mi casa y meterse conmigo en la cama. Gracias a su compañía y a su calor conseguí dormir hasta la hora que tenía asignada para levantarme y prepararme para irme a trabajar. Le dejé a Crístal una latita de atún en el suelo de la cocina y un taper lleno de agua por si decidía quedarse por allí, también la dejé la puerta de la terraza abierta, por si quería marcharse por donde había venido. Cuando volví del trabajo creí que se había marchado, encontré el atún vacío y el agua sin tocar, pero cuando llegué al salón vi a Crístal tumbada en mi sofá de cinco mil euros, creí que me molestaría más, en cambio me senté a su lado con un libro y comencé a leerlo en su compañía mientras le acariciaba el lomo suave...
Estuvo de inquilina en mi casa durante un mes, en el que la cogí cariño, pero la última semana de enero llamaron a la puerta abrí y conocí a Robert, un chico de veintisiete años con el pelo negro, los ojos verdes y musculoso.
-¿Has visto una gatita negra, de ojos verdes...?- Cuando todavía no había acabado la descripción apareció Crístal por detrás mío.
-¿Esta?- Pregunté esperando que la respuesta fuera: No- Llegó a mi casa hace un mes y, aunque he puesto un cartel abajo, nadie había venido a por ella hasta ahora... No te preocupes la he cuidado este tiempo.- Dije cuando noté que sí era su gata.- ¿Cómo se llama? Yo la he llamado Crístal... Pero me gustaría conocer su nombre real.-
-Lis. Como la flor de tu terraza.- Dijo Robert con la mirada plasmada en mi ventana- Yo soy Robert, y nunca me había fijado en que tú tenías esas flores ahí. Le puse el nombre porque, el día que la traje a casa, desapareció durante tres horas y volvió con una de esas flores en el collar.- Dijo el muchacho, yo le invité a entrar y nos pusimos a hablar.
Tres meses después él y Lis se vinieron a vivir conmigo, aquella gatita me había encontrado el amor de mi vida.

domingo, 1 de julio de 2012

La Antropología del Corazón

Me dispuse a bajar la mirada tras haber estado diciéndole todo lo que pensaba, no quería que me viera aguantar mis lágrimas... Aquella noche supe que si no le olvidaba se me clavaría más en el alma y eso era un problema, ya que, él no me amaba y no merecía la pena estar llorando por alguien que no me quiere. Me armé de valor, le dije todo lo que sentía y luego me tragué mis palabras y huí... Huí, lejos del hombre al que amaba... Lejos de la tristeza que él emanaba... Lejos de mis propias lágrimas. No deseaba pasar ni un solo instante más en aquel lugar que me traía tanto recuerdos, tristes y felices. No deseaba que, cada vez que mirara por la ventana el viento me trajera su olor y tal vez su nombre... Así que recogí todo lo que realmente necesitaba y me fui a hacer lo que más me gustaba: expediciones selváticas buscando restos de civilizaciones ya perdidas que le dieran sentido a nuestras vidas.
Acabé en Guatemala, un país pequeño, comparado con las extensiones territoriales a las que yo estaba acostumbrada, en él encontré un Homo-antecesor  de una muchacha que había muerto a temprana edad estando embarazada de ocho mese, a punto de dar a luz a un bebé completamente sano que probablemente hubiera sobrevivido a las penurias de la época. Por un momento me vi reflejada en aquel esqueleto que, años atrás, había sido una muchacha realmente guapa. Y me hice la promesa de luchar por lo que quería para darle una vida a mi descendencia, para vengar la muerte de aquella mujer, para vivir la vida que ella no pudo tener.
Salí del país con el corazón encogido, la mujer y su feto serían expuestos en el museo de historia natural del país y no podía hacer nada para garantizarles un entierro digno, lo sentí por ellos. Me fui en busca de aventuras alrededor del globo, sin olvidar jamás mi promesa y llegué a la ciudad  de la que había partido, mis pasos me jugaron una mala pasada y mi corazón volvió a revivir los sentimientos pasados durante el mes que estuve allí esperando nuevas aventuras. Cuando me fui, marché estando sola, sin poder despedir a nadie y me sentí tan desdichada... Volví a recordar a la muchacha y eso me dio fuerzas para continuar.
Llegué al museo antropológico italiano por una llamada telefónica que me ofrecía un puesto como su antropóloga forense y acepté.
Ahora vivo aquí, con mi maravilloso marido Jousepe y mis dos hijos: Luccia y Mario. Meses después de mi llegada al museo italiano recibí una llamada desde Guatemala, en ella me explicaban que aquella muchacha era una descendiente española y que llevaba en su sangre cromosomas similares a los de mi familia, era muy probable que uno de sus hijos fuera un  antecesor de mi familia y eso me hizo ver que fue feliz, el tiempo que estuvo viva.

Tus Ojos

Veo a lo lejos aquello que temo,
veo a lo lejos, tus ojos.
Creo que eres tú,
pero no estoy segura.
Me acerco un poco,
me adentro en la negrura.
Eres tú, pero no me quieres,
así que prefiero irme...
Has dejado tus huellas
en todo mi ser,
y tú para mi ya no existes,
eso es lo que le grito
a mi corazón maldito,
maldito con tu amor
del que no me deshago...
Quiero estar a tu lado,
pero a la vez no quiero estarlo.
Prefiero huir ahora que puedo,
antes de que me ates más a tu cuerpo.
Busco mil formas de escapar,
pero tus besos me saben paralizar.
Tu boca me dice las palabras exactas
para estar segura de que no quieres
que me vaya...
Pero en realidad te da igual,
no te importa nada,
lo que esta tonta haga...

Lágrimas

Me gustaría volver
atrás en el tiempo,
y no hacer
aquello que tanto temo.
Me gustaría besarte...
Pero tú no deseas lo mismo.
Así que lucho
por todo aquello
que, para ti,
no es nada
y, para mi,
es solo un sueño...
Lucho por las palabras
que no debemos guardar
en aquel oscuro trastero,
lucho por el amor...
Que todavía siento.
Busco, lucho, busco...
Y no lo encuentro.
Desearía conocer
aquello a lo que tienes
tanto miedo...
¿Por qué tengo ganas
de hacerte llegar todas
estas lágrimas?
Sabes tanto de mi
y yo apenas te conozco...
Y eso me pasa por
habértelo dado todo.