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sábado, 21 de julio de 2012

Ojazos, no Llores.

Las lágrimas surcaron sus ojos azules mientras Lurel se marchaba por la playa, se habían encontrado en el claro en el que estaban acostumbrados a pasar las magníficas tardes de verano que se sucedían en Merchel. Se habían sentado juntos en la orilla de la roca a mirar la impresionante puesta de sol recordando los sucesos acontecidos en esas mismas playas meses antes, sucesos que les habían unido para siempre con un embarazo no deseado por parte de ambos. Pero Lucy no quería abortar, por primera vez algo la ataba a la vida y no quería que ese algo, esa sensación, se desvaneciera por nada del mundo. Lurel no se lo tomó demasiado bien, él insistía en que, a sus veintisiete años, eran muy jóvenes para cuidar a un niño. Lucy reprimió las lágrimas al escuchar que para él, era innecesario que ella dejara vivir aquello que la ataba a la vida. Se levantó para irse, pero él se lo impidió mirándola a los ojos fijamente.
-Ojazos, no llores. Me rompe el alma verte así... Pero... No puedo cuidar a un niño, ahora no.-Dijo él a media voz. Lucy dejó que las lágrimas cayeran suavemente por sus mejillas, buscaba una forma de explicarle a Lurel todo lo que aquello la hacía sentir. Sabía que sería difícil cuidar a su hijo, pero era lo único que ella había deseado en mucho tiempo.
-Esta bien., no me importa que tú no quieras ser su padre, lo cuidaré sola.-Dijo con una fuerza que solo una madre sería capaz de sacar. Lurel la miró a los ojos y luego la besó dulcemente en la frente.
-No es eso cariño, me muero. No quiero que mi hijo pierda a su padre antes de conocerle. Yo sé lo que se siente.-Dijo con un nudo en el corazón que le hizo romper a llorar al lado de una Lucy atónita y con la cara empapada en lágrimas. Se abrazaron y Lurel recibió una llamada de sus padres que le pedían que volviera al hospital, tenía que seguir con el tratamiento contra el cáncer en el que sus padres le habían metido. Antes de irse, Lurel, le dio una contraseña a Lucy y le dijo:
-Esto es una cuenta bancaria de la que nadie tiene constancia, quiero que con ese dinero saques adelante a nuestro hijo. Si me curo te buscaré, si no, que sepas que siempre os he querido y siempre lo haré, esté donde esté.-Dijo Lurel con las lágrimas arrollándole la garganta y besando dulcemente los labios de Lucy que no podía hablar de lo que estaba llorando. Vio como el padre de sus hijas, Clara y Eitre, se marchaba por la playa al encuentro de un tratamiento que solo lo mataría más rápido que el propio cáncer. Las niñas crecieron sanas y sabiendo que su padre las quiso hasta el último momento de su vida. Todos los años, Lucy, Eitre y Clara iban con los padres de Lurel a llevarle flores al cementerio por el Día del Padre, su cumpleaños, Navidad, Año Nuevo... Cada vez que las niñas necesitaban un consejo acudían a ver a su padre, que siempre las mandaba una señal con lo que debían hacer. Siempre las decía que hicieran lo correcto y las quiso desde donde estaba, pero su familia le quería aún más.Querían que supiera que siempre lo recordarían, siempre.

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