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sábado, 7 de julio de 2012

Aguas...

La madrugada se asomó entre la maravillosa casacada que coronaba la enorme montaña. En aquel páramo desolado solo estaban: Anyélic y Rand. Se habían pasado la tarde escalando y ahora sus fuerzas habían mermado considerablemente. Se sentaron en la orilla del riachuelo y vieron algo que brillaba en el fondo de este. Era una alianza preciosa, Rand se acercó a Anyélic y le preguntó si la quería, ella la rechazo y Rand quiso saber el por qué de la negación.
-Esa alianza tiene dueño y tarde o temprano se arepentirá de haberla desechado e, igual si la dejamos aquí, cuando vengan a buscarla la encontrará.- La muchacha no dejaba de observar las aguas del riachuelo y Rand se extrañó de aquello. Bajaron la colina en completo silencio y, cuando llegaro abajo, vieron a una muchacha llorando. Anyélic se acercó a ella y le dijo algo al oído, acto seguido la muchacha se levantó y escaló la montaña.
-¿Era la dueña de la alianza?- Preguntó Rand sabiendo que así era.
-Sí, le he dicho donde he dejado su alianza.- Dijo Anyélic sin perder de vista a la muchacha que trepaba hábilmente la montaña.
-Me encanta cuando haces eso. Haces feliz a tanta gente con tu don...- Dijo Rand plantándole un precioso beso.
-Sí, y pronto me tendré que despedir de hacer lo que hago...- Dijo Anyélic con un brillo de tristeza en los ojos, gracias a su don sabía que moriría ese año, un coche la iba a atropeyar... Las lágrimas surcaron los ojos de ambos y se fundieron en un abrazo.
-No pienses en ello, seamos felices el tiempo que nos quede, y hagamos felices a todas las personas que podamos.- Dijo Rand con la cara metida en el pelo de Anyélic y llorando casi tanto como ella. Se fueron para casa y, cuando llegaron, un coche se estampó contra el pequeño cuerpo de Anyélic y el de Rand, Murieron ambos en el acto. Pero por lo menos Rand no tuvo que vivir su vida sin ella, que era lo que más miedo le daba...

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