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jueves, 12 de julio de 2012

La Estación

David entró en la estación con la mente puesta en lo que iba a decir, ¿Le diría algo o simplemente la besaría? La segunda opción le gustó, pero se decantó por la primera que era mucho más dulce. Había llegado una hora antes de la hora acordada con Sara, prefería mentalizarse del gran paso que debía dar. La quería, no lo podía decir todavía en voz alta pero la quería. deslizó sus dedos por el banco pensando en la sonrisa que aquella muchacha le dedicaba cada vez que se encontraban. No la quería por lo guapa que era, aunque era preciosa, la quería por su dulzura, por su increíble forma de hacer que el mundo entero se sienta mejor solo mirándolo con sus preciosos ojos marrones. La quería por su forma de ser, que era una forma de englobar todo lo que ella le hacía sentir, porque si no se podía tirar la vida enumerando sus impresionantes actitudes. Se pasó los dedos por lo labios... tenía miedo, había besado a algunas chicas pero a ninguna la había querido tanto como a Sara.
De repente sonó en la megafonía la voz de una chica que anunciaba la llegada del tren de Sara a la estación y el corazón de David se aceleró por momentos. Iba a dar el mayor paso que daría nunca. La quería, de eso estaba seguro, y tenía la sospecha de que ella sentía lo mismo, pero un sentimiento de duda atenazó su corazón cuando la gente empezó a bajar del tren. Buscó con la mirada a Sara, era una muchacha de pelo marrón clarito, ojos marrones una suavidad facial que la hacía claramente hermosa. La vio y la sonrió, seguía siendo como la recordaba. Esperó a que ella le viera y después la saludó. Ella corrió a sus brazos y se adelantó a todo pronóstico, plantándole un precioso beso en los labios... David nunca había sentido aquello, la quería y no la dejaría escapar nunca. Se mantuvieron juntos el resto de sus vidas y fueron muy felices.

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