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jueves, 26 de julio de 2012

Océano Vacío.

Miré por mi ventana y fuera vi la lluvia cayendo suavemente sobre los cristales de mi casa de las afueras, era de noche, y hacía frío. Me quedé allí observando la puesta de sol mojada, pensando en las tardes pasadas junto a ti. Me quedé allí, sin hacer nada, solo pensando mientras miraba hacia ninguna parte. Llamaron a la puerta un par de veces hasta que me di cuenta de ello y corrí hacia ella con la mirada puesta en el frente para aguantar mis lágrimas. Abrí la puerta, nadie. Miré a todos los lados, nada. Corrí a la ventana para ver si veía a alguien yendose calle abajo. No llegué a tiempo.
Caminé por mi casa vacía, buscando una lágrima que limpiara mi tristeza y me dejara vivir. Pero va a dar igual, nada me ayudará a volver a conciliar el sueño ni a volver a amar otra persona que no seas tu. Te quería tanto que me dolía cuando me decías "Ahora vuelvo." Me metí en la cama un par de horas más, tal vez consiguiera olvidar que no sé que hacer ahora, que me da miedo seguir adelante.
Desperté con la almohada mojada de las lágrimas que había precisado derramar al acostarme y acordarme que no estabas a mi lado. Me encogí sobre mi misma, pero una voz dentro de mi me dijo: "Levanta, no llores, solo vive y sé fuerte, feliz y ama. Tú te lo mereces." Hice caso a aquello que me había instigado a levantarme y así lo hice. Me lavé la cara y me miré en el espejo, vi algo que no me gustaba y rompí aquel trozo de cristal contra el suelo. Se rompió en mil pedazos y me corté las manos que empezaron a sangran exactamente en el momento en el que salí por la puerta para olvidarme de aquel suceso. No me importaba que siguiera eso allí. Me largué de la casa, no podía seguir allí, todo llevaba tu aroma... Caminé calle abajo y llegué al paseo marino, bajé la cuesta y comencé a pasear por la arena. Me acabé sentando para ver el amanecer. Alguien se acercó por detrás mío, un muchacho moreno, puso sus manos sobre mis ojos y me dijo al oído "¿Quién soy?" Tartamudee al reconocer aquella voz dulce, hacía siglos que no me encontraba con aquel calor sobre mi cuerpo. Dije su nombre en voz alta y se me erizó el pelo de todo mi cuerpo. Pasamos el amanecer juntos, acabé besándole para sentir que ya no quería a nadie más, que ya había olvidado lo que me hacía sentir aquella otra persona y que ya me daba igual lo que él hiciese o dejase de hacer. Él me ayudó a olvidar, él me dio una razón para soñar, él estuvo conmigo el tiempo que pudimos y me hizo sentirme especial.

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