Vistas de página en total

martes, 31 de julio de 2012

Que Lo decida el Viento.

Me desperté con una mezcla de frío y calor en el cuerpo. Por una parte la mañana era caliente, pero por la otra mi alma seguía fría. Me levanté despacio con la rara sensación de no estar sola y sabiendo que no podía haber nadie en casa. Bajé las escaleras y me encontré de frente con una salita totalmente vacía, ni siquiera se oían insectos molestos, estaba vacía. Un sentimiento de tristeza y añoranza atenazó mi corazón y mi garganta, contuve las lágrimas y me despedí de la estancia para adentrarme en la ducha, tal vez el calor y los vapores sosegaran mi mente y, un poquito, mi alma. Salí de la ducha y me envolví en mi albornoz color azul turquesa. Me sentía bien, hacía mucho tiempo que no me sentía tan... Libre, nada me preocupaba en ese momento, iba a dejar que todo siguiera su curso tal y como el destino lo hubiera marcado. Me vestí lentamente sin poder evitar pensar en lo que pasaría en el futuro, en lo que me tuviera preparado las estrellas y en ti, sobre todo en ti. No podía evitar comerme la cabeza pensando en lo que no debía, pensando en lo que pasaría si cambiaran las cosas... Pero no van a cambiar, aparté todo pensamiento de mi mente y seguí arreglándome para salir y olvidar por un rato lo que tan profundo se había quedado, la duda, la duda del "Y si..."
Me preparé y caminé una hora sola, pensando, otra vez me venían las dudas. Así que decidí ponerme la música a todo trapo para ocultar la voz de mi mente y cantar... Solamente cantar. Llegué donde había quedado con mis amigos, al llegar me dí cuenta de que prefería estar contigo. Pasé la tarde entre risas y lágrimas contenidas que nadie vería nunca. Caminé sola, de regreso a casa, con el corazón encogido, comenzó a llover. La lluvia me traía tantos recuerdos... Sobretodo de ella, de aquel verano tan increíble que echaba tanto de menos. Pero era extraño lo bien que me sentía, lo tranquila que estaba, lo de acuerdo que me sentía con el destino. No quería perderte, pero tampoco iba a seguir luchando para tenerte. Si querías olvidar que existo, adelante, si quieres estar conmigo, vuelve. No hace falta nada más, solo dime: "Te perdono" Y ya está.
Por fin llegué a casa, empapada, me sequé el pelo y me cambié de ropa, no quería costiparme. Me senté en la silla de la salita, comencé a ver clara una cosa, no iba a llorar. No tenía ganas de llorar, no por ti, no en ese instante, no, por raro que pareciera, no iba a llorar. Dejaría que el tiempo decidiera y que la tristeza desapareciera lentamente de mi corazón, aunque fuera difícil, aunque te quisiera muchísimo y te echara tanto de menos. No iba estar triste, tenía un millón de cosas por las que sonreír y solo una para llorar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario